miércoles, 24 de febrero de 2021

Conversación a la luz de una vela


Fragmento de la pintura La boyarda Morózova de Vasili Súrikov que retrata el arresto de Feodosia en 1671. Ella sostiene dos dedos levantados, mostrando así la antigua forma de la Señal de la Cruz hecha con dos dedos que los nikonianos sustituyeron por una hecha con tres. 1877. Galería Tretiakov de Moscú. https://es.wikipedia.org/wiki/Feodosia_Morozova

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El drama de Lykovy hunde sus raíces en un drama nacional de tres siglos de antigüedad llamado cisma.
 Ante esta palabra muchos se acuerdan enseguida del lienzo de la galería Tretiakov, La boyarda Morózova. En la imagen de esta fanática Vasili I. Súrikov concentró las pasiones que bullían en la Rus* a mediados del siglo XVII. Pero este no es el único personaje llamativo del cisma. El escenario de este gran drama fue multifacético y muy variado. El zar se vio obligado a escuchar reproches y lamentaciones de los "hombres de Dios", de los yuródivye**,los boyardos actuaron en connivencia con los pobres; los eclesiásticos de alto rango, con la paciencia agotada por las discusiones se tiraban de la barba; se alteraron los fusileros, los campesinos, los grupos de artesanos. Ambas facciones del cisma se acusaban de herejía, maldecían y rechazaban la "fe verdadera". Las autoridades dejaron que los cismáticos más rebeldes se pudrieran en profundos agujeros, les arrancaban la lengua o los quemaban en la hoguera. La frontera del cisma recorrió como una sombra fría incluso a la familia del zar. Primero su mujer, María Ilínichna, y después su hermana Irina Mijáilovna, intercedieron en más de una ocasión por los guías del cisma caídos en desgracia. 
   Pero ¿cómo se llegó a esto? En apariencia, por tonterías. Para reforzar la fe ortodoxa y el estado, el zar Alejo y el patriarca Nikon pensaron y llevaron a cabo una reforma de la Iglesia (1653) basada en la revisión de los libros litúrgicos. Traducidos del griego en tiempos de la cristianización de la Rus pagana por el príncipe Vladímir de Kiev (988), a causa de las numerosísimas reescrituras y copias los libros litúrgicos se habián convertido en una especie de "teléfono escacharrado". Ya en los inicios el traductor había metido la pata, el trabajo del escribiente fue una chapuza e hizo una mala interpretación de la palabra ajena, en seis siglos y medio se habían acumulado todo tipo de inexactitudes, muchas incongruencias. Se decidió recurrir a las fuentes originales y revisarlo todo.
   ¡Y así empezó! Porque estaban acostumbrados a las incongruencias. Las correcciones "herían los oídos" y parecía que socavaban la propia fe. Apareció una oposición importante a las correcciones en todos los estratos de creyentes: desde la jerarquía eclesiástica, boyardos y príncipes hasta popes, fusileros, campesinos y yuródivye. "¡Han atentado contra la antigua fe!", clamaba la oposición.
   Protesta especial levantaron unas divergencias ridículas desde nuestro actual punto de vista. Siguiendo los libros nuevos, Nikon sostenía que las procesiones con la cruz cerca de las iglesias había que hacerlas en dirección contraria al sol y no siguiéndolo, que la palabra aleluya no debía entonarse dos veces, sino tres, que las inclinaciones no debían ser en el suelo, sino de pie y desde la cintura, que no había que santiguarse con dos dedos, sino con tres, como se santiguan los griegos. Como puede verse, las discusiones no tenían que ver con la fe, sino con los ritos de los oficios, con detalles sueltos , en general, nimios de los ritos. Pero el fanatismo religioso y la fidelidad a los dogmas no tienen fronteras, toda la Rus empezaba a agitarse. 

Piotr Ivánovich Potiomkin (Potemkin). Carreño de Miranda, Juan. Museo del Prado


   ¿Hubo algo más que aumentara el fanatismo de la oposición? Lo hubo. La reforma de Nikon coincidió con la servidumbre definitiva de los campesinos y, en la conciencia de la masa popular, las innovaciones se unieron a la pérdida de las últimas libertades y de la "antigüedad sagrada". Al mismo tiempo, en la Rus feudal de los boyardos cundía el espanto ante las novedades que llegaban de Europa y a las que el zar Alejo, que veía cómo a la Rus se le enredaban los pies en los caftanes de falda larga, no puso especiales barreras. A los clérigos tampoco les entusiasmó mucho el "nikonismo". En esta reforma sentían la mano firme del zar queriendo hacer de la Iglesia un siervo obediente a su voluntad. En resumen, había muchos en contra de "santiguarse con tres dedos". Y empezó la revuelta llamada cisma.
   La Rus no fue la primera en tener querellas religiosas. Recordemos las guerras religiosas europeas, recordemos la matanza de San Bartolomé en París (la madrugada del 24 de agosto de 1572), cuando los católicos dieron muerte a tres mil hugonotes), convertida ya en el símbolo del fanatismo y de la intolerancia. En todos los casos, al igual que sucedió en el cisma ruso, la religión estaba estrechamente ligada a las contradicciones sociales, nacionales y jerárquicas. Pero las banderas eran religiosas. La gente se mataba en nombre de un dios. Y todas estas querellas, que atrajeron a su órbita a multitud de gente, tuvieron sus propios guías.
   En el cisma ruso sobresalen dos figuras. En un bando, el patriarca Nikon; en el otro el protopope Avvakum. Resulta interesante que los dos eran "pueblo llano". Nikon era hijo de un aldeano, Avvakum, de un sencillo pope. Y los dos (¡coincidencia asombrosa!) eran del mismo lugar [...]
   Amiga de la primera mujer del zar Alejo, la joven viuda Feodosia Prokófievna Morózova era muy rica . Su casa era el estado mayor del cisma de Moscú. Después de mucho tiempo soportándolo, el zar dijo al fin : "Uno de nosotros tendrá que ceder". 
   En el cuadro vemos a Feodosia Prokófievna en el momento en que, subida en un trineo campesino, la llevan por Moscú camino del destierro. Podemos ver representado el cisma al completo en este formidable lienzo. Los popes soltando risitas, los semblantes preocupados de las gentes sencillas y de los nobles que se compadecían de veras de la mártir, los rostros severos de los guardianes de la antigüedad, un yuródivy. Y, en el centro, Feodosia Prokófievna haciando el símbolo de sus convicciones: la señal de la curz con dos dedos[...].
 
   El cisma no se superó ni siquiera después de la muerte del zar Alejo (1676). Todo lo contrario, la marcha de Nikon, las plagas que esos años diezmaron la población en muchos cientos de miles, y la muerte inesperada del mismo zar no hizo sino convencer a los cismáticos :"Dios está de nuestro lado".
   El zar y la Iglesia se vieron obligados a tomar medidas severas. Pero solo consiguieron agravar la situación. Una multitud sombría empezó a hablar del fin del mundo. La convicción era tan grande que entre los cismáticos apareció una corriente que predicaba el abandono voluntario de la vida como "salvación ante el anticristo". Empezaron los suicidios en masa. La gente moría por decenas a causa de huelgas de hambre encerrados en casas y ermitas. Pero en especial se difundió la inmolación, "el fuego purifica". Ardieron familias y pueblos. En opinión de los historiadores, cerca de veinte mil partidarios fanáticos de la "fe antigua" se prendieron fuego. 
   La subida al trono de Pedro, con sus novedades realmente drásticas, fue recibida por los viejos creyentes como la llegada del anticristo tiempo atrás anunciada.
   Indiferente a la religión, Pedro considró razonable "no perseguir" a los cismáticos, sino hacer un registro de ellos e imponerles el doble de impuestos. A algunos viejos creyentes les convenció este proceso de "legalización", otros echaron a correr lejos del anticristo "a bosques y lugares apartados". Pedro creó una oficina especial del cisma para buscar a quienes se escondían del pago. Pero grande es la tierra rusa. Muchos encontraron en ella rincones retirados a los que no llegaba ni el ojo ni la mano del zar. En esos tiempos había lugares remotos en las regiones de Transvolga del Norte, en la cuenca del Don y en Siberia, y aquí se establecieron los cismáticos (los "viejos creyentes" o "los viejos ritos"), los "verdaderos cristianos", como se llamaban a sí mismos. Pero la vida alcanzaba, acosaba, estratificaba a quienes protestaban por razones religiosas, cotidianas y, en parte, también sociales. 
   Desde el principio, en el cisma brotaron dos ramas: los popovtsy y los bespopovtsy, los "sin popes". Esta última corriente, despojada de iglesias, muy pronto se descompuso "en las montañas y en los bosques" en numerosas sectas condicionadas por su heterogeneidad social, por los modos de vida, por el ambiente en que se habitaba y, con frencuencia, por los antojos de los predicadores.
   En el siglo pasado los viejos creyentes aparecieron en el campo visual de literatos, historiadores  y escritores costumbristas. Este interés es comprensible. En una casa donde varias generaciones hacen todo tipo de reformas y renovaciones , el repentino descubrimiento de un antiguo trastero con cacharros de los bisabuelos por descontado despierta la curiosidad. Rusia, que desde los tiempo de Pedro había cambiado hasta volverse irreconocible, habiá abierto de repente ese "trastero" que estaba en "los bosques y en las montañas". Los modos de vida, la ropa, la comida, las costumbres, la lengua, los iconos, los ritos, los antiguos libros manuscritos.... Todo se había conservado de maravilla en ese museo vivo de lo pasado.
   Por otra parte, muchas orientaciones de los viejos creyentes se oponían al régimen de servidumbre y a la mismísima autoridad del zar.[...]
   La orientación de los llamados beguny***, "errantes", solo veían la salvación del anticristo personificado en el zar, de las cargas del trabajo comunal y de las opresiones de las autoridades en "huir y ocultarse", Los viejos creyentes de esta orientación no solo rechazaban el afeitado de las barbas ordenado por Pedro, el tabaco y el vino. No aceptaban nada "del mundo": las leyes del estado, el servicio militar, los pasaportes, el dinero, cualquier autoridad, los "juegos en las fiestas", los cánticos y todo lo que la gente "no temerosa de Dios pueda inventar". "La amistad con el mundo es la enemistad con Dios. !Hay que huir y ocultarse¡"Este excepcional ascetismo solo estaba al alcance de un pequeño número de gente, bien indigentes o, por el contrario, fuertes y aptos para soportar una vida tan apartada. El destino acabaría juntando a unos y a otros.
   La vida acorralaba a los beguny y los empujaba a los lugares más inaccesibles....
 
Los viejos creyentes
Vasili Peskov

**yuródivye son unos personajes propios de la cultura religiosa rusa. Suelen ser enfermos y pobres que viven de la caridad y cuyos ataques y gritos icoherentes se tomaban como revelaciones divinas. Solían difrutar del respeto no solo del pueblo llano, sino también de los estratos poderosos.
***beguny, de la raíz "beg-" "correr, huir"

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