lunes, 14 de junio de 2021

La agonía de Francia

Maryse Bastié

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El hombre francés no acepta de buen grado la injerencia de la mujer en la función militar. Uno de los más prestigiosos generales del Estado Mayor proclamaba orgullosamente en la prensa que en todo el ejército francés no había una sola mujer y se daba el caso de que aviadoras universalmente famosas como, por ejemplo, Maryse Bastié, no habían podido volver a volar desde el momento en que se declaró la guerra. Únicamente se había aceptado a las mujeres para la conducción de automóviles que transportaban material sanitario al frente. El SAFF (Servicio Automovlístico Femenino Francés) era la única puerta que se había dejado entreabierta a las mujeres que querían servir en la guerra. Pero en general se las rechazaba inexorablemente incluso burlándose de ellas y mandándolas a hacer tricot para los soldados.
Esto no impedía que cierta clase social femenina desplegase con motivo de la guerra una actividad extraordinaria que forzosamente había de limitarse a obras benéficas en la mayoría de los casos superfluas, pura apariencia de actividad, mero pretexto para intervenir y danzar en comités ociosos y de puro relumbrón. Para emplear a las mujeres distinguidas, a las que no se quería utilizar directa y eficazmente en la guerra, se organizaban comedores de asistencia social, centros de albergue, refectorios en las estaciones, etcétera. Pronto, cada gremio artístico y literario de París tuvo su popote de guerra o cocina económica en la que se daba de comer a bajo precio merced a la ayuda oficial y a unas suscripciones públicas encomenadas a las damas parisienses. Había la popote de los comediantes, la de los artistas de music-hall, la de las viejas cigarras de Montmartre y la de los literatos en las que auténticas princesas y marquesas con sus delantales blancos se hacían la ilusión de estar empeñando una función útil para ganar la guerra poque servían de comer con buena gracia a unos pobres diablos menesterosos y a unos parásitos eternos. 
 
Imagen
El 14 de junio de 1940 las tropas nazis entraron en París. Unos días después, Hitler visitó París en su condición de nuevo conquistador de Francia.
   La mujer francesa no tomaría parte efectivamente en la guerra, pero se movía y danzaba como si fuese ella quien tuviese que ganarla.[...]
   En Francia, durante la guerra no se creía que las mujeres pudiesen ayudar más eficazmente a ganarla y como una concesión benévola, se les dejaban sólo estos entretenimientos superficiales, este simulacro de actividad. Las inglesas, con su intervención activa, directa, intensa y, sobre todo, con la espectacular exhibición de sus uniformes, producían una viva irritación hasta el punto de que en algunas ocasiones la prensa tuvo que hacer valer los servicios admirables de las mujeres-soldados en el ejército, sus trabajos penosos, su abnegación y su coraje para que el público las respetase cuando las veía en los boulevards o en los bares ingleses de los alrededores de la Ópera y suponía malévolamente que no hacían otra cosa en la guerra que pasear luciendo el uniforme, flirtear con los oficiales y beber cocktails.
Mujeres piloto de la RAF
   La diferencia nacía de que así como los franceses rehuían la guerra y permanecían ante ella toscos y encerrados en sus reservas mentales y su malhumor por tener que sufrirla, ingleses e inglesas se habían lanzado a ella con todas sus consecuencias, la vivían con entusiasmo, sin temor, sin exasperación, seguros de sí mismos y del triunfo final. Esta actitud desenfadada y jovial de los ingleses contrastaba con el ceño aborrascado del francés, que no tenía ninguna fe en sí mismo ni en el resultado de la lucha entablada. Unos y otros no podían etenderse. ...
 
La agonía de Francia
Manuel Chaves Nogales

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