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| Chomsky advierte sobre los desafíos y las crisis que enfrenta la humanidad. | 
 El pensador norteamericano definió a las elecciones presidenciales de 
noviembre próximo en su país como "las más importantes en la historia de
 la humanidad" y habló del deterioro de la democracia y la catástrofe 
medioambiental en una entrevista exclusiva con Télam. El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, 
uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios 
complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al
 mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por 
el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe 
medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese 
panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define
 en una entrevista exclusiva con la Presidenta de Télam como "las más 
importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la 
historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como "El nuevo orden mundial (y el viejo)" o "Poder y terror"
 mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo
 de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos
 con intervenciones públicas que le han valido represalias de los 
sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra
 de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o
 recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald 
Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de sus críticas, 
Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó
 junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo 
de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros 
impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas 
personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al 
actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam,
 vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como "una especie de 
dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de 
corrupción".
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, 
uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios 
complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al
 mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por 
el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe 
medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese 
panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define
 en una entrevista exclusiva con la Presidenta de Télam como "las más 
importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la 
historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como "El nuevo orden mundial (y el viejo)" o "Poder y terror"
 mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo
 de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos
 con intervenciones públicas que le han valido represalias de los 
sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra
 de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o
 recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald 
Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de sus críticas, 
Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó
 junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo 
de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros 
impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas 
personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al 
actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam,
 vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como "una especie de 
dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de 
corrupción"
Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad 
pareciera centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias, 
usted redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra 
especie humana es lo que verdaderamente está en peligro.
Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en 
medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la catástrofe 
medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de la 
democracia, que es el único medio para combatir estas crisis. Y, además,
 las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos- 
tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el último. Hemos 
tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de 
coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El Ébola, por ejemplo,
 fue altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy 
contagioso, pero no muy letal. La próxima pandemia que se presente 
podría ser ambas: altamente contagiosa y altamente letal. Entonces nos 
enfrentaremos a algo así como la Peste Negra del siglo XIV. Podemos 
prevenirlo, pero hay que hacerlo.
¿Por qué tenemos una pandemia hoy?
Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en 
2003, un virus muy similar. Los científicos advirtieron que vendrían 
otros, que debíamos prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los 
virus, planificar cómo desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de 
prevención de pandemias. Todo está bastante claro. Pero no basta con 
tener la información, alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas 
farmacéuticas tienen los recursos, los laboratorios, etc. No lo hacen, 
sin embargo, porque hay algo que se llama Capitalismo. El capitalismo 
dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en 
algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no se ganará 
mucho dinero, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se 
acabó. Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir 
vendiendo mañana.
¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome su protagonismo?
El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero 
no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo. Como lo expresó Ronald
 Reagan en su discurso inaugural, “el gobierno es el problema, no la 
solución”. Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las 
manos del gobierno al poder privado. ¿La razón? Ellos creen que el 
gobierno es una institución defectuosa porque responde a la población, 
al menos en parte, y ese es un problema grave. No podemos permitirlo. 
Por tanto para ellos es necesario trasladar las decisiones a tiranías 
privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama 
“libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo. Volviendo a la 
pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir, porque nunca 
pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar la 
vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.
¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta de seguro médico? Cuánto devastó Trump de ese legado?
La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante
 una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo 
investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos 
para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar 
secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver
 qué pasaría si el virus se propagaba. Todos estas iniciativas 
sucedieron hasta enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos 
eran algo.
A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos 
los años ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero 
de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente recorta los gastos 
relacionadas con la salud pública, incluidos los del Centro para el 
Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba 
singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo 
tipo de incompetencia y malicia en relación a su manejo.
Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado, en realidad, con respaldos institucionales sólidos.
El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos legislativos 
para acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y no 
dejar nada en su lugar. La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen
 otros países, pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque 
para ellos ,no debería existir nada fuera del mercado. Si puedes 
sobrevivir bien o si no mal. Se llama “Libertario”, lo que es una broma 
de mal gusto. Es totalitario. Te están diciendo que si eres lo 
suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala 
suerte. Eso se está manifestando en la crisis del COVID-19. Hay mucha 
gente que se niega a hacerse la prueba porque es demasiado cara. Me 
refiero a que técnicamente el gobierno paga pero luego la gente recibe 
copagos que su compañía de seguros no pagará. Los ciudadanos de los 
Estados Unidos son el cuatro por ciento de la población mundial y el 25 
por ciento de los casos. No hay mejoría. De hecho, está empeorando. Yo 
no he salido de mi casa en cuatro meses.
¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?
Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan. Los 
programas neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población
 en general. Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser
 eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación 
normal. Se asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors. 
Con los recursos justos. Cuando se presenta cualquier situación 
excepcional, el desastre es total. De hecho, este modelo de negocio 
Reaganiano tuvo un efecto en todo el mundo. Esas son las batallas que se
 libran internamente en Estados Unidos, pero lo mismo está sucediendo en
 todas partes. Los movimientos populares están tratando de moverse hacia
 una sociedad viable y habitable. Y la pregunta es ¿quién va a ganar?
¿Como revertirse algunas de estas políticas frente a tantas urgencias?
Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que superar 
barreras serias. Hay que superar la lógica capitalista, hay que superar 
la plaga neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo; tres 
barreras principales. No va a ser fácil, pero no es imposible. Las otras
 crisis: calentamiento global, guerra nuclear, deterioro de la 
democracia, sabemos cómo afrontarlas y es imprescindible hacerlo. No 
queda mucho tiempo.
¿En este contexto, ¿El resultado electoral del próximo 3 de 
noviembre puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas 
crisis que viene enumerado y describiendo?
Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que 
ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la 
historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí
 misma asombrosa. Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la 
humanidad y, de no se responderse pronto, podría significar el fin de la
 vida humana organizada en la Tierra. Se trata de la catástrofe 
medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y 
debemos decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que 
está en juego en la elección. El presidente Trump y su partido han 
dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre. 
Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente inviable, 
si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único. La 
segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y que tampoco 
se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear. Es muy alta, 
mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en el 
tema, y sigue elevándose considerablemente. Tenemos que preguntarnos en 
qué tipo de sociedad vivimos. Qué clase de especie somos si no estamos 
dispuestos a parar estos desastres.
¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la prioridad en la agenda política estadounidense?
Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo.
 Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales. 
Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de clase. 
Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar 
invertido. Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso, 
sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.
Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver
 estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo 
quiere, pero cada vez que se hace algo las instituciones financieras 
vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían existir? ¿Por qué 
deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en Estados Unidos en 
manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la economía y
 probablemente la perjudican? ¿Por qué deberíamos tener una industria de
 combustibles fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del
 desarrollo capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a 
matar personas y destruir la vida en la Tierra? ¿Por qué conservarla? 
¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan caro 
actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto 
del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la 
industria de los combustibles fósiles. Por qué no tapar los pozos que 
tienen fugas de metano o avanzar hacia una energía sostenible?. Son 
tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al nivel de 
conciencia.
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| El líder demócrata Bernie Sanders promueve la conformación de una Internacional Progresista. | 
En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de activismo 
político sumados a las protestas masivas, con una intensa participación 
de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives Matter. ¿Qué 
significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la política
 estadounidense?
Es muy significativo. Black Lives Matter después del asesinato de George
 Floyd no se parece a nada en la historia de Estados Unidos, 
literalmente. Nunca ha habido un movimiento social que se haya 
desarrollado a tal escala con un enorme respaldo popular. Dos tercios de
 la población lo apoyaron, eso es más que lo que Martin Luther King 
logró en pleno apogeo. Es solidaridad entre negros y blancos, marchando 
del brazo, buscando temas importantes que abordar; no solo los ataques 
policiales contra los negros -que ya es bastante escandaloso- sino 
también problemas mucho más profundos. Si bien es un cambio notable en 
la sociedad estadounidense no es un fenómeno aislado. Es uno de los 
muchos signos de una conciencia creciente acerca de los problemas más 
enraizados y complejos. Han transcurrido 400 años desde que trajeron 
esclavos a los Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión
 sin tregua hasta el presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se 
está considerando con bastante seriedad. Hace un par de meses el New 
York Times publicó una serie muy significativa llamada “1619” (fecha del
 comienzo del trafico de esclavos), en la cual se exponía los crímenes 
atroces de la esclavitud y la post esclavitud hasta el presente. Hace 
unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le hubiera ocurrido a
 alguien hacerla.
¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas elecciones del 3 de noviembre?
Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración Trump, para 
el Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su campaña.
 Hacen hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema central
 es mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye 
su número y crece sobre ella la amenaza de personas de color, de 
minorías, de sectores con ideas progresistas, hay que preservar la 
América cristiana supremacista, blanca y racista. Ese es el tema abierto
 de la campaña. Nunca ha existido nada parecido. He visto corrientes 
subterráneas de este tipo a lo largo de la historia de Estados Unidos, 
pero nada tan abiertamente racista. No es solo la campaña, son los 
tweets, los comentarios, cada declaración que está haciendo Trump es una
 incitación a la supremacía blanca, al odio blanco. Su base son ahora 
los evangélicos, ese 25 por ciento de la población que es republicana, 
rural, tradicional, conservadora, cristiana blanca.
Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que 
no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con 
cuestionamientos profundos. ¿Las protestas pueden ser el motor del 
cambio?
Si, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo de 
cosas que se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd. 
Ese tipo de movilización intergeneracional y multiétnica puede generar 
cambios. De hecho, ha llevado a todos los cambios positivos que han 
tenido lugar a lo largo de la historia: abolición de la esclavitud, 
derechos de la mujer, oposición a la agresión, lo que sea; siempre ha 
venido del mismo lugar y eso puede pasar ahora. Pero hay que hacerlo. 
Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son utópicas, están
 al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra con ella.
 Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles u 
ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise
 Movement con la oficina de Nancy Pelosi. Bueno, obtuvieron apoyo de los
 representantes jóvenes elegidos en la ola de Sanders, especialmente 
Alexandria Ocasio-Cortez, y se logró poner un New Deal Verde en la 
agenda legislativa por primera vez. Ese es un prerrequisito para la 
supervivencia, la enorme oposición en los centros de poder, la industria
 de combustibles fósiles, las industrias financieras, los bancos, etc. 
Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y una 
vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.
¿Como juega el Partido Demócratas en este nuevo escenario 
político y con un panorama electoral en el que lleva ventaja pero puede 
ser imprevisible?
Los movimientos populares son tremendamente significativos, también al 
interior del Partido Demócrata. Cuál se impondrá? El partido de la base 
popular, que es una especie de socialdemócrata, o el de los 
clintonistas, orientado hacia los donantes, particularmente los más 
ricos. La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias y
 sus diferencias se plasman en muchos temas importantes. Uno, por 
ejemplo, el cambio climático. Joe Biden y Kamala Harris, los nominados a
 la presidencia y vicepresidencia, pedían el fin de los subsidios para 
las empresas de combustibles fósiles, demanda explicitada en la 
plataforma electoral de 2016. La idea de que el gobierno subsidie a las 
empresas que se comprometen a destruir la vida en la Tierra está más 
allá de las palabras. Y no solo en los Estados Unidos, sucede en todo el
 mundo. El Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de 
Clinton, la eliminó del programa, ante el riesgo de que estas empresas 
dejarán de contribuir a la campaña.
¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más 
“progresista” y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los 
seguidores de Clinton?
Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de Bernie son 
condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen: “son 
agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”. 
Repasemos el programa para el que el país “no está preparado”. Sanders 
tiene dos propuestas principales: una es la atención médica universal. 
¿Se te ocurre algún país que no tenga salud universal? No, existe en 
todas partes. Entonces, lo que se afirma en todo el espectro mediático 
es que es demasiado radical decir que Estados Unidos podría llegar al 
nivel de cualquier otro país avanzado, incluso al de los países pobres. 
“Es imposible. No podemos llegar tan alto ”.
El otro programa es la educación superior gratuita. Está en todas 
partes; en los países capitalistas más avanzados, aquellos con mayores 
récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia, dondequiera que mires 
hay educación superior gratuita. Los países pobres también la tienen. 
Pero suena como algo demasiado radical para los estadounidenses. Para 
los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados por los 
donantes ricos - estas propuestas no se pueden permitir. Para la base 
popular son fundamentales; desean elevarse al nivel del resto del mundo.
Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha 
significado la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?
Abrís los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New York 
Times, y ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia 
estadounidense?”, “¿Es esta la última elección estadounidense?”. No son 
teorías conspirativas marginales. La supervivencia de la democracia está
 en juego. La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se basa en 
la buena fe y la confianza. La democracia moderna más antigua, Gran 
Bretaña, tiene 350 años, su constitución se puede escribir en una 
pequeña tarjeta, es una oración o dos. Y ha existido gracias a la buena 
fe y la confianza. Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para 
poder aprobar su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra
 y la Corte Suprema reaccionó. Eso no sucedería en Estados Unidos con la
 Corte que tenemos. Lo que está haciendo Trump es mucho más extremo. El 
Poder Ejecutivo ha sido casi totalmente depurado de cualquier voz 
crítica o incluso independiente. Quienes quedan son sólo aduladores, 
como Mike Pompeo o Mike Pence. Constitucionalmente, los nombramientos 
realizados por el presidente deben ser ratificados por el Congreso, por 
el Senado. No está sucediendo. Ni siquiera los envía para su 
confirmación. Simplemente los nombra en un puesto temporal. Trump ha 
creado en Washington un pantano de corrupción. Es como una especie de 
dictador de pacotilla.
				¿En
 la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio afectada la 
calidad institucional de una democracia que aparecía como “ejemplar”?
¿Qué queda de la democracia? No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los
 demócratas. Mucho. Pero lo que está pasando en el Partido Republicano 
nunca ocurrió en la historia de la Democracia Parlamentaria, bajo el 
liderazgo de un dictador de pacotilla. El Senado en manos de Mitch 
McConnell, cómplice cercano del Presidente, simplemente se niega a 
actuar. No hace nada más que aprobar leyes para enriquecer a la porción 
del electorado súper rico de Trump: recortes de impuestos, exenciones 
corporativas, etc. También se dedica a copar de lleno el poder judicial,
 con abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una 
generación y podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus 
posiciones extremadamente reaccionarias. Este es el Senado. El Poder 
Ejecutivo se acabó.
Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un gobierno 
que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro 
político, con enormes movimientos políticos de participación masiva en 
medio de esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las 
contradicciones subyacentes. En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo 
post-covid-19?
Quienes produjeron la crisis en la que estamos ahora (la pandemia, el 
calentamiento global -que es mucho más grave-, la amenaza de una guerra 
nuclear, la destrucción de los procesos democráticos, básicamente todo 
el programa neoliberal) están luchando sin descanso para asegurarse que 
el sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de una 
forma aún más dura, con mayor vigilancia y control. Una tendencia 
mundial que se ejemplifica en la política exterior de Trump. No es fácil
 encontrar demasiada coherencia en el caos de la administración actual, 
aunque destacan algunas ítems. En asuntos internacionales la intención 
descrita abiertamente por Steve Bannon (uno de los principales 
estrategas de Trump en los primeros años) ha sido crear una 
internacional reaccionaria; una internacional de los Estados más 
derechistas del mundo, dirigida por la Casa Blanca. Eso significa en 
Medio Oriente alentar las dictaduras familiares del Golfo, MBS [Mohammad
 bin Salman, príncipe de Arabia Saudita] y el resto. O apoyar la peor 
dictadura en la historia de Egipto, (Trump la llama su dictadura 
favorita), o que Israel se haya movido muy a la derecha. En el 
hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de Bolsonaro o a 
otras figuras de ultraderecha. Moviéndonos más hacia el este tenemos la 
India de Modi, que intenta desmantelar la democracia secular. El grupo 
gobernante radical hindú es su candidato preferido. En Europa, Victor 
Orban de Hungría, quien atenta contra el sistema democrático y además de
 otros ejemplos que abundan por el mundo. Básicamente, una iniciativa 
internacional reaccionaria de la Casa Blanca.
Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con 
los programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población
 y han beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en 
una forma aún más dura, esa es una tendencia internacional.
¿Que alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?
En todo el Planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el mundo 
que queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una 
vida digna, en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá 
políticas dirigidas a las necesidades no lucrativas”. Se están reuniendo
 de hecho. En unos días se realizará el primer encuentro de La 
Internacional Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie Sanders en
 los Estados Unidos, Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis (ex 
ministro de economía de Grecia), un movimiento europeo transnacional que
 está tratando de preservar lo que es valioso en la Unión Europea y 
superar sus serias fallas. Tienen candidatos en el Parlamento Europeo y 
han traído voces del Sur Global. La primera reunión tendrá lugar en 
Islandia, el Primer Ministro es miembro de la organización. Eso 
representa otra fuerza en distintos lugares del mundo. Representa una 
especie de guerra de clases a escala internacional, enfrentando riesgos 
que nunca han existido en la historia de la humanidad. Son colosales. Se
 trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa es la 
situación que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.
				
Si sabemos muy bien cómo actuarán las fuerzas reaccionarias. Tienen 
recursos económicos, poder estatal, tienen programas, están 
comprometidos. La pregunta es cómo reaccionará la población general del 
mundo. Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números. La 
pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de alguna manera 
permita a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis que 
enfrentamos.
¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas circunstancias? ¿Cuales imagina emergiendo de esta pandemia?
Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al respecto, pero 
sabemos qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera. La 
cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la Internacional 
Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis Varoufakis y 
otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] en los
 Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de 
líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos,
 por supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos]. 
Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que romper el 
poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad. Hay que 
recordar que vivimos en mundos de Estado-Capitalismo y cada país tiene 
una forma u otra de Estado-Capitalismo. Eso significa una concentración 
extrema de poder en instituciones privadas con enorme voluntad y poder 
enorme y que suelen tener una gran influencia en todo lo que sucede. Eso
 tiene que ser eliminado.
Dr. Chomsky, una pregunta final. En lo que respecta a América 
Latina, en la cual vemos esta batalla entre gobiernos más progresistas y
 gobiernos de derecha o extrema derecha como es el caso del Brasil de 
Bolsonaro. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la Región en este 
momento?
Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es una 
organización particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de
 la economía en 2016, un par de años después de que Lula dejará el 
cargo. Calificaron los años de Lula como una década dorada en la 
historia de Brasil, con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación
 de gran parte de las poblaciones que habían sido marginadas, inclusión,
 grandes avances en el desarrollo social. Dijeron que fue una década 
dorada, nada comparable. En ese momento Brasil fue probablemente el país
 más admirado del mundo, estaba en foros internacionales, era una voz 
para el Sur Global, estaba uniendo a Sudamérica. Lula era probablemente 
la figura política más respetada del mundo. ¿Qué es ahora? Brasil es 
simplemente objeto del desprecio y el ridículo del mundo, dirigido por 
un payaso virulento, una persona que apoya la dictadura militar, que 
busca destruir. La devastación de la selva amazónica aumentó 
aproximadamente el 30% sólo en el último año. Acabemos con todo, 
enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a quien no nos guste, dejemos
 que la pandemia continúe. Es el gobierno quizás más reaccionario en la 
historia de Brasil. Un objeto de burla en todo el mundo. Bueno, esas son
 lecciones. Contamos con un plazo de diez años. La lección es que tienes
 el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera, puedes hacerlo de
 otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se podría 
aplicar lo mismo a los demás.
 
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