sábado, 5 de septiembre de 2020

Hacia las ciudades 100% comestibles

Los ‘Guerrilla Grafters’ injertan ramas de árboles frutales en los ornamentales para conseguir que la ciudad produzca mucha comida sana y accesible a todos

La ciudad está para comérsela, árboles incluidos
La ciudad está para comérsela, árboles incluidos Ian Baldwin vía Unsplash

  ¿Para qué sirve un árbol en la ciudad? Desde los despachos municipales seguramente muchos argumentarían que los árboles tienen muchas razones de existir: combaten el cambio climático, brindan sombra en la canícula y cobijo ante el chaparrón ocasional. Permiten oxigenar el tejido urbano y generan espacios de relax y sosiego para el transeúnte estresado entre tanto cemento y asfalto. Sin olvidar que son también objetos decorativos.

De un tiempo a esta parte más y más personas y movimientos sociales sostienen que la naturaleza urbana está ahí sobre todo por otra razón de ser: para comérsela, y más en tiempos revueltos como los que nos tocan vivir. Y que ya no son solo los despachos municipales quienes pueden y deben decidir sobre la verdura ciudadana. ¿De quién es ese parterre del parque público? ¿Quién decide y en base a qué criterios sobre las próximas plantaciones urbanas? Hablamos hace unos meses de los Jardineros Enmascarados, que se han lanzado a recuperar terreno baldío en mi pequeña ciudad de Francia y en otras ciudades francesas también sin permiso de nadie pero sin que nadie tampoco les barra el paso.

Es el mismo espíritu que impulsa a los Guerrilla Grafters, un movimiento que surgió en San Francisco (EEUU) en el 2012 con el objetivo de promover que personas anónimas injerten ramas de árboles frutales en otros árboles también frutales pero solo ornamentales, es decir que no dan fruto. Y así conseguir que, rama a rama, al final la ciudad produzca mucha comida sana, fruta libre y accesible a todos. Según se lee en su página web, tienen por objetivo convertir las ciudades en “bosques de comida” y “desarmar la civilización capitalista de rama en rama”.

De hecho, los injertadores actúan en San Francisco y su bahía a hurtadillas, a menudo de noche. Y es que la ciudad tiene prohibidos los árboles frutales para evitar atraer animales o ensuciar aún más las aceras, y también para evitarse los procesos judiciales que podrían derivarse de todo ello. La masa forestal de la ciudad se compone por lo tanto de árboles ornamentales y a lo mejor frutales pero en todo caso estériles.

La historia dio un tumbo en 2012 gracias a la iniciativa individual de una mujer, Tara Hui, quien quiso en un principio plantar algunos perales, cerezos y otros árboles frutales para proporcionar algo de fruta fresca y gratis en su barrio popular, donde no había tiendas de comida. Lo explicó por aquel entonces Los Angeles Times, quien tituló la historia como “un proyecto secreto da fruto”. No creo que Tara Hui pudiera imaginarse hace ocho años que el fruto de su pequeña semilla llegaría tan lejos en el tiempo y en el espacio.

Hui y todos sus seguidores no quieren hacer público dónde intervienen por miedo a las represalias de los funcionarios locales, que no ven con buenos ojos que se viole la ley aunque los transgresores tengan en el fondo buenas intenciones. A pesar de la persecución local han recibido el aplauso en el exterior: los Guerrilla Grafters participaron por ejemplo en la 13ª Bienal de Venecia como parte del pabellón de los EEUU.

Movimiento perseguido en casa y alabado de puertas para afuera: participaron en una Bienal de Venecia
Movimiento perseguido en casa y alabado de puertas para afuera: participaron en una Bienal de Venecia Macu Ic vía Unsplash
Y según cuentan en su página de Facebook, estos últimos meses varias personas desde Francia les contactaron pidiendo que tradujeran su material. Y es por eso que el movimiento está aterrizando recientemente en Francia gracias a la traducción al francés del texto que explica cómo realizar la susodicha operación de injerto. 
 

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