Greenpeace ha documentado las consecuencias devastadoras de la moda rápida (fast fashion) para las personas y el medio ambiente en países como Kenia y Tanzania
Es necesario un acuerdo internacional que prohíba la exportación de desechos textiles y regule los diseños para que sean verdaderamente reciclables, y un impuesto global que incluya el principio de quien contamina paga
La sobreproducción en la industria de la moda rápida está causando montañas de basura cada vez más grandes en el Sur Global. Este es el resultado de una intensa investigación de Greenpeace Alemania. El informe Regalos envenenados (Poison gifts, en inglés) (1) revela cómo las exportaciones de ropa usada se utilizan también para deshacerse de los restos textiles, que no somos capaces de gestionar en Europa. Impactantes fotos y vídeos documentan las devastadoras consecuencias para las personas y el medioambiente en países como Kenia y Tanzania: enormes montañas de basura que contaminan los ríos y el aire.
«La industria de la moda rápida (fast fashion) ha convertido la ropa en artículos desechables, al igual que nos acostumbramos a los plásticos de un solo uso, nos hemos acostumbrado a la moda de un solo uso”, ha señalado Celia Ojeda-Martínez, responsable de Biodiversidad y Consumo de Greenpeace. “Con esta investigación, hemos evidenciado cómo los países y las empresas del Norte Global están evadiendo su responsabilidad a la hora de gestionar las enormes cantidades de ropa que no se venden o se desechan, muchas de ellas con compuestos peligrosos. Dejan a la gente de África Oriental sola ante los desechos plásticos y textiles exportados, sin ninguna infraestructura para su eliminación”.
La ropa vieja y la sobreproducción no acaban en las tiendas, sino en los vertederos
Solo en Alemania se recogen cada año más de un millón de toneladas de ropa vieja. Menos de un tercio se revende como artículos de segunda mano. En España, se estima que cada año en torno a 990.000 toneladas de productos textiles van a parar a los vertederos. Sin embargo, las tasas de reciclaje textil siguen siendo bajas: solo entre el 10-12 % de los residuos textiles post-consumo se recoge por separado para su reutilización y/o reciclado, y menos del 1 % de la producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir, con el mismo uso o similar (2).
El estudio de Greenpeace indica que la mayoría de esta ropa usada se exporta a Europa del Este y África. Pero muchas prendas de vestir ya no tienen valor de mercado porque están defectuosas, sucias o no son adecuadas para el clima local. Las investigaciones han demostrado que del 30 al 40 % de las importaciones ya no se puede vender ni usar. Junto con la sobreproducción procedente de todo aquello que la fast fashion no puede vender, estas prendas acaban en vertederos, en ríos o son incineradas al aire libre, contaminando el aire y el agua. Las cifras son escalofriantes: un camión por segundo de ropa usada termina en vertederos, ríos o incineradoras en el mundo.
Según el estudio, desde mediados de los 90 el volumen de ropa recogida crece en un 20 % cada año, y las cifras siguen aumentando al mismo ritmo que aumenta la producción de la fast fashion (7). Pero solo un pequeño porcentaje de esta ropa es revendida en el mismo país en el que se recoge: entre un 10 y un 30% en Reino Unido, y tan solo un 8% en EE UU y Canadá. Se estima que más del 70 % de la ropa reutilizada de UK acaba en el extranjero.
«No basta con escribir la palabra ‘sostenible’ en los textiles o basarse en falsas soluciones como solo el reciclaje, hay que cambiar el modelo de negocio», dice Ojeda-Martínez. “Al igual que con el clima, necesitamos un acuerdo internacional que prohíba la exportación de desechos textiles, que regule los diseños para que sean verdaderamente reciclables y fomente una economía circular, así como un impuesto global que incluya el principio de quien contamina paga. Eso significa que la industria textil es financieramente responsable del coste de limpiar el daño ambiental y a la salud generado a lo largo de la cadena de suministro, es decir, en toda la vida útil del producto”.
Es necesario un cambio en el sector textil y fomentar alternativas como la slow fashion, todo lo contrario a la fast fashion. Esta semana se está celebrando la Circular Sustainable Fashion Week en Madrid, que demuestra cómo el sector textil puede existir de manera sostenible y socialmente justa.
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