La familia Khaya permanece retenida sin orden judicial en su domicilio de Bojador, en los territorios ocupados por Marruecos del Sáhara Occidental, desde el 19 de noviembre de 2020. Sultana, su hermana Luara y su madre llevan más de un año sufriendo vigilancia, allanamientos, torturas, robos y agresiones sexuales.
Sultana Khaya. |
Son las 8 de la tarde y conversamos a la luz de dos velas. “Como puedes ver tenemos una en el salón y otra en la cocina”, muestra Sultana. Hace meses que no tienen electricidad ni apenas agua. Cuando algún familiar o compatriota intenta acercarse a la vivienda para llevarles linternas, las decenas de paramilitares marroquíes que las vigilan día y noche se las confiscan. Del grifo salen solo unas gotas de color amarillento. Tienen miedo de que las envenenen por lo que el poco agua del que disponen en botellas lo utilizan para cocinar.
La casa está oscura y desierta. Sultana señala el único cajón de forja que tienen en el salón donde guardan algunas melfas y mantas rociadas de “líquidos malolientes que nos tiran dentro de casa”, reconoce. Hace más de un año que la familia Khaya denuncia en las redes sociales que cuando anochece, varios agentes marroquíes allanan la vivienda, la desvalijan, esparcen basura, las agreden, les roban los teléfonos móviles y empapan sus mantas con líquidos que congestionan sus vías respiratorias. “Ahora utilizan las grúas con las que nos quitaban las banderas saharauis del tejado para entrar en nuestro domicilio de madrugada”, asiente Sultana con frialdad.
¿Quién es Sultana Khaya?Sultana tiene 41 años. Nació en Bojador, en la costa norte del Sáhara Occidental, y allí es donde vive. Es activista defensora de los Derechos Humanos y como saharaui se ha volcado en la lucha de su pueblo para recuperar su territorio. Como casi todos sus compatriotas, tiene familia repartida entre los campamentos y los territorios ocupados, pero ella decidió quedarse para combatir desde la trinchera.
El 19 de noviembre de 2020 llegó a su casa de Bojador después de pasar una temporada en España. Marruecos había roto el alto el fuego en Guerguerat, al sur del Sáhara Occidental, seis días antes y decidió volver para resistir con su gente. La interceptaron en un control de camino a su domicilio, la asediaron y la obligaron a encerrarse. Desde entonces, su madre y su hermana Luara la acompañan en este martirio.
En 2010 cofundó la Liga Saharaui para la Defensa los DDHH y en Contra del Expolio de los Recursos Naturales y hoy la preside. A sus 27 años estudiaba francés en Marrakech. Allí asistió a una manifestación en apoyo a otros compañeros saharauis reprimidos por las autoridades marroquíes. Durante la movilización se le acercaron dos policías y le propinaron tal golpe en el ojo derecho que terminó perdiéndolo. Por ello, Sultana viaja asiduamente a Barcelona y a Alicante para hacerse reconocimientos.
Anualmente le cambian la prótesis ocular pero desde que se encuentra asediada no ha podido atender sus necesidades médicas. Aparentemente su ojo izquierdo se encuentra sano pero sus verdugos conocen su historia y lo atacan continuamente. “Tengo el ojo bueno hinchado del último golpe”, afirma la activista. El 12 de noviembre, sin ir más lejos, le “dieron con un zapato” y nota que ha perdido vista.
Un año de asedio y resistenciaLa conversación se desarrolla con intermitencia porque la conexión a internet es muy inestable. “Lo siento”, se disculpa Sultana, “pero mi hermana Luara me está compartiendo sus datos”. Además de confiscarles los móviles durante los allanamientos nocturnos, cuando las Khaya consiguen terminales y tarjetas sim nuevas, las autoridades marroquíes bloquean la comunicación. “No te sabría decir cuántas veces he cambiado de número en este año”, admite. Es muy probable que cuando se publique este reportaje, Luara Khaya ya no tenga la tarjeta sim que hizo posible esta entrevista.
Por las noches no pueden dormir. “Golpean las ventanas y las puertas de madrugada para no dejarnos descansar”, afirma Sultana. Hasta las 6 o 7 de la mañana no consiguen conciliar el sueño. Y cuando lo hacen no es por mucho tiempo. Las tres saben que esta técnica de tortura la utilizan las autoridades marroquíes desde hace décadas e intentan no examinarse físicamente demasiado, pero la realidad es que están agotadas. Aún así, no entra en sus planes rendirse.
La única persona a la permiten salir de casa para comprar comida es a su progenitora de 84 años. “Luara y yo no tenemos miedo a morir, moriremos algún día, pero nos preocupa la situación de nuestra madre”, admite la activista. Desde que comenzó el asedio, esta mujer octogenaria es agredida diariamente por intentar defender a sus hijas.
“No te puedo describir en una frase las torturas que estamos sufriendo”, asegura Sultana. La madrugada del 8 de noviembre, mientras intentaban dormir, un grupo de hombres encapuchados entraron en la vivienda colándose por el tejado. Las golpearon y a Sultana le inocularon un líquido en el muslo derecho. Piensa que puede ser algún tipo de veneno o cualquier sustancia que provoque una reacción dañina en su cuerpo pero no sabe qué le inyectaron. “No sé qué era pero ese día sentí mareos, náuseas y me faltaba el aire”, admite. A modo de prevención, la activista estuvo unos días tomando medicinas naturales de tradición saharaui destinadas a combatir los envenenamientos. “Sé que su objetivo es matarme pero no tengo miedo”, sentencia Khaya.
Aunque se encuentren encerradas contra su voluntad, Sultana valora que la situación anímica es vital para sentirse libre. Considera que su historia es la misma que están viviendo muchas familias saharauis en los territorios ocupados. Reconoce que los primeros meses de asedio fueron más fáciles de asumir y que desde mayo, el aumento de las torturas de madrugada ha mermado los ánimos. Aún así “la resistencia es continua y sé que se cansarán ellos antes que nosotras”, sostiene.
Violaciones como arma de guerra“Estos agentes, actuando bajo la dirección del Gobierno de Marruecos, amenazan rutinariamente con matar y violar a las hermanas Khaya”, manifiesta Stephanie Herrmann, una de las representantes internacionales de la familia. “Han utilizado la violencia sexual contra Sultana y Luara tanto para castigarlas por sus opiniones políticas como para obligarlas a guardar silencio”, afirma la jurista.
Herrmann trabaja para Perseus Strategies, un despacho jurídico especializado en Derechos Humanos con sede en Washington. Además, forma parte del equipo de apoyo legal internacional a la familia Khaya, integrado por juristas procedentes de distintos países. En julio presentaron una petición al Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU denunciando el arresto domiciliario de las Khaya. Y más recientemente, en noviembre, registraron un Llamamiento Urgente a los Relatores Especiales de la ONU sobre Tortura, Defensores de Derechos Humanos y Violencia contra las Mujeres. En este último adjuntaron todo tipo de pruebas fehacientes que documentan las agresiones, torturas y violaciones que han sufrido en el último año.
“Los agentes torturaron y violaron a ambas hermanas el 12 de mayo de 2021. Sultana publicó un artículo de opinión en CNN Global explicando valientemente los detalles de esta violencia. Nuevamente, el 22 de agosto, las agredieron, las expusieron al COVID-19 y Sultana contrajo el virus como resultado”, resume Stephanie. “El 15 de noviembre, agentes marroquíes allanaron su casa, violaron a Sultana por segunda vez en este año y agredieron sexualmente a Luara”, añade la jurista con resignación.
Al igual que las torturas son un mecanismo ancestral para debilitar e infligir el mayor dolor a quien las sufre, la violencia sexual ha sido, es y será un arma de guerra eterno contra, especialmente, las mujeres. Su objetivo es anularlas como personas y despojarlas de cualquier poder. Las hermanas Khaya son fuertes, humanas y creen en la fuerza de la resistencia. Por ello, las torturan y las violaciones contra ellas no cesan.
Para Herrmann es muy importante que Sultana y Luara tengan sus teléfonos activos para que puedan contactar con el equipo internacional y documenten los abusos que sufren. “Si los agentes logran robar sus móviles, las hermanas Khaya se enfrentan a un mayor riesgo de tortura, desaparición forzosa o asesinato”, alega Stephanie. “Todos los días protestan contra su arresto domiciliario arbitrario e indefinido ondeando la bandera del Sáhara Occidental en su tejado. Son voces a favor de la resistencia pacífica y es un honor apoyarlas”, reconoce la jurista con honestidad.
Llamamiento de la familia Khaya“Espero que la población española sea consciente de que el Sáhara Occidental sigue bajo la administración de su estado. España es la única responsable de cualquier acción que se cometa contra el pueblo saharaui”, sentencia Sultana. Lo único que quiere es poder vivir en libertad y que la comunidad internacional proteja su vida, la de su familia y la de todos los presos saharauis de los territorios ocupados. Pide a los funcionarios del gobierno español que velen por la seguridad de su pueblo y que “no sean cómplices del régimen marroquí firmando tratados comerciales que expolian las riquezas del Sáhara Occidental”.
Pese al sufrimiento acumulado en el último año, las hermanas Khaya se han mandado sonrisas a lo largo de toda la entrevista. Son mujeres alegres y firmes que creen en la resistencia pacífica, como decía su representante legal Stephanie Herrmann. Por ello Sultana no entiende que haya personas que tilden a su pueblo de terrorista. “Nuestra lucha es digna desde sus comienzos”, añade, por lo que las tres mujeres seguirán subiendo al tejado a ondear su bandera saharaui todos los días que les queden de asedio.
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