Chomsky advierte sobre los desafíos y las crisis que enfrenta la humanidad. |
El pensador norteamericano definió a las elecciones presidenciales de
noviembre próximo en su país como "las más importantes en la historia de
la humanidad" y habló del deterioro de la democracia y la catástrofe
medioambiental en una entrevista exclusiva con Télam. El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky,
uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios
complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al
mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por
el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe
medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese
panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define
en una entrevista exclusiva con la Presidenta de Télam como "las más
importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la
historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como "El nuevo orden mundial (y el viejo)" o "Poder y terror"
mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo
de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos
con intervenciones públicas que le han valido represalias de los
sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra
de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o
recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald
Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de sus críticas,
Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó
junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo
de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros
impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas
personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al
actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam,
vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como "una especie de
dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de
corrupción".
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky,
uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios
complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al
mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por
el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe
medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese
panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define
en una entrevista exclusiva con la Presidenta de Télam como "las más
importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la
historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como "El nuevo orden mundial (y el viejo)" o "Poder y terror"
mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo
de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos
con intervenciones públicas que le han valido represalias de los
sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra
de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o
recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald
Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de sus críticas,
Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó
junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo
de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros
impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas
personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al
actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam,
vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como "una especie de
dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de
corrupción"
Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad
pareciera centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias,
usted redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra
especie humana es lo que verdaderamente está en peligro.
Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en
medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la catástrofe
medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de la
democracia, que es el único medio para combatir estas crisis. Y, además,
las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos-
tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el último. Hemos
tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de
coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El Ébola, por ejemplo,
fue altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy
contagioso, pero no muy letal. La próxima pandemia que se presente
podría ser ambas: altamente contagiosa y altamente letal. Entonces nos
enfrentaremos a algo así como la Peste Negra del siglo XIV. Podemos
prevenirlo, pero hay que hacerlo.
¿Por qué tenemos una pandemia hoy?
Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en
2003, un virus muy similar. Los científicos advirtieron que vendrían
otros, que debíamos prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los
virus, planificar cómo desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de
prevención de pandemias. Todo está bastante claro. Pero no basta con
tener la información, alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas
farmacéuticas tienen los recursos, los laboratorios, etc. No lo hacen,
sin embargo, porque hay algo que se llama Capitalismo. El capitalismo
dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en
algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no se ganará
mucho dinero, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se
acabó. Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir
vendiendo mañana.
¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome su protagonismo?
El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero
no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo. Como lo expresó Ronald
Reagan en su discurso inaugural, “el gobierno es el problema, no la
solución”. Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las
manos del gobierno al poder privado. ¿La razón? Ellos creen que el
gobierno es una institución defectuosa porque responde a la población,
al menos en parte, y ese es un problema grave. No podemos permitirlo.
Por tanto para ellos es necesario trasladar las decisiones a tiranías
privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama
“libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo. Volviendo a la
pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir, porque nunca
pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar la
vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.
¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta de seguro médico? Cuánto devastó Trump de ese legado?
La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante
una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo
investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos
para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar
secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver
qué pasaría si el virus se propagaba. Todos estas iniciativas
sucedieron hasta enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos
eran algo.
A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos
los años ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero
de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente recorta los gastos
relacionadas con la salud pública, incluidos los del Centro para el
Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba
singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo
tipo de incompetencia y malicia en relación a su manejo.
Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado, en realidad, con respaldos institucionales sólidos.
El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos legislativos
para acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y no
dejar nada en su lugar. La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen
otros países, pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque
para ellos ,no debería existir nada fuera del mercado. Si puedes
sobrevivir bien o si no mal. Se llama “Libertario”, lo que es una broma
de mal gusto. Es totalitario. Te están diciendo que si eres lo
suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala
suerte. Eso se está manifestando en la crisis del COVID-19. Hay mucha
gente que se niega a hacerse la prueba porque es demasiado cara. Me
refiero a que técnicamente el gobierno paga pero luego la gente recibe
copagos que su compañía de seguros no pagará. Los ciudadanos de los
Estados Unidos son el cuatro por ciento de la población mundial y el 25
por ciento de los casos. No hay mejoría. De hecho, está empeorando. Yo
no he salido de mi casa en cuatro meses.
¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?
Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan. Los
programas neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población
en general. Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser
eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación
normal. Se asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors.
Con los recursos justos. Cuando se presenta cualquier situación
excepcional, el desastre es total. De hecho, este modelo de negocio
Reaganiano tuvo un efecto en todo el mundo. Esas son las batallas que se
libran internamente en Estados Unidos, pero lo mismo está sucediendo en
todas partes. Los movimientos populares están tratando de moverse hacia
una sociedad viable y habitable. Y la pregunta es ¿quién va a ganar?
¿Como revertirse algunas de estas políticas frente a tantas urgencias?
Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que superar
barreras serias. Hay que superar la lógica capitalista, hay que superar
la plaga neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo; tres
barreras principales. No va a ser fácil, pero no es imposible. Las otras
crisis: calentamiento global, guerra nuclear, deterioro de la
democracia, sabemos cómo afrontarlas y es imprescindible hacerlo. No
queda mucho tiempo.
¿En este contexto, ¿El resultado electoral del próximo 3 de
noviembre puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas
crisis que viene enumerado y describiendo?
Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que
ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la
historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí
misma asombrosa. Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la
humanidad y, de no se responderse pronto, podría significar el fin de la
vida humana organizada en la Tierra. Se trata de la catástrofe
medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y
debemos decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que
está en juego en la elección. El presidente Trump y su partido han
dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre.
Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente inviable,
si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único. La
segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y que tampoco
se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear. Es muy alta,
mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en el
tema, y sigue elevándose considerablemente. Tenemos que preguntarnos en
qué tipo de sociedad vivimos. Qué clase de especie somos si no estamos
dispuestos a parar estos desastres.
¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la prioridad en la agenda política estadounidense?
Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo.
Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales.
Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de clase.
Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar
invertido. Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso,
sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.
Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver
estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo
quiere, pero cada vez que se hace algo las instituciones financieras
vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían existir? ¿Por qué
deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en Estados Unidos en
manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la economía y
probablemente la perjudican? ¿Por qué deberíamos tener una industria de
combustibles fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del
desarrollo capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a
matar personas y destruir la vida en la Tierra? ¿Por qué conservarla?
¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan caro
actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto
del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la
industria de los combustibles fósiles. Por qué no tapar los pozos que
tienen fugas de metano o avanzar hacia una energía sostenible?. Son
tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al nivel de
conciencia.
El líder demócrata Bernie Sanders promueve la conformación de una Internacional Progresista. |
En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de activismo
político sumados a las protestas masivas, con una intensa participación
de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives Matter. ¿Qué
significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la política
estadounidense?
Es muy significativo. Black Lives Matter después del asesinato de George
Floyd no se parece a nada en la historia de Estados Unidos,
literalmente. Nunca ha habido un movimiento social que se haya
desarrollado a tal escala con un enorme respaldo popular. Dos tercios de
la población lo apoyaron, eso es más que lo que Martin Luther King
logró en pleno apogeo. Es solidaridad entre negros y blancos, marchando
del brazo, buscando temas importantes que abordar; no solo los ataques
policiales contra los negros -que ya es bastante escandaloso- sino
también problemas mucho más profundos. Si bien es un cambio notable en
la sociedad estadounidense no es un fenómeno aislado. Es uno de los
muchos signos de una conciencia creciente acerca de los problemas más
enraizados y complejos. Han transcurrido 400 años desde que trajeron
esclavos a los Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión
sin tregua hasta el presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se
está considerando con bastante seriedad. Hace un par de meses el New
York Times publicó una serie muy significativa llamada “1619” (fecha del
comienzo del trafico de esclavos), en la cual se exponía los crímenes
atroces de la esclavitud y la post esclavitud hasta el presente. Hace
unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le hubiera ocurrido a
alguien hacerla.
¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas elecciones del 3 de noviembre?
Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración Trump, para
el Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su campaña.
Hacen hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema central
es mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye
su número y crece sobre ella la amenaza de personas de color, de
minorías, de sectores con ideas progresistas, hay que preservar la
América cristiana supremacista, blanca y racista. Ese es el tema abierto
de la campaña. Nunca ha existido nada parecido. He visto corrientes
subterráneas de este tipo a lo largo de la historia de Estados Unidos,
pero nada tan abiertamente racista. No es solo la campaña, son los
tweets, los comentarios, cada declaración que está haciendo Trump es una
incitación a la supremacía blanca, al odio blanco. Su base son ahora
los evangélicos, ese 25 por ciento de la población que es republicana,
rural, tradicional, conservadora, cristiana blanca.
Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que
no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con
cuestionamientos profundos. ¿Las protestas pueden ser el motor del
cambio?
Si, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo de
cosas que se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd.
Ese tipo de movilización intergeneracional y multiétnica puede generar
cambios. De hecho, ha llevado a todos los cambios positivos que han
tenido lugar a lo largo de la historia: abolición de la esclavitud,
derechos de la mujer, oposición a la agresión, lo que sea; siempre ha
venido del mismo lugar y eso puede pasar ahora. Pero hay que hacerlo.
Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son utópicas, están
al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra con ella.
Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles u
ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise
Movement con la oficina de Nancy Pelosi. Bueno, obtuvieron apoyo de los
representantes jóvenes elegidos en la ola de Sanders, especialmente
Alexandria Ocasio-Cortez, y se logró poner un New Deal Verde en la
agenda legislativa por primera vez. Ese es un prerrequisito para la
supervivencia, la enorme oposición en los centros de poder, la industria
de combustibles fósiles, las industrias financieras, los bancos, etc.
Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y una
vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.
¿Como juega el Partido Demócratas en este nuevo escenario
político y con un panorama electoral en el que lleva ventaja pero puede
ser imprevisible?
Los movimientos populares son tremendamente significativos, también al
interior del Partido Demócrata. Cuál se impondrá? El partido de la base
popular, que es una especie de socialdemócrata, o el de los
clintonistas, orientado hacia los donantes, particularmente los más
ricos. La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias y
sus diferencias se plasman en muchos temas importantes. Uno, por
ejemplo, el cambio climático. Joe Biden y Kamala Harris, los nominados a
la presidencia y vicepresidencia, pedían el fin de los subsidios para
las empresas de combustibles fósiles, demanda explicitada en la
plataforma electoral de 2016. La idea de que el gobierno subsidie a las
empresas que se comprometen a destruir la vida en la Tierra está más
allá de las palabras. Y no solo en los Estados Unidos, sucede en todo el
mundo. El Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de
Clinton, la eliminó del programa, ante el riesgo de que estas empresas
dejarán de contribuir a la campaña.
¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más
“progresista” y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los
seguidores de Clinton?
Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de Bernie son
condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen: “son
agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”.
Repasemos el programa para el que el país “no está preparado”. Sanders
tiene dos propuestas principales: una es la atención médica universal.
¿Se te ocurre algún país que no tenga salud universal? No, existe en
todas partes. Entonces, lo que se afirma en todo el espectro mediático
es que es demasiado radical decir que Estados Unidos podría llegar al
nivel de cualquier otro país avanzado, incluso al de los países pobres.
“Es imposible. No podemos llegar tan alto ”.
El otro programa es la educación superior gratuita. Está en todas
partes; en los países capitalistas más avanzados, aquellos con mayores
récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia, dondequiera que mires
hay educación superior gratuita. Los países pobres también la tienen.
Pero suena como algo demasiado radical para los estadounidenses. Para
los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados por los
donantes ricos - estas propuestas no se pueden permitir. Para la base
popular son fundamentales; desean elevarse al nivel del resto del mundo.
Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha
significado la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?
Abrís los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New York
Times, y ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia
estadounidense?”, “¿Es esta la última elección estadounidense?”. No son
teorías conspirativas marginales. La supervivencia de la democracia está
en juego. La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se basa en
la buena fe y la confianza. La democracia moderna más antigua, Gran
Bretaña, tiene 350 años, su constitución se puede escribir en una
pequeña tarjeta, es una oración o dos. Y ha existido gracias a la buena
fe y la confianza. Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para
poder aprobar su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra
y la Corte Suprema reaccionó. Eso no sucedería en Estados Unidos con la
Corte que tenemos. Lo que está haciendo Trump es mucho más extremo. El
Poder Ejecutivo ha sido casi totalmente depurado de cualquier voz
crítica o incluso independiente. Quienes quedan son sólo aduladores,
como Mike Pompeo o Mike Pence. Constitucionalmente, los nombramientos
realizados por el presidente deben ser ratificados por el Congreso, por
el Senado. No está sucediendo. Ni siquiera los envía para su
confirmación. Simplemente los nombra en un puesto temporal. Trump ha
creado en Washington un pantano de corrupción. Es como una especie de
dictador de pacotilla.
¿En
la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio afectada la
calidad institucional de una democracia que aparecía como “ejemplar”?
¿Qué queda de la democracia? No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los
demócratas. Mucho. Pero lo que está pasando en el Partido Republicano
nunca ocurrió en la historia de la Democracia Parlamentaria, bajo el
liderazgo de un dictador de pacotilla. El Senado en manos de Mitch
McConnell, cómplice cercano del Presidente, simplemente se niega a
actuar. No hace nada más que aprobar leyes para enriquecer a la porción
del electorado súper rico de Trump: recortes de impuestos, exenciones
corporativas, etc. También se dedica a copar de lleno el poder judicial,
con abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una
generación y podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus
posiciones extremadamente reaccionarias. Este es el Senado. El Poder
Ejecutivo se acabó.
Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un gobierno
que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro
político, con enormes movimientos políticos de participación masiva en
medio de esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las
contradicciones subyacentes. En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo
post-covid-19?
Quienes produjeron la crisis en la que estamos ahora (la pandemia, el
calentamiento global -que es mucho más grave-, la amenaza de una guerra
nuclear, la destrucción de los procesos democráticos, básicamente todo
el programa neoliberal) están luchando sin descanso para asegurarse que
el sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de una
forma aún más dura, con mayor vigilancia y control. Una tendencia
mundial que se ejemplifica en la política exterior de Trump. No es fácil
encontrar demasiada coherencia en el caos de la administración actual,
aunque destacan algunas ítems. En asuntos internacionales la intención
descrita abiertamente por Steve Bannon (uno de los principales
estrategas de Trump en los primeros años) ha sido crear una
internacional reaccionaria; una internacional de los Estados más
derechistas del mundo, dirigida por la Casa Blanca. Eso significa en
Medio Oriente alentar las dictaduras familiares del Golfo, MBS [Mohammad
bin Salman, príncipe de Arabia Saudita] y el resto. O apoyar la peor
dictadura en la historia de Egipto, (Trump la llama su dictadura
favorita), o que Israel se haya movido muy a la derecha. En el
hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de Bolsonaro o a
otras figuras de ultraderecha. Moviéndonos más hacia el este tenemos la
India de Modi, que intenta desmantelar la democracia secular. El grupo
gobernante radical hindú es su candidato preferido. En Europa, Victor
Orban de Hungría, quien atenta contra el sistema democrático y además de
otros ejemplos que abundan por el mundo. Básicamente, una iniciativa
internacional reaccionaria de la Casa Blanca.
Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con
los programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población
y han beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en
una forma aún más dura, esa es una tendencia internacional.
¿Que alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?
En todo el Planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el mundo
que queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una
vida digna, en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá
políticas dirigidas a las necesidades no lucrativas”. Se están reuniendo
de hecho. En unos días se realizará el primer encuentro de La
Internacional Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie Sanders en
los Estados Unidos, Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis (ex
ministro de economía de Grecia), un movimiento europeo transnacional que
está tratando de preservar lo que es valioso en la Unión Europea y
superar sus serias fallas. Tienen candidatos en el Parlamento Europeo y
han traído voces del Sur Global. La primera reunión tendrá lugar en
Islandia, el Primer Ministro es miembro de la organización. Eso
representa otra fuerza en distintos lugares del mundo. Representa una
especie de guerra de clases a escala internacional, enfrentando riesgos
que nunca han existido en la historia de la humanidad. Son colosales. Se
trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa es la
situación que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.
Si sabemos muy bien cómo actuarán las fuerzas reaccionarias. Tienen
recursos económicos, poder estatal, tienen programas, están
comprometidos. La pregunta es cómo reaccionará la población general del
mundo. Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números. La
pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de alguna manera
permita a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis que
enfrentamos.
¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas circunstancias? ¿Cuales imagina emergiendo de esta pandemia?
Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al respecto, pero
sabemos qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera. La
cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la Internacional
Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis Varoufakis y
otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] en los
Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de
líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos,
por supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos].
Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que romper el
poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad. Hay que
recordar que vivimos en mundos de Estado-Capitalismo y cada país tiene
una forma u otra de Estado-Capitalismo. Eso significa una concentración
extrema de poder en instituciones privadas con enorme voluntad y poder
enorme y que suelen tener una gran influencia en todo lo que sucede. Eso
tiene que ser eliminado.
Dr. Chomsky, una pregunta final. En lo que respecta a América
Latina, en la cual vemos esta batalla entre gobiernos más progresistas y
gobiernos de derecha o extrema derecha como es el caso del Brasil de
Bolsonaro. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la Región en este
momento?
Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es una
organización particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de
la economía en 2016, un par de años después de que Lula dejará el
cargo. Calificaron los años de Lula como una década dorada en la
historia de Brasil, con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación
de gran parte de las poblaciones que habían sido marginadas, inclusión,
grandes avances en el desarrollo social. Dijeron que fue una década
dorada, nada comparable. En ese momento Brasil fue probablemente el país
más admirado del mundo, estaba en foros internacionales, era una voz
para el Sur Global, estaba uniendo a Sudamérica. Lula era probablemente
la figura política más respetada del mundo. ¿Qué es ahora? Brasil es
simplemente objeto del desprecio y el ridículo del mundo, dirigido por
un payaso virulento, una persona que apoya la dictadura militar, que
busca destruir. La devastación de la selva amazónica aumentó
aproximadamente el 30% sólo en el último año. Acabemos con todo,
enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a quien no nos guste, dejemos
que la pandemia continúe. Es el gobierno quizás más reaccionario en la
historia de Brasil. Un objeto de burla en todo el mundo. Bueno, esas son
lecciones. Contamos con un plazo de diez años. La lección es que tienes
el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera, puedes hacerlo de
otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se podría
aplicar lo mismo a los demás.
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