domingo, 7 de noviembre de 2021

Mujer desnuda con hijo

Madre e hijo - 1914 mujer desnuda con hijo
Madre e hijo, de Egon Schiele (1914).

          Ya en desnudez total

extraña ausencia

de procesos y fórmulas y métodos

flor a flor,

ser a ser,

aún con ciencia

y un caer en silencio y sin objeto.

(Idea Vilariño)

Está prohibido. Tener un hijo y quedarse desnuda junto al hijo está prohibido, la sociedad no está preparada para ese horror —Dios mío, una mujer tan impúdica—. El mundo, lógicamente, está preparado para que el día contra el cáncer de mama todas las famosas nos muestren sus pechos; también está preparado para ver en millones de portadas el cuerpo de mujeres semidesnudas; también está preparado para que en publicidad el mejor y mayor reclamo sea la belleza desnuda de la mujer. Está preparado para la sensualidad y la sexualidad femenina, para que bajo cualquier pretexto, artículos o series, películas o portadas de libros, veamos a mujeres desnudas. Para lo que no está preparado el mundo es para ver a mujeres desnudas fuera del canon o, peor, mucho peor aún, a mujeres que posan junto a sus hijos. Si no hay más remedio, mejor que aparezcan dando el pecho, o semivestidas —sobre todo, que no se les vea nada que pueda mezclar obscenidad y maternidad—. Dios nos libre de semejante pecado: una mujer que ha dado a luz, que alimenta con su cuerpo a su hijo, que duerme-come-anda-vive con un hijo pegado a la falda, que después se muestre así de natural frente a las cámaras. Qué falta de escrúpulos que una madre llame arte a semejante imagen, o que abogue por la libertad mientras le da el pecho y después lo comparta en una red social, lo enseñe a un mundo inocente que no es capaz de comprenderlo.

Anastasia Chernyavsky es fotógrafa y es madre. Uno de los relatos que aparece en Maternidad y creación trata, precisamente, de una fotógrafa. Acaba de ser madre y se dedica a fotografiar aquello que forma parte de su entorno: la ropa sin doblar, los platos sin fregar, su hija llorando en la cuna. Anastasia hace lo mismo: mujeres, mujeres desnudas, y niños. ¿Qué ocurre con el mundo, que no está preparado para el arte de Anastasia Chernyavsky, pero sí para los ángeles de Women Secret? Porque una de sus imágenes, un autorretrato en el que aparece ella frente a un espejo, con la cámara, con su hija rodeando su pierna, con su hijo en brazos, mujer desnuda, con pecho y leche, una leche que cae lentamente de su pezón; una de sus imágenes, de su arte, en el que aparecen tres personas desnudas, juntas, naturales, porque naturales conviven como madre e hijos; una de sus imágenes fue censurada. ¿Por qué motivo? No qué motivo tiene la persona que ha censurado la foto, sino cuál es el motivo de quienes aplauden la censura.

Lo primero que dicen es que hay que proteger al niño. ¿De qué, de la desnudez de su madre? ¿O de ese mundo que no está preparado para separar sensualidad, sexualidad, obscenidad y desnudez? ¿Una mujer desnuda siempre es una mujer sexualizada? ¿Es eso lo que ocurre, lo que nos confunde cuando vemos a una mujer fotografiada desnuda junto a un niño, sea su hijo o no? Por lo visto, sí. Eso es lo que ocurre. Porque Amy Woodruff también ha sido censurada. En su caso, por una foto en la que aparece haciendo yoga desnuda y amamantando a su hija. Aunque ocurrió hace tiempo, la noticia ha sido revisitada: Amy cuenta que vivían en una comuna y que la ropa era opcional. Todos los días hacía yoga y en la imagen aparece lo que para ellos era su rutina: mientras Amy hacía yoga, su hija andaba libre a su alrededor. El día de la imagen, había decidido ir hacia su madre y mamar. ¿El mundo no está preparado para eso? Una mujer bocabajo, desnuda, dándole el pecho a su hija… ¿es demasiado para nosotros?

La mujer y su desnudez le concierne a la sociedad entera, una sociedad enfermiza que no sabe dónde poner los límites. Mientras su cuerpo esté vinculado al sexo y los códigos estén aclarados, todo marcha bien. Pero cuando el cuerpo femenino no tenga claramente un objetivo, un motivo; cuando el cuerpo femenino no sea puramente sexual, no sabremos entenderlo. Para promocionar cremas, colonias o coches, está bien que se utilice a la mujer, su cuerpo, objetizable. Todos conocemos en qué parámetros se está moviendo la mujer y su desnudez: sabemos que está intentando captar la atención del hombre, un hombre que socialmente es inútil, es vulnerable a la desnudez de la mujer hasta el punto de anularlo; sabemos que la imagen de la desnudez está mandando a la sociedad entera un mensaje sobre cómo debe ser una mujer atractiva; sabemos en todo momento que la desnudez de la mujer está haciendo su trabajo en nuestra mente, y nosotros, la mente de la sociedad, una mente única, nosotros dejamos que la desnudez de la mujer haga su trabajo en nuestra mente y nos la modifique, nos la adapte para que la próxima vez que veamos a una mujer prácticamente desnuda anunciando un yogur o una crema hidratante, no nos alarmemos. Esos son los límites por los que la desnudez va a moverse. Nada más, o nos perderemos en el camino, nos dejaremos atrás la mitad del mensaje, creyendo que existe. 

Pero no, el mundo no lo justifica así: no es que no estemos nosotros preparados para la desnudez de una madre con su hijo, sino que es el hijo el que no está preparado para tanta naturalidad, para tal exposición. En launa edición de World Press Photo, una de las imágenes comentadas y criticadas es la de un niño pequeño que está siendo atendido por las heridas que tiene: lleva puesta una camiseta, pero no lleva parte de abajo. ¿Tendrá ese niño, cuando se haga mayor, traumas por esa imagen? Estamos más preocupados porque al niño se le vea lo que no se le tiene que ver que por sus heridas. ¿Quién protege a quién y de quién? ¿Por qué el niño es siempre el motivo, y no la desnudez, y no la sociedad? ¿Qué le pasa a la mente común social para creer que estamos enfermos, que ir sin ropa es sospechoso de algo? Incluso el Museo Meadows de Dallas ha censurado cuadros de Joaquín Sorolla —niños desnudos corriendo por la playa—, ¿a quién se le ocurre? El arte, ese velo demoníaco que se encarga de esconder la vergüenza, que la camufla, que nos la pasa como válida, pero no: ¡la desnudez, no!, ¡por ahí no queremos pasar!

El niño y la mujer desnudos son incómodos para todos nosotros. Estamos tan infectados, hay tal exceso informativo de pederastia, abusos y violaciones que ya somos incapaces de contemplar un cuadro de Sorolla o una imagen de la fotógrafa Anastasia Chernyavsky sin escandalizarnos. He llegado a leer artículos en los que se dan consejos al respecto: ¿hay que mostrarse desnudos frente a los hijos o eso les creará un trauma o podrá perturbar su desarrollo psicosexual? El mundo no está preparado para que nos desnudemos delante de nuestros hijos, pero sí para que los videoclips de sus cantantes preferidas estén plagados de imágenes indiscutiblemente sexuales. ¿Quién perturba a quién y por qué la desnudez pura, sencilla, es más compleja que la obscena? ¿Una mujer masturbándose es menos peligrosa que una mujer amamantando? ¿Se fomenta la pedofilia con las fotografías de Anastacia, como dicen, o el arte está salvado de tal horror? ¿Qué buscaba Sorolla dibujando a aquellos niños desnudos corriendo por la playa? ¿Es la desnudez maternal peor que la sexual? La mujer está desnuda, el hijo está desnudo, son puros, son impuros, se aman, son sexuales, el parto es sensualidad, el amor, toda la espuma del mar —el hombre no está tan lejos de lo salvaje cuando se trata de belleza.

Fuente: https://www.jotdown.es/2021/11/mujer-desnuda-con-hijo/

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