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Danielle Orchard |
¿Solo sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba
Para
corregir nuestros ataques transitorios de ceguera, Schopenhauer
recomendaba fijarnos en lo que disfrutamos con la misma mirada con la
que lo veríamos si alguien nos lo estuviera quitando. “Deberíamos pensar
a menudo: ¿cómo sería si perdiera esto?”, escribió. Muchos siglos
antes, los filósofos griegos afirmaron que la felicidad se puede
aprender y entrenar, pues la entendían como esa forma de atención que
atrapa y agudiza el placer del presente. Para alcanzarla, proponían un
ejercicio parecido: suponer que no tienes nada, discurrir por orden de
prioridad lo que querrías recibir y pensar cuántas cosas reclamas que
son tuyas ya. Todo consiste en conocer lo que tenemos al menos con la
misma precisión con la que sabemos lo que nos falta. Porque no basta con
ser felices, hace falta darse cuenta de que lo somos: hay que reconocer
la felicidad con facilidad.
Irene Vallejo
Fuente: https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
¿Solo
sentimos el valor de lo que fue nuestro y dejamos escapar? ¿Todos
nuestros paraísos son paraísos perdidos? La mayoría de nosotros no
sabemos decir con exactitud en qué consiste la felicidad hasta que ya la
sentimos vivida por completo. Cuántas veces la reconocemos al
recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba.
Cuando la memoria regresa al pasado, nos damos cuenta de que hemos
dejado atrás, sin pararnos, casi sin verlos, los oasis más verdes. Por
eso Fausto, el personaje de Goethe, vendía su alma al diablo a cambio de
un momento del que poder decir: “¡Detente, instante, eres tan bello…!”
No se trataba solo de felicidad, sino de la conciencia de esa felicidad
mientras duraba.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/felicidad-ignorada
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