domingo, 9 de enero de 2022

Los últimos balleneros



https://www.xlsemanal.com/conocer/sociedad/20210612/balleneros-caza-ballenas-arpon-indonesia-cultura.html
 

 ...  En el siglo XII a.C., cuando la humanidad vivía en grupos de cazadores-recolectores, existían en torno a cien mil lenguas en todo el mundo, cada una de ellas con su propia cultura, lo que nos permite calcular aproximadamente su número, así como su eventual declive. En esa epoca, la diversidad lingüística de la tierra probablemente se parecía más a la de las actuales Idonesia y la vecina Papúa Nueva Guinea, donde conviven más de mil quinientas lenguas vivas, y donde las islas montañosas albergan idiomas tan distintos entre sí como el inglés y el chino mandarín en valles que tan solo distan quince kilómetros. Al vivir en pequeñas comunidades lo bastante distanciadas para permitir un modo de vida que depende de la recolección, estos grupos aislados desarrollaron sus propias lenguas y modos de vida.

   A medida que la agricultura comenzó a desarrollarse en diversos puntos a lo largo y ancho de los continentes, los grupos se asentaron y se unieron para poder trabajar mejor la tierra. Estas poblaciones dedicadas al cultivo de la tierra empezaron a crecer y a competir con los cazadores-recolectores por el mejor territorio. Contaban con varias ventajas en estas disputas como su superioridad numérica y el excedente alimentario del que disponían para alimentar a los soldados o a los individuos dedicados a fabricar utensilios. Con el transcurso de miles de años, las sociedades agrícolas crecieron y dejaron de ser poblados para convertirse en ciudades estado, reinos e imperios. Los imperios necesitaron forjar una cultura única capaz de aglutinar a su muy diversa población, y los modos de vida divergentes a menudo acabaron barridos por mandato oficial. Incluso las minorías que se libraron de la persecución abierta terminaron asimiladas y abandonaron sus tradiciones para beneficiarse de las ventajas de formar parte de la mayoría. Y a medida que los pueblos recolectores se sumaban a la civilización o esta los exterminaba, el número de lenguas y culturas fue menguando.  
   Aun así, en los albores de la época colonial europea, hará unos quinientos años, existían unas quince mil lenguas en todo el mundo, más del doble de las que perviven hoy día, y los cazadores-recolectores seguían ocupando una tercera parte de la superficie terrestre. Los avances en los sistemas de navegación marítima y armamento permitieron a los países europeos conquistar rápidamente el globo, y con ello acelerar la extinción lingüística y cultural. Los colonos americanos diezmaron la población americana nativa; los colonos australianos instauraron una política de genocidio de los aborígenes; en el Congo, los belgas asesinaron y forzaron a trabajar hasta la muerte a cerca de diez millones de sus subditos africanos. Civilizaciones enteras fueron aniquiladas por la propagación de enfermedades europeas como la viruela, que diezmaron a una población indígena aún carente de anticuerpos. Solo en las Américas se calcula que los europeos fueron responsables de la muerte del noventa y cinco por ciento de la población en unas pocas generaciones. Los colonizadores impusieron sus lenguas, culturas y religiones a los pueblos derrotados, completando así el exterminio del estilo de vida aborigen.
 
   Los lamaleranos se libraron de las peores atrocidades del colonialismo gracias a la remota localización de la isla de Lembata y al escaso atractivo de sus recursos. Los europeos tuvieron poca presencia permanente en el archipiélago de Solor una vez abandonado un fuerte construido por los portugueses a mediados del siglo XVII, cuyo objetivo era proteger el comercio de  sándalo, después de comprobar lo difícil que resultaba abastecerlo. Los marinos de paso que desembarcaban en la costa en busca de agua potable eran atacados por indígnas cubiertos de corteza de árbol que disparaban flechas terminadas en punta de hueso de cabra, y los occidentales empezaron a evitar las islas, temiendo que sus habitantes fuesen caníbales. Alrededor de 1850, cuando los holandeses compraron a los portugueses el archipiélago de Solor, el administrador holandés escribió que lo único que se sabía acerca de los lamaleranos era que se dedicaban a la caza de la ballena, eran paganos y no leales a holandeses ni portugueses. A finales del siglo  XIX, un funcionario holandés escribió que ningún europeo había puesto pie aún en el interior de Lembata.
   Pero cuando los holandeses consolidaron su dominio de la Indonesi occidental, centraron su atención en el este. En 1910, una compañía de soldados holandeses visitó Lembata para censar a la población y desarmarla de los toscos rifles que había adquirido mediante el trueque. Pero al concluir la segunda guerra mundial, cuando los holandeses renunciaron a sus aspiraciones sobre Indonesia, los lamaleranos apenas se enteraron, porque los colonizadores no habían prestado mayor atención a la tribu, aparte del ocasional impuesto gravado por e coco y el cacao...
 
Los últimos balleneros
Doug Bock Clark

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