Según un nuevo estudio liderado por el ICM-CSIC, esto podría llevar a una desestabilización del sistema climático global, una intensificación de las tormentas en zonas concretas y una aceleración del deshielo en los polos.
L'escalfament podria portar a una desestabilització del sistema climàtic global / ICM-CSIC. |
Un equipo científico del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona ha constatado que el calentamiento global está acelerando el ciclo del agua, lo que podría tener consecuencias relevantes sobre el sistema climático global, según se desprende de un artículo publicado recientemente en la revista Scientific Reports.
Esta aceleración del ciclo del agua se debe a un aumento de la evaporación del agua de los mares y océanos a consecuencia del aumento de la temperatura. Como resultado, hay mayor cantidad de agua circulando en la atmósfera en forma de vapor, el 90% de la cual acabará precipitando de nuevo en el mar, mientras que el 10% restante lo hará sobre el continente.
“La aceleración del ciclo del agua tiene implicaciones tanto en el mar como en el continente, donde las tormentas podrían ser cada vez más intensas. Asimismo, este incremento del agua en circulación por la atmósfera podría explicar el aumento de lluvias que se está detectando en algunas zonas polares, donde el hecho de que llueva en vez de que nieve estaría acelerando aún más el deshielo”, explica Estrella Olmedo, la autora principal del estudio.
Por otro lado, el trabajo pone de manifiesto que la disminución del viento en algunas zonas del océano, que favorece la estratificación de la columna del agua, es decir, que el agua no se mezcle en la dirección vertical, también podría estar contribuyendo a la aceleración del ciclo del agua.
“Donde el viento ya no es tan fuerte, el agua superficial se calienta, pero no intercambia calor con las aguas de abajo, permitiendo así que la superficie se vuelva más salina que las capas inferiores y que el efecto de la evaporación pueda observarse con medidas satelitales”, detalla en este sentido Antonio Turiel, otro de los autores del estudio, que añade que “esto nos indica que la atmósfera y el océano interactúan de una forma más fuerte de lo que imaginábamos, con consecuencias importantes sobre los continentes y los polos”.
Figura que muestra la salinidad superficial media de los diferentes mares y océanos del planeta durante el período 2011-2018 / ICM-CSIC. |
Los satélites, clave para el estudio del océano
Para la elaboración del estudio, el equipo científico analizó datos de salinidad superficial -la que miden los satélites- de diferentes zonas del océano. A diferencia de los datos de salinidad subsuperficial -obtenidos con instrumentos in situ-, los datos satelitales les permitieron detectar esta aceleración del ciclo del agua y, por primera vez, el efecto de la estratificación en regiones muy extensas del océano. A su juicio, esto se debe a la capacidad que tienen los satélites de medir datos continuamente, independientemente de las condiciones ambientales y la accesibilidad de las distintas zonas del océano.
“Hemos podido ver que la salinidad superficial está mostrando una intensificación del ciclo del agua que la salinidad subsuperficial no muestra. En concreto, en el Pacífico hemos visto que la salinidad superficial decrece de forma más débil que la subsuperficial y, en esta misma región, se observa un incremento de la temperatura superficial del mar y un decrecimiento de la intensidad de los vientos y de la profundidad de la capa de mezcla”, apunta Olmedo.
Los hallazgos han sido posible gracias al uso de algoritmos y otros productos de análisis de datos que el Barcelona Expert Center (BEC), adherido al ICM-CSIC, ha ido generando estos últimos años para la misión espacial SMOS de la Agencia Espacial Europea (ESA), diseñada para mejorar las observaciones de salinidad de los océanos, esenciales para la comprensión de la circulación oceánica, uno de los factores clave para entender el clima global.
Y es que, esta circulación depende, básicamente, de la densidad del agua, que viene determinada por su temperatura y salinidad. Por eso, los cambios en estos dos parámetros, por pequeños que sean, pueden acabar teniendo consecuencias importantes sobre el clima global, lo que hace imprescindible monitorizarlos de cerca.
En este sentido, Turiel concluye que “los modelos oceánicos deben normalizar la asimilación de datos satelitales de salinidad, ya que la información que proporcionan complementa los datos in situ, y esto es crucial, especialmente, en el actual momento de crisis climática, puesto que los cambios se están produciendo mucho más rápidamente que antes”
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