Los ataques a esta actividad tradicional suponen también una agresión a la cultura y señas de identidad de este pueblo, hostigado por el agresivo centralismo de los Estados a través de los cuales se extienden sus dominios.
Aslat Holmberg, vicepresidente del Consejo Sami. — público |
Los renos que pastorean los sami de Laponia, últimos indígenas de Europa, se hallan en la primera línea de los desastres provocados por el cambio climático. "Los inviernos son más cálidos y, por culpa del calentamiento global, se forma con más frecuencia que antaño una capa de hielo sobre la nieve que impide que los animales accedan a los líquenes de los que se alimentan", explica Aslat Holmberg, vicepresidente del Consejo Sami y representante de la minoría nativa de la Laponia finlandesa, a la que ellos llaman "Sápmi" en su lengua vernácula. El fenómeno era ya conocido desde hace algunos años en Suecia, pero, más recientemente, se ha extendido a Finlandia y Noruega.
Prácticamente todos los aspectos de la vida tradicional sami solían girar en torno a los renos, una especie semidoméstica
que ellos aprendieron a pastorear hace miles de años. A diferencia del
resto de los pueblos del planeta, estos indígenas tienen ocho
estaciones. Se corresponden con las cuatro tradicionales y con otras
cuatro intermedias entre cada una de ellas. Todas sirven para describir
las migraciones de los animales desde sus dominios invernales a los pastizales estivales o ciertos episodios señalados como la época de crianza.
El cambio climático no es la única amenaza, pero sí una de las principales. "Nuestra gente se ha visto obligada a cambiar la forma de pastorear y a proporcionarles a los renos una comida adicional que a menudo deben transportar a través de la tundra (en motos de nieve) muchos kilómetros más allá de la carretera más cercana. Eso tiene un impacto en forma de gastos y de trabajos extras", señala Holmberg.
Sucede también a menudo que los pastores deben trasladar sus rebaños mucho más lejos para encontrar pastos apropiados. Hace ahora tres años hubo una gran hambruna entre los renos de los sami de Noruega, mientras que en 2013 y 2014 sucedió lo mismo en la península rusa de Kola.
No más pastoreo de renos"En efecto, el principal problema es el acceso a los pastizales", dice el escritor austriaco Gabriel Kuhn, autor del libro Liberating Sápmi: Indigenous Resistance in Europe's Far North. "Con cada nuevo proyecto de infraestructura que se ejecuta –sea una mina, un ferrocarril o un parque eólico– desaparecen áreas de pastoreo y se cortan las rutas migratorias", indica.
Khun afirma que "el calentamiento global también tiene un gran impacto. Por ejemplo, ríos que solían estar congelados durante meses ahora están congelados durante períodos mucho más cortos. Las manadas de renos no pueden avanzar o cruzarlos en los meses de invierno como solían hacerlo. Pero no solo el calentamiento global es un problema, sino el cambio climático en general. Por ejemplo, los períodos más fríos se registran ahora en abril y mayo, coincidiendo con la época de cría".
"Algunos de los recién nacidos tienen dificultades para sobrevivir en el frío. Existen otros ejemplos. Hay un consenso entre los sami acerca de que no saben durante cuánto tiempo más podrán seguir viviendo del pastoreo de renos. Hoy, muchos de ellos, deben recurrir a empleos más convencionales", señala el escritor.
El pueblo sami −también conocido peyorativamente como lapón− habita en Laponia, una región que se extiende por el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de Kola, al noroeste de Rusia. No existen estadísticas sobre su población precisa, pero de acuerdo a las estimaciones comúnmente aceptadas, unos 50.000 habitan en Noruega; 20.000, en Suecia; 10.000 en Finlandia y 2.000 en Rusia.
Gracias a los descubrimientos de los arqueólogos, sabemos que existe una población estable que vivía de la pesca y la caza del reno en las costas árticas desde un periodo que podría comenzar entre dos y siete mil años antes de Cristo. Se da por cierto que los sami son la primera población autóctona conocida de Laponia, lo que a su vez ha dado lugar a un movimiento de reivindicación de sus derechos como pueblo indígena y una denodada resistencia para hacer frente a todos los intentos de asimilación.
En 1956, crearon el Consejo Nórdico de los sami con la esperanza de coordinar a las comunidades noruegas, finlandesas y suecas. En 1991, se unieron los rusos al Consejo. Existen asimismo varios parlamentos oficialmente reconocidos, pero son órganos de naturaleza meramente consultiva a los que sus gobiernos respectivos no prestan apenas oído. Actualmente, los medios de comunicación escandinavos se refieren a esta minoría como "sami", dado que el término "lapp", del que procede lapón, es claramente despectivo. Este es un exónimo que significa "ropa de mendigo", "inculto" y "tonto".
En realidad, los problemas de los sami no son muy diferentes de los de otras minorías de nativos del planeta. "Hemos tenido experiencias muy similares a las de indígenas de Estados Unidos o Canadá en relación, por ejemplo, a los internados de nativos, que en el caso del norte de Europa eran verdaderas fábricas de asimilación", dice el vicepresidente del Consejo sami, Aslat Holmberg.
"No hace tanto tiempo de ello porque nuestros padres y nuestros abuelos sufrieron estas experiencias. Se les sacaba de su familia a los ocho o nueve años para llevarlos a un entorno extraño donde no podían hablar ni su propia lengua. Esos niños ni siquiera entendían sueco o finlandés. Y por supuesto, la influencia de esas políticas se extienden hasta el día de hoy", afirma.
"Estamos hablando de los setenta, así que mucha gente que actualmente está en su mediana edad o en la vejez están contaminados por la idea de que la cultura sami es inferior y que es mejor aprender la lengua e impregnarse de la cultura mayoritaria –continúa Holmberg–. En muchas familias, nuestra lengua se ha perdido e incluso a día de hoy, el 80% de nuestros niños en Finlandia viven en el sur, fuera del territorio sami”.
Estudios anatómicos de una raza inferior"Incluso se les infligía castigos físicos, y muy particularmente en Suecia", afirma por su parte el escritor austriaco, residente en Suecia, Gabriel Kuhn. "Desde las instituciones enviaban gente a las escuelas para realizar estudios anatómicos de una raza inferior. Todo esto era muy entrometido. A la mayoría de los niños solo se les permitía viajar a su casa dos veces al año: en Navidad y durante las vacaciones de verano", señala.
La vida tradicional de este pueblo no ha dejado nunca de estar permanentemente amenazada por la rapacidad de las empresas que se disputan sus territorios con la connivencia de los Estados por las que se reparten. Una de las principales agresiones a su cultura y su forma tradicional de vida sigue procediendo de la minería.
Tal como explica Aslat Holmberg, "es cierto que hay sami que viven y obtienen ingresos de esa actividad, pero, como regla general, allá donde se establecen esas compañías se causa un grave daño a nuestros usos tradicionales y, particularmente, al pastoreo de renos. En Finlandia hay grandes reservas mineras, pero no hay compañías trabajando, a excepción de algunas prospecciones de oro. En Suecia, sin embargo, existe un gran número de minas con las que es muy difícil coexistir".
En el mismo sentido, Kuhn afirma que "la minería sigue siendo un gran problema, pero existen otros como la silvicultura, la caza y la pesca, la hidroelectricidad y, cada vez más, los parques eólicos y la geoingeniería".
"Existen varias plantas eólicas enormes en el lado sueco y en la frontera entre Suecia y Noruega", asegura Holmberg. "Hay también otro proyecto planteado no lejos de donde yo vivo, en la vertiente noruega, cerca de Saana, la montaña sagrada de los sami, que es uno de los pocos entornos de pastoreo que han permanecido inalterados", destaca.
Holmberg relata que "existe un plan de una compañía finlandesa para levantar 150 turbinas y construir 200 kilómetros de carreteras de mantenimiento en esa zona virgen". Las turbinas asustan a los renos por su ruido y su tamaño –subraya–. En una franja que se extiende en torno a diez kilómetros de donde se levantan, el área deja de ser apta para el pastoreo, lo que en última instancia también corta las rutas tradicionales de migración de esos animales".
Discriminación racialEl turismo y la pesca no sostenible o ciertos proyectos ahora en suspenso como el trazado de un ferrocarril también están poniendo en jaque la supervivencia de la cultura de este pueblo, que se defiende a duras penas del racismo estructural que, a su juicio, caracteriza a las sociedades entre las que vive.
"Éramos y seguimos siendo víctimas de diferentes formas de racismo", afirma Aslat. "Por ponerte un ejemplo, hace algún tiempo, a raíz de una de nuestras victorias judiciales en Suecia, las redes se incendiaron con el clásico discurso del odio. Algunos sami fueron amenazados y sufrieron incluso ataques físicos: asesinaron y torturarnos renos para intimidarnos", sostiene.
A su juicio, "hay un fuerte racismo en Suecia que también se aprecia en el modo en que se nos niega nuestro derecho a decidir cómo queremos que se gobiernen nuestros territorios y los recursos que contienen. El legado colonial todavía sigue vivo. Sucede lo mismo en Finlandia. Y eso puede apreciarse incluso en la forma en la que somos descritos".
"Cuando luchamos por nuestros intereses, la mayoría finlandesa reacciona quejándose y preguntándose por qué somos tan difíciles. En general, no hay mucha discusión sobre nuestro derecho a la autodeterminación, pero eso es algo en lo que estamos trabajando ahora. Tenemos derecho a decir no a los proyectos dañinos que nos amenazan", agrega Aslat.
"Sin duda, existe un racismo antisami en todos los países nórdicos", coincide Kuhn. "Esto se expresa mediante insultos o mediante desventajas estructurales en el acceso al empleo o la vivienda. En las encuestas, la gran mayoría de los sami afirman que han tenido experiencias personales de discriminación racial", añade.
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