Lo contrario del miedo no es el coraje sino la solidaridad.
Max Aub
..A los poderosos les interesa mantenernos en una situación de alerta permanente. El mejor ataque es tenernos siempre a la defensiva. Claro que el miedo no es una cuestión meramente política sino también sistémica. Independientemente de las personas, de forma autónoma, el propio sistema capitalista necesita del miedo para no colapsar. Hay utopías, hay distopías y hay cacotopías, esto es, utopías cuya realización, aparentemente deseable, resultaría catastrófica. El capitalismo global es una cacotopía, en el sentido de que su generalización utópica no solo resulta imposible sino también indeseable, pues implicaría la destrucción del planeta. Ni en el mejor de los mundos podemos imaginarnos una mínima generalización de sus beneficios. Las navidades en las que todos los niños del mundo reciban el mismo número de regalos que nuestros hijos serán nuestras últimas navidades. El planeta solo podrá seguir soportando nuestra way of life mientras una parte mayoritaria de la población mundial permanezca en la miseria. Sin contar que estamos topando ya con nuestro límite psicológico, que también es, de algún modo, un límite ecológico o natural. El follaje de nuestro sistema nervioso está siendo corroído por la lluvia ácida de la ansiedad, la soledad, la precariedad y la injusticia. Quizá sean nuestros cuerpos y nuestras psiques los que que acaben poniéndole una camisa de fuerza al capitalismo. Insisto, toda esa devastación no es solo indeseable para el planeta y la humanidad sino también para el sistema capitalista, que los necesita para existir. Es el escorpión que pica a la rana y se hunde con ella. Y como ella, no puede evitarlo, es su naturaleza. El capitalismo solo podía morir de éxito. Da miedo pensarlo, y por eso no lo pensamos. Y también nos ayudan a no pensarlo, porque, de otro modo, el mismo sistema se vería en peligro. Una primera estrategia de distracción masiva consistiría en ocultar ese miedo grande, más o menos lejano, y muy doloroso, de asumir, con un cúmulo de miedos relativamente pequeños, apremiantes y fáciles de afrontar. La identidad amenazada, la seguridad personal, el terrorismo internacional, la crisis económica.. son cuestiones ciertamente graves. Pero pensar solo en ello ¿no es reparar las cañerías de un barco que ya se está hundiendo? Los poderosos no esperan a los bárbaros, como diría Kavafis, los contratan para que asusten a la gente. Así, mientras todos permanecemos encerrados en casa, ellos pueden ejercer la auténtica barbarie. Miedo, sí pero solo de un tipo.
La segunda gran estrategia consistiría en bloquear nuestra empatía hacia aquellos que quieren subirse a la balsa de la Medusa global. Aunque la Medusa son ellos, porque lo que hacemos es representárnoslos de tal manera que, al verlos, nuestro corazón se vuelva de piedra. El otro es un lobo a la caza, un invasor encubierto, un misionero fanático, un zombi que desea infectarnos. Mientras los veamos como una amenaza para nosotros, lo aceptaremos todo para que no nos afecten, y estaremos dispuestos a hacer la vista gorda si otros hacen ese trabajo sucio por nosotros.
¿Que hay peligros? Sin duda. También los había en el Paleolítico, en el Neolítico y en la Antigüedad. El problema radica en que llegamos a creernos que podríamos eliminarlos todos. ¿Que hay monstruos? Sin duda, y de un lado y otro del miedo, porque todos tenemos miedo, de seguir siendo miserables o de que los miserables nos impidan dejar de no serlo ¿Qué llenó de brujas la Europa de los siglos XVI y XVII Ni siquiera la tortura. Bastaba con la mera amenaza de ser torturado para que uno aceptara todos los cargos. El jesuita Spee dijo en 1631:"Si no hemos confesado aún todos ser brujos, es porque no hemos sido torturados" ¿Y qué peor tortura que el miedo?
No es tarea fácil salir de esa rueda. Para empezar, debemos asumir el Gran Miedo de estar viviendo en un tren sin frenos a punto de descarrilar. Y no es que me haya puesto de golpe apocalíptico, es que el mundo siempre está a punto de desaparecer.
En todo caso, todos somos el último mohicano. Quizá asumiendo el gran miedo podremos desentendernos de todos esos pequeños miedos que nos impiden hacer nada. El sentimiento apocalíptico puede resultar liberador. "Nec spe, nec metu", sin esperanza y sin miedo, era el lema de los gladiadores. "Sin trabajo, sin casa, sin futuro, sin miedo", el de los indignados.
Como decía Spinoza, no podemos luchar directamente contra las pasiones tristes, solo tratar de sustituirlas por afectos alegres. Por eso al miedo solo se lo combate con el conocimiento, la curiosidad, la empatía y la solidaridad. Solo cuando veamos rostros desaparecerá el miedo. El precio a pagar será que con el rostro aparecerá la obligación moral. Tendremos que hacernos cargo, lo cual muchos sienten como una carga. Pero es un coste que vale la pena asumir, porque nos aligerará de nosotros mismos, como cuando Ulises arrojaba al mar el botín de Troya durante la tormenta. Quizá logremos no naufragar. Quizá los mismos a los que ayudemos nos acojan después como náufragos en su isla.
Significa "¡Vamos!" en ruso y es lo que dijo hace 50 años Yuri Gagarin
segundos antes de convertirse en la primera persona que orbitaba el
planeta. El autor, portavoz de la Agencia Espacial Europea (ESA) en
España, rinde tributo al legado de Gagarin y al papel de Rusia en el
pasado y el presente de la cosmonáutica.
Ilustración: ESA.
Para los que trabajamos en el sector espacial, hay tres fechas
emblemáticas que todos recordamos: la puesta en órbita del primer
satélite artificial, el Sputnik, el 4 de octubre de 1957; el
primer paseo lunar, el 20 de julio de 1969 y, sin duda alguna, el 12 de
abril de 1961, el día en que por primera vez un ser humano, el Mayor
Yuri Alekséyevich Gagarin, ciudadano de la URSS, estuvo en órbita
alrededor de nuestro planeta....Continuar leyendo:https://www.agenciasinc.es/Opinion/Poyekali
16 de julio de 1945. Ese día el mundo cambió y no solo figuradamente.
En esa precisa fecha, los EE.UU. probaron un tipo de arma completamente
nueva en el desierto de Nuevo México. Contenía una esfera de plutonio
del tamaño de una pelota de tenis y un peso de 6,2 kg. La bomba Trinity
produjo una explosión equivalente a 20.000 toneladas de TNT, 20
kilotones. Fue el inicio de la era nuclear.
Desde entonces se han purificado decenas de miles de toneladas de
plutonio y uranio enriquecido. Los analistas consideran muy probable que
nueve países posean armas nucleares, mientras que otros cuarenta tienen
acceso a los materiales y la tecnología para fabricarlas. También
calculan que el arsenal nuclear mundial asciende a unas 27.000 bombas.
La energía nuclear también está presente en 442 reactores en 32 naciones
que generan el 16% de la energía eléctrica que se consume en el mundo y
en numerosos aparatos hospitalarios como las máquinas de radioterapia y
otras.
La energía nuclear es defendida como una fuente de energía barata,
flexible y necesaria pero este perfil favorable se vio socavado a
finales del siglo XX por accidentes de reactores de alto perfil, como
los de Fukushima, Three Miles Island y Chernóbil, los problemas de
eliminación de residuos radiactivos, la competencia de las fuentes de
electricidad renovables y los vínculos inevitables entre la
investigación sobre energía atómica y la proliferación de armas
nucleares. No obstante, la evidencia clarísima del calentamiento global
ha llevado a algunos a argumentar que la energía nuclear es la única
forma de generar energía asequible sin emitir gases de efecto
invernadero.
La era nuclear cambió nuestro mundo en cosas que apenas sospechamos.
Las explosiones nucleares en superficie generaron un aumento paulatino
del nivel de radioactividad en la atmósfera y la proporción de
carbono-14 en el CO2 atmosférico aumentó lenta pero constantemente. El 5
de agosto de 1962, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética
alcanzaron un acuerdo, el tratado de Prohibición Parcial de Pruebas
Nucleares que establecía en sus términos que era ilegal detonar
cualquier explosión nuclear salvo bajo tierra, con el fin de reducir la
precipitación atmosférica de residuos radiactivos. El tratado entró en
vigor en octubre de 1963, por lo que en ese año y pico entre el acuerdo y
su implementación, los tres países firmantes hicieron un alto número de
pruebas nucleares en superficie, de hecho parece que probaron con todo
lo que tenían en sus arsenales, con los que la cantidad de radiactividad
en la atmósfera subió hasta unos niveles nunca antes alcanzados.
Desde entonces la radioactividad en la atmósfera ha ido decayendo
lentamente, pero a partir de aquel incremento súbito, cualquier planta
existente incorporó una cantidad variable de carbono -14 en función del
año o años en que estuviera viva. Los animales que comieron esas plantas
y a su vez los carnívoros que comieron a esos animales herbívoros
también tendrían un nivel cuantificable de carbono-14 en su cuerpo y en
cada una de sus células. El carbono-14 entra en la cadena alimenticia y
encuentra su camino hacia las células, que integran los átomos
disponibles de carbono-14 en su ADN cuando una célula madre se divide en
dos nuevas células hijas. Por tanto, la cantidad de carbono-14 en la
atmósfera se refleja en las células en el momento en que nacen. Desde
1963 todos los seres vivos del planeta somos parcialmente radiactivos y
esa cantidad de carbono-14 en los cuerpos vivos se ha ido reduciendo
progresivamente, al no haber nuevas explosiones en superficie. El dato
interesante es que esos niveles de radioactividad nos permiten fechar un
ser vivo. Un ejemplo puede ser el del marfil. El 1 de enero de 1990 se
incluyó en el tratado CITES la prohibición de la comercialización del
marfil de elefante africano; sin embargo, las piezas históricas seguían
siendo legales, por lo que existía el riesgo de que se intentara pasar
marfil ilegal como marfil legal y prolongar el daño causado por furtivos
y traficantes. Los niveles de carbono-14 en cada pieza permitían fechar
el marfil y saber, por tanto, si era procedente de un elefante
protegido por CITES o no. IFAW hizo un estudio en 2007 del marfil que se
vendía en el portal de internet eBay encontrando que al menos el 90%
era ilegal. En 2008, un año después, eBay prohibió completamente las
ventas de marfil en su portal.
Otro de los productos afectados por la radioactividad presente en la
atmósfera fue el acero. El acero es un producto artificial que se
fabrica utilizando el proceso Bessemer, fundir el arrabio y soplar aire a
través de él. El oxígeno reacciona con las impurezas del metal y las
oxida y esos restos son eliminados como gas o como escoria. El problema
es que ese aire atmosférico contiene también partículas radiactivas y
por tanto, el acero producido desde 1945 tiene niveles mensurables de
radiactividad. Esto puede ser un problema para los instrumentos
sensibles, por lo que desde muy pronto hubo una demanda de acero de bajo
fondo, aquel fabricado antes de las pruebas Trinidad. ¿Por qué
necesitamos acero de bajo fondo? Cualquier aparato que tenga un sensor
que necesite ser extremadamente sensible a bajos niveles de radiación va
a tener problemas si usa un acero fabricado después del inicio de la
era atómica. Entre ellos están los contadores Geiger, muchos
dispositivos médicos y los vehículos destinados a la exploración
espacial. Si estos aparatos contienen material hecho con acero
ligeramente radiactivo, hay una radiación de fondo que genera un ruido
inaceptable y ensucia los resultados. Ahí es donde entra el acero de
bajo fondo.
Entonces, ¿de dónde sacas acero, que es un material hecho por el
hombre, fabricado antes de 1945? Principalmente del océano, de los
barcos hundidos de la Segunda Guerra Mundial. No fueron expuestos al
aire de la era atómica cuando fueron fabricados, y no han sido
reciclados y mezclados con el nuevo acero radioactivo. Literalmente
cortamos los barcos bajo el agua, raspamos los percebes y cualquier otra
cosa incrustada y reutilizamos el acero.
La radioactividad atmosférica afectó a todos los seres vivos, a
nosotros mismos. Los isótopos radiactivos del carbono proporcionaron la
primera evidencia definitiva de que generamos nuevas células cerebrales a
lo largo de nuestras vidas. El estudio también proporcionó el primer
modelo de la dinámica del proceso, mostrando que la regeneración de las
neuronas no disminuye con la edad tan bruscamente como se esperaba. En
los mamíferos, la mayoría de las células cerebrales se crean al nacer o
poco después y nunca se renuevan. Pero los estudios en roedores y monos
han demostrado que en dos regiones cerebrales se siguen creando nuevas
neuronas incluso en la edad adulta: el hipocampo, que participa en el
aprendizaje y la formación de nuevos recuerdos, y el bulbo olfativo, que
es parte de la ruta neuronal del olfato. Sin embargo, ha habido cierta
controversia sobre si lo mismo es cierto para los humanos. Hace quince
años un estudio encontró evidencia de neurogénesis en adultos de hasta
72 años de edad utilizando una sustancia química llamada
bromodeoxiuridina (BrdU) para marcar las neuronas. La BrdU se utilizó en
su momento para rastrear la propagación de tumores en personas con
cáncer, pero se prohibió poco después y por lo tanto el estudio nunca se
repitió, lo que llevó a algunos investigadores a cuestionar los
resultados. Aun así, la BrdU es un análogo de la timina y se incorpora
en aquella célula que esté haciendo síntesis de ADN, el requisito previo
antes de su división, de formar nuevas células.
En lugar del etiquetado químico, Jonas Frisén, del Instituto Karolinska
de Estocolmo (Suecia), y sus colegas, utilizaron el carbono-14, el
subproducto de los ensayos de bombas nucleares en superficie realizados
entre 1945 y 1963. Mediante el análisis del tejido cerebral con equipos
de espectrometría de masas, el grupo de investigadores pudo cuantificar
el número de átomos de carbono-14 atrapados en diferentes poblaciones
de células en diferentes regiones del cerebro. Luego pudieron comparar
esta cifra con los datos conocidos de los niveles atmosféricos de
carbono-14 desde la fecha de nacimiento de una célula en diferentes
personas hasta dentro de un año aproximadamente. El nivel de carbono-14
es mayor en las células más antiguas, que crecieron más cerca del pico
de las pruebas de las bombas nuclear, que en las células nacidas más
recientemente, que absorbieron menos elementos de la atmósfera.
El equipo de Frisén demostró que los humanos son el único mamífero
conocido en el que no hay neurogénesis en el bulbo olfativo adulto, ya
que todas las células de esta región del cerebro tenían la misma edad.
Pero al observar el hipocampo en 55 cerebros post-mortem de entre 19 y
92 años, el equipo descubrió que un grupo de neuronas en un área del
hipocampo llamada el giro dentado había nacido a lo largo de la edad
adulta. La capacidad de crear nuevas neuronas parece permanecer en los
humanos más tiempo que en los ratones. En lugar de la disminución de 10
veces entre los ratones jóvenes y los de mediana edad, el equipo
encontró sólo una disminución de cuatro veces en los humanos.
Una pequeña parte de nuestro cerebro permanece permanentemente joven,
renovándose continuamente, con nuevas células que llegan, se diferencian
y se conectan. Al modelar el proceso, el equipo estimó que generamos
alrededor de 1400 nuevas neuronas cada día. No es mucho, no nos sirven
de gran cosa, no sustituyen a las neuronas que perdemos en el alzhéimer o
en el párkinson, pero es una expectativa, una posibilidad de que quizá,
algún día podremos cambiar las cosas. Eso es la ciencia, una
herramienta para conocer y una puerta a la esperanza.
Más de 281 millones personas en todo el mundo han decidido dejar su país para #migrar a otro, en busca de nuevas oportunidades o para escapar de conflictos y abusos de los #ddhh. Y cada año hay más personas que migran por las consecuencias del cambio climático.
#IMD2020
No vino el mar a recogernos,
nosotros recibimos el mar con los brazos abiertos.
Caídos del altiplano, quemados por las guerras y no por el sol,
atravesamos los desiertos del trópico de Cáncer.
Cuando desde las alturas vimos el mar
era una línea de llegada, un abrazo de olas en los pies.
Se había terminado la suela de hormigas de África
de la que las caravanas aprenden a pisotear.
En una columna, bajo un látigo de polvo,
sólo el primero tiene la obligación de levantar los ojos.
"La ideología de "comunidad" o "bienes comunes de colaboración" conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa."
Hace un año, respondí a la presentación de Antonio Negri en el Berliner Schaubühne, donde chocaron dos críticas al capitalismo. Negri se había entusiasmado con la resistencia global al "Imperio", el sistema neoliberal de dominación. Se presentó como un revolucionario comunista y se refirió a mí como un académico escéptico.
Celosamente, invocó a la "Multitud", la masa en red de protesta y revolución en la que claramente confiaba para llevar al Imperio a una caída. El punto de vista del revolucionario comunista me pareció demasiado ingenuo y alejado de la realidad.
En consecuencia, traté de decir por qué la revolución ya no es posible hoy.
¿Por qué es tan estable el sistema neoliberal de dominación? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué la resistencia que ocurre tan rápidamente queda en nada? ¿Por qué, a pesar de la división cada vez mayor entre ricos y pobres, la revolución ya no es posible? Para explicar este estado de cosas, necesitamos una comprensión precisa de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.
Cualquiera que desee instalar un nuevo sistema de reglas debe eliminar la resistencia. Lo mismo vale para el orden neoliberal. Implementar un nuevo sistema de dominio requiere una instancia de poder que postula; a menudo, esto implica el uso de la fuerza. Sin embargo, la potencia que plantea un sistema no es idéntica a la potencia que estabiliza un sistema internamente. Como es bien sabido, Margaret Thatcher, la abanderada del neoliberalismo, trató a los sindicatos como "enemigos internos" y los combatió violentamente. Por todo eso, usar la fuerza para establecer la agenda neoliberal no equivale a un poder para preservar el sistema.
El poder de preservación del sistema no es represivo, sino seductor.
En la sociedad disciplinaria e industrial, el poder de preservación del sistema era represivo. Los trabajadores de las fábricas fueron brutalmente explotados por los dueños de las fábricas. Tal explotación violenta del trabajo de otros implicaba actos de protesta y resistencia. Allí, fue posible que una revolución derribara las relaciones permanentes de producción. En ese sistema de represión, tanto los opresores como los oprimidos eran visibles. Había un oponente concreto, un enemigo visible, y uno podía ofrecer resistencia.
El sistema de dominación neoliberal tiene una estructura completamente diferente. Ahora, el poder de preservación del sistema ya no funciona a través de la represión, sino a través de la seducción, es decir, nos lleva por mal camino. Ya no es visible, como fue el caso bajo el régimen de disciplina. Ahora, ya no hay un oponente concreto, ningún enemigo suprime la libertad que uno pueda resistir.
El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un contratista libre, un empresario de sí mismo. Hoy, todos son trabajadores autoexplotadores en su propia empresa. Cada individuo es maestro y esclavo en uno. Esto también significa que la lucha de clases se ha convertido en una lucha interna con uno mismo. Hoy, cualquiera que no tenga éxito se culpa a sí mismo y se siente avergonzado. La gente se ve a sí misma, no a la sociedad, como el problema.
El sujeto subyugado ni siquiera es consciente de su subyugación.
Cualquier poder disciplinario que gaste esfuerzos para forzar a los seres humanos a entrar en una camisa de fuerza de mandamientos y prohibiciones resulta ineficiente. Es significativamente más eficiente asegurar que las personas se subordinen a la dominación por sí mismas. La eficacia que define el sistema hoy en día se debe al hecho de que, en lugar de operar a través de la prohibición y la privación, su objetivo es complacer y cumplir. En lugar de hacer que las personas cumplan, se esfuerza por hacerlas dependientes. Esta lógica de eficiencia neoliberal también es válida para la vigilancia. En la década de 1980, por citar un ejemplo, hubo protestas vehementes contra el censo nacional alemán. Incluso los escolares salieron a las calles.
Desde la perspectiva de hoy, la información solicitada en ella (profesión, niveles de educación y distancia del lugar de trabajo) parece casi ridícula. En ese momento, las personas creían que se enfrentaban al estado como una instancia de dominación que arrebataba los datos de los ciudadanos contra su voluntad. Ese tiempo ya pasó. Hoy, las personas se exponen voluntariamente. Precisamente esta sensación de libertad es lo que hace imposible la protesta. En contraste con los días del censo, casi nadie protesta contra la vigilancia. La libre revelación y la autoexposición siguen la misma lógica de eficiencia que la libre explotación. ¿Contra qué hay que protestar? ¿Uno mismo? La artista conceptual Jenny Holzer ha formulado la paradoja de la situación actual: "Protégeme de lo que quiero".
Es importante distinguir entre el poder que postula y el poder que preserva. Hoy, el poder que mantiene el sistema asume una apariencia "inteligente" y amigable. Al hacerlo, se vuelve invisible e inexpugnable. El sujeto subyugado ni siquiera reconoce que ha sido subyugado. El sujeto piensa que ella es libre. Este modo de dominación neutraliza la resistencia con bastante eficacia. La dominación que reprime y ataca la libertad no es estable. El régimen neoliberal se muestra estable al inmunizarse contra toda resistencia, porque hace uso de la libertad en lugar de reprimirla. Suprimir la libertad rápidamente provoca resistencia; explotar la libertad no.
Después de la crisis financiera asiática, Corea del Sur quedó paralizada y conmocionada. El FMI intervino y otorgó crédito. A cambio, el gobierno tuvo que hacer valer su agenda neoliberal por la fuerza. Este era un poder represivo que postulaba, del tipo que a menudo resulta violento y difiere del poder de preservación del sistema, que logra hacerse pasar por libertad.
Según Naomi Klein, el estado de conmoción social tras catástrofes como la crisis financiera en Corea del Sur, o la crisis actual en Grecia, ofrece la oportunidad de reprogramar radicalmente a la sociedad por la fuerza. Hoy, apenas hay resistencia en Corea del Sur. Todo lo contrario: prevalece un vasto consenso, así como depresión y agotamiento. Corea del Sur ahora tiene la tasa de suicidios más alta del mundo. Las personas ejercen violencia sobre sí mismas en lugar de buscar cambiar la sociedad. La agresión dirigida hacia afuera, que implicaría la revolución, ha dado lugar a la agresión dirigida hacia adentro, contra uno mismo.
Hoy en día, no existe una multitud colaborativa en red que pueda surgir en una masa global de protesta y revolución. En cambio, el modo de producción predominante se basa en autoemprendimientos solitarios y aislados, que también están separados de sí mismos. Las empresas solían competir entre sí. Dentro de cada empresa, sin embargo, podría ocurrir solidaridad. Hoy, todos compiten contra todos los demás, y también dentro de la misma empresa. Aunque tal competencia aumenta la productividad a pasos agigantados, destruye la solidaridad y el espíritu comunitario. Ninguna masa revolucionaria puede surgir de individuos agotados, depresivos y aislados.
El neoliberalismo no puede explicarse en términos marxistas. La famosa "alienación" del trabajo ni siquiera ocurre. Hoy, nos sumergimos ansiosamente en el trabajo, hasta que nos agotamos. La primera etapa del síndrome de burnout, después de todo, es la euforia. El agotamiento y la revolución son mutuamente excluyentes. En consecuencia, es un error creer que la Multitud desechará el parásito del Imperio para inaugurar una sociedad comunista.
La economía compartida conduce a la comercialización total de la vida.
¿Cómo están las cosas con el comunismo hoy? "Compartir" y "comunidad" se invocan constantemente. Se supone que la economía compartida reemplaza la economía de la propiedad y la posesión. Compartir es cuidar es la máxima de los "Circlers" en la reciente novela de Dave Eggers: compartir es curar, por así decirlo. La acera que conduce a la oficina corporativa de Circle está adornada con lemas como Community First y Humans Work Here. Un lema más honesto sería, Caring is Killing.
Los centros de viajes compartidos digitales, que nos convierten a todos en taxistas, también publicitan con atractivos para la comunidad. Pero se equivoca al afirmar, como Jeremy Rifkin en su último libro, The Zero Marginal Cost Society, que la economía compartida ha sonado el fin del capitalismo e inauguró una sociedad orientada a la comunidad en la que se valora más el compartir que el poseer. Lo opuesto es el caso: la economía colaborativa conduce finalmente a la comercialización total de la vida.
El cambio que celebra Rifkin, de poseer a "acceso", no nos ha liberado del capitalismo. Las personas sin dinero todavía no tienen acceso a compartir. Incluso en la era del acceso, todavía vivimos dentro de lo que Didier Bigo ha denominado el "Ban-opticon", y aquellos sin medios permanecen excluidos. "Airbnb", el mercado computarizado que convierte cada hogar en un hotel, incluso ha convertido la hospitalidad en una mercancía.
La ideología de "comunidad" o "bienes comunes de colaboración" conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa. Las personas son amigables para obtener mejores calificaciones.
La lógica dura del capitalismo prevalece incluso en el corazón de la economía colaborativa. Por agradable que sea compartir, nadie regala nada gratis. El capitalismo alcanza su plenitud cuando vende el comunismo como una mercancía. El comunismo como mercancía marca el fin de la revolución.
Las colecciones de estas instituciones son un instrumento clave de poder
simbólico para las autoridades políticas, las mismas a las que se
dirigen estas reivindicaciones medioambientales a través de actos de
resistencia civil
“A menudo me siento como si estuviera haciendo una versión real de [la película] No mires arriba”, comenta Rich Felgate, un joven cineasta que ha capturado con su cámara muchas de las acciones de Just Stop Oil, un grupo de activistas medioambientales con sede en el Reino Unido. Estudios recientes de psicología medioambiental
ponen de relieve una forma de disonancia cognitiva entre la
disponibilidad de información científica acerca de la crisis climática y
el comportamiento de los individuos y las decisiones de los
responsables políticos. Las acciones de resistencia civil que se han
llevado a cabo en torno a obras de arte desde comienzos del verano de
2022 en diversos museos de Europa y Australia, y que se han multiplicado
en las últimas semanas (hasta una veintena hasta el momento), pretenden
señalar esta contradicción.
A continuación ofrecemos un análisis de la forma en que
estas acciones se instauran, como parte de una estrategia destinada a
atraer la atención de los medios de comunicación, con el objetivo de
crear conciencia en torno a los efectos adversos del cambio climático y,
sobre todo, de presionar a las autoridades públicas para que venzan su
pasividad. Es interesante observar el modo en que se están utilizando,
tanto el modus operandi de estos activistas como las nuevas
interpretaciones de las obras que provocan a través de estas acciones,
para apoyar peticiones concretas acordes a las recomendaciones
científicas a fin de reducir las emisiones de CO2. Estas
reivindicaciones se expresan explícitamente en las propias acciones de
los activistas o en las notas de prensa que suelen originar: el cierre
de las centrales eléctricas que utilizan combustibles fósiles y el paso
gradual a las energías renovables en un plazo determinado.
Estrategia y organización de la red
En las últimas décadas, de forma regular, ha habido casos aislados de acciones de protesta
en torno a obras de arte expuestas en museos. Por ejemplo, en 2012, el
artista Uriel Landeros utilizó pintura en espray y una plantilla para
pintar un toro y la palabra “conquista” en la obra Mujer en sillón rojo, de Pablo Picasso, en la Colección Menil de Houston. Describió su acción como una performance por la justicia social, un acto de rebeldía cargado de contenido político. En 1985, la famosa Dánae
de Rembrandt fue rociada con ácido sulfúrico y acuchillada en el Museo
del Hermitage de San Petersburgo. El autor declaró que había actuado con
el propósito de recordar al público que su país de origen, Lituania, en
aquel momento llevaba cuarenta y cinco años bajo ocupación soviética.
Los autores de estos actos de vandalismo, motivados por fines políticos o
sociales, a menudo han tenido como objetivo cuadros famosos cuya
degradación probablemente podía “causar sensación” y, de este modo,
amplificar su mensaje, como el joven que, también en 1985, prendió fuego
a un cuadro de Felipe IV de Rubens en la Kunsthaus de Zúrich para
protestar contra la contaminación medioambiental. En estos casos, el
vandalismo artístico se utiliza para llamar la atención sobre una causa y
dar visibilidad a ideas alternativas. De este modo, la obra en cuestión
es el instrumento de la acción; el acto de destrucción sirve de
vehículo para la expresión de agravios que parecen tener poco que ver
con la obra en sí.
Los casos que analizamos aquí difieren de estos actos anteriores de
vandalismo artístico por varias razones. En primer lugar, en los casos
que vamos a analizar no parece apropiado hablar de vandalismo en
absoluto, aunque a menudo se describan así en la prensa. Los activistas
en cuestión actúan de forma no violenta. No llevan a cabo “ataques”
contra obras de arte. En la mayoría de las ocasiones sus blancos son
obras que están protegidas por cristales y suelen intervenir fuera del
perímetro de protección de una obra (barreras, pedestales, muros
circundantes[1]), procurando no dañar la
integridad física de la obra –aunque es importante señalar que las
acciones recientes sugieren que probablemente el fenómeno evolucione a
partir de ahí[2]–. En cualquier caso, estas obras
de arte no se atacan del mismo modo destructivo que caracteriza a muchos
ejemplos históricos de vandalismo artístico (arrojar ácido, quemar,
cortar, etc.). En segundo lugar, la selección de las obras de arte
atacadas parece estar directamente relacionada con la atención mediática
que puedan generar, además de a su capacidad para apoyar un determinado
discurso. Como veremos, los activistas ecologistas utilizan estas obras
específicamente para dar forma a sus reivindicaciones ecológicas.
Por último, estas acciones no son iniciativas individuales ni actos
aislados, a diferencia de los casos de vandalismo del pasado ya
mencionados. Se llevan a cabo dentro de un marco más amplio y organizado
de movimientos de resistencia civil y, en su mayor parte, tienen su
origen en la red internacional A22, una coalición de grupos ecologistas
que actúan de forma concertada mediante una visión, una organización,
una estrategia y un modus operandi compartidos.
Estos grupos están financiados en su mayoría por el Fondo de
Emergencia Climática y se organizan eficazmente en torno a una base
específica de actuaciones (comunicación, estrategia, etc.) que lleva a
cabo una amplia gama de acciones como el bloqueo de autopistas y la
interrupción de eventos deportivos. Su motivación común es causar un
trastorno imposible de ignorar para obligar a los ciudadanos a
reaccionar y presionar a los gobiernos para que tomen medidas concretas
contra la degradación climática. Entre estas acciones, las que tienen
lugar en museos se benefician de una intensa cobertura mediática.
El museo como escenario central
“Estas acciones... son eficaces porque son contraintuitivas”, explica
Michele Giuli, cofundador de A22 y Ultima Generazione, el colectivo
italiano que está detrás de varias de ellas. A diferencia de otras
acciones más perjudiciales desde el punto de vista material –por
ejemplo, el bloqueo de infraestructuras petrolíferas–, estas pretenden
desmontar la ilusión de que existe un mundo armonioso a escala global. Pretenden subrayar la idea
de que “el problema de la crisis climática no es únicamente la crisis
climática en sí, sino la inmoralidad de nuestras sociedades en general,
que se ahogan fácilmente ante cualquier cosa que perturbe su
tranquilidad, aunque solo sea por un momento”. En otras palabras, las
reacciones desproporcionadas que provocan estas acciones están en el
centro mismo de la cuestión que los activistas intentan poner de
relieve. Su retórica se basa en la discrepancia entre la indignación del
público ante los falsos “daños” causados a estas obras de arte, por un
lado, y la indiferencia general ante la destrucción muy real de la vida en la Tierra.
La presunta violencia de estas acciones sirve para poner de relieve la
violencia real de nuestras sociedades: la indiferencia y la inercia, por
no hablar del cinismo.
Los museos, y las obras de arte que se encargan de conservar, están
destinados a ofrecer un espectáculo escenificado. De hecho, este
escenario particular es propicio para la creación de imágenes
impactantes que rápidamente se han difundido por todo el mundo. “Dos
personas, sin dinero, fotos en periódicos rusos, es increíble”, dice
Michele Giuli. El contexto de una exposición en un museo se utiliza como
base para la creación de un nuevo retablo viviente compuesto por
activistas que posan de cara a los medios de comunicación junto a la
obra u obras de arte elegidas. El retablo a menudo se adorna con otros
elementos –etiquetas, pancartas y salpicaduras diversas, como comida–
que aumentan el impacto visual de la escena.
No estamos acostumbrados a este tipo de imágenes. De hecho, no hay
precedentes. Hasta ahora, cuando las obras de arte habían sido atacadas
en los museos, los registros visuales de estos actos vandálicos –cuando
existían– eran de mala calidad, pues mostraban solo una parte dañada del
cuadro o, en raras ocasiones, la obra y su agresor. La documentación de
estas acciones nunca se había realizado de forma tan elaborada, con
perfectas vistas frontales de la escena.
En este sentido es interesante examinar la forma en que se organizan
estas acciones en torno a las obras de arte expuestas en los museos.
Imitan un tipo de activismo medioambiental no violento en el que la
inmovilización y los bloqueos son los modos clásicos de operar, aunque
ahora con el novedoso uso de pegamento instantáneo. Verdadero símbolo
del activismo medioambiental actual, el pegamento instantáneo es una
herramienta que da a los activistas tiempo suficiente para ofrecer las
imágenes icónicas que han dado la vuelta al mundo. El personal de
seguridad no se muestra dispuesto a “arrancar” a los activistas de los
marcos, ventanas o paredes en los que se han adherido y, de este modo,
les dan el tiempo que necesitan para pronunciar un discurso frente a la
obra de arte y facilitar la fotografía de la escena.
Cada elemento del modus operandi de los activistas tiene
como objetivo la creación y difusión de imágenes impactantes. La
elección de la(s) obra(s) de arte se hace en función de lo que la obra
representa, tanto social como figurativamente, a través de una
asociación lógica que se integra en los discursos de los activistas.
Obras de arte palimpsesto
Los cuadros y esculturas elegidas suelen ser de artistas famosos o
son en sí mismas obras muy conocidas y arraigadas en nuestro imaginario
cultural. Esta notoriedad ayuda a despertar el interés de los
periodistas que transmiten la información y, al mismo tiempo,
intensifican la reacción emocional del público. Los activistas también
pretenden trastocar la forma habitual en que se perciben estas obras
ofreciendo nuevas interpretaciones, todo ello al servicio de la difusión
pública de sus reivindicaciones.
En ocasiones, las nuevas narrativas que surgen de estas obras también
pueden estar directamente relacionadas con la escena representada en la
obra de arte. Este es el caso de varios paisajes en los que se pone de
relieve la cuestión del impacto de la actividad humana en la naturaleza.
Por ejemplo: Melocotoneros en flor, de Van Gogh, un óleo sobre
lienzo a cuyo marco pegaron sus manos dos miembros de Just Stop Oil en
la Courtauld Gallery de Londres el 30 de junio de 2022. Fue elegido por
su representación de la Provenza francesa, que en la actualidad está
expuesta a sequías extremas debido al cambio climático. Este paisaje,
pintado en 1889, puede compararse ahora con el verano de 2022, durante
el cual se registraron niveles de precipitaciones un 45% inferiores a la
media histórica en la región, lo que obligó a aplicar restricciones de
agua. Otro paisaje, Arpa eólica de Thomson (1809) de William
Turner, ilustra una vista del Támesis en las afueras de Londres, una
zona amenazada ahora por la subida del nivel del agua. En una acción
llevada a cabo el 31 de julio de 2022 en la Manchester Art Gallery, dos
activistas colocaron sus manos cubiertas de pegamento sobre su marco
después de pintar en el suelo frente a la obra el lema “No New Oil”.
La representación de la naturaleza rural se invoca a veces de forma más simbólica, como ocurrió con la obra de John Constable La carreta de heno (1821),
que fue el blanco de una acción ecologista que tuvo lugar en la
National Gallery de Londres el 4 de julio de 2022. Antes de pegar una de
sus manos al marco, dos activistas colocaron sobre la superficie de la
obra de arte una imagen impresa actualizada del mismo paisaje asolado
por las actividades humanas dependientes de los combustibles fósiles (un
avión que pasa por el cielo, un río seco, etc.). En esta visión
contemporánea de la decadencia, la destrucción de la escena no se
produce por efecto del tiempo, sino debido a la frenética y violenta
actividad humana. Cuando el colectivo Ultima Generazione organizó una acción en torno a La Primavera
(1478-82) de Sandro Botticelli en el Museo Uffizi de Florencia el 22 de
julio de 2022, la referencia a la naturaleza se hizo más metafórica:
“Tenía siete años cuando, tras un día de absoluto aburrimiento en el
museo, me quedé extasiada ante la belleza, la armonía y la paz que
transmite este cuadro”, comentó Laura, una de las activistas que
participaron en la acción después de pegar una de sus manos al cristal
protector del cuadro. Esta vez no hubo ninguna referencia a la actividad
humana, solo la enumeración de valores que sugiere la frondosidad de la
naturaleza en este cuadro alegórico: “Considero que mi presencia hoy
aquí es una forma de honrar este primer amor que experimenté por el arte
al convertirlo en el instrumento de un despertar colectivo que, en
última instancia, nos llevará a darnos cuenta del poder que tenemos
cuando decidimos utilizar nuestro cuerpo como vector de presión
política”.
Los dos activistas de Just Stop Oil que el 11 de noviembre de 2022 intentaron pegarse con las manos en El grito
(1893) de Edvard Munch en Oslo, aprovecharon el estatus de esta obra
que simboliza la angustia existencial humana: “Grito cuando los
políticos ignoran la ciencia”, “grito cuando veo morir a la naturaleza
delante de mí”, “grito cuando la gente muere en inundaciones, olas de
calor y de hambre”, “grito de miedo”, exclamaron a su vez. Noruega es el
mayor productor de petróleo de Europa. A través de estas acciones, a
veces puede inferirse la idea de un pánico apocalíptico que cuestiona el
apego a los bienes terrenales.
Apropiaciones simbólicas
Entre estos activistas, que parecen dominar los códigos de la cultura
museística, se observa una voluntad subyacente de desacralizar estas
obras de arte en favor de nuevas ideas y acciones proactivas. Una de las
activistas que participó en una acción en torno a Laocoonte y sus hijos,
que tuvo lugar el 18 de agosto de 2022 en los Museos Vaticanos, acababa
de licenciarse en Historia del Arte. Con el propósito de desbaratar la
perspectiva cultural de que únicamente podemos contemplar pasivamente
las obras de los museos, destacó un enfoque más sacrificado: “Nunca he
deseado exponerme públicamente de esta manera, perturbar el silencio de
un museo y pegarme a una obra de arte icónica. ¡Pero no tenemos muchas
opciones cuando se trata de obligar a las instituciones a atender la
alarma!”.
El hecho de que el tema del Laocoonte y la crisis climática
se hagan eco mutuamente es de especial importancia en este caso. Esta
antigua copia romana de un original griego representa un episodio de la
mitología en el que unas serpientes asesinan a Laocoonte, un sacerdote
troyano, junto a sus dos hijos después de que este intentara advertir a
los troyanos del peligro de dejar meter el caballo de Troya en su
ciudad. Estas serpientes, enviadas por Poseidón para silenciar al
sacerdote, son las que finalmente aseguran la victoria del otro bando.
Para Ultima Generazione, el clima y la crisis energética son los
factores históricos que pueden llevar a la caída no sólo de una ciudad,
sino de toda la vida en la Tierra. El comunicado de prensa de Ultima Generazione declara:
“Al igual que Laocoonte en el mundo antiguo, en la actualidad,
nuestros científicos y activistas intentan advertir a nuestras
comunidades de las catastróficas consecuencias de la pasividad frente a
la mitigación de la crisis climática. Al igual que Laocoonte... los
científicos y activistas son desatendidos o, lo que es peor, son
silenciados una y otra vez por los gobiernos”.
Los activistas medioambientales se han apropiado de esta historia
fundamental y se han erigido en figuras de la resistencia civil, solo
que esta vez no de forma mítica, sino real.
Entre el conjunto de obras objeto de las acciones medioambientales, la escultura Formas únicas de continuidad en el espacio
(1913) de Umberto Boccioni, faro del movimiento futurista italiano
–unos activistas de Ultima Generazione se pegaron con las manos a ella
el 30 de julio de 2022 en el Museo del Novecento de Milán–, representa
un caso especialmente interesante. En esta ocasión se planteaba un
discurso crítico contra lo que la obra representa. Esta figura
esculpida, lanzada de cabeza hacia el progreso, y cuyos bordes parecen
disolverse en su dinámico movimiento hacia delante, es una metáfora del
modo de vida asociado a la modernidad industrial, así como de la
ideología que fomentaba este movimiento vanguardista. El comunicado de prensa explica:
“Nos pegamos al bronce de Boccioni porque ya no podemos permitirnos
precipitarnos hacia el progreso económico. El progreso que esperaban los
futuristas es el mismo que ahora nos conduce a la extinción masiva”.
Con más de un siglo de diferencia, los artistas futuristas y los
activistas medioambientales contemporáneos plantean la cuestión del
futuro, pero ofrecen respuestas antitéticas.
Aparte de esta escultura de Boccioni, los activistas suelen mostrar
un apego sincero a las obras que utilizan como blanco. Michele Giuli lo
explica:
“Cuando elegimos una obra de arte es porque realmente nos gusta, nos
encanta. La mayoría de las veces se trata de uno de los cuadros o
estatuas favoritos de las personas implicadas. Utilizan una obra de arte
sin dañarla para alertar a la humanidad sobre los peligros que corre:
creo que a Van Gogh le habría entusiasmado”.
¿Quién conseguirá que estas obras de arte hablen?
El 9 de noviembre de 2022, durante la COP27 celebrada en Egipto,
noventa y dos directores de museos emitieron un comunicado conjunto en
respuesta a estas acciones, en el que advertían a los activistas de que
estaban subestimando en gran medida la fragilidad de las obras de arte
objeto de estas acciones[3]. Unos días más tarde,
el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés)
adoptó una postura más conciliadora y reconoció la preocupación en
materia de conservación, pero ratificó su deseo de que “los museos sean
considerados aliados para hacer frente a la amenaza común del cambio
climático”. Esta declaración apoya a los activistas medioambientales y a
la idea de que no están confrontando cultura y activismo, sino que
intentan atraer a toda la sociedad al mismo movimiento. En este tenso
contexto, el
ICOM se cuestiona ahora lúcidamente el papel que pueden desempeñar los
museos “en la configuración y creación de un futuro sostenible”. La
reacción del ICOM es significativa en el sentido de que uno de los
objetivos de las acciones de resistencia civil es obligar a diferentes
instituciones y actores sociales a tomar partido. Aunque el ICOM no
fomenta estos actos, el hecho de que la única organización internacional
dedicada a los museos y sus profesionales no los condene, a pesar de su
ilegalidad, es notable. Será interesante ver cómo reaccionan los
sistemas judiciales de los distintos países cuando se vean obligados, en
caso de que haya procedimientos legales, a pronunciarse acerca de la
legitimidad de estas acciones.
Para estos activistas, apropiarse del espacio del museo y proponer
nuevas formas de ver las obras de arte –símbolos de la herencia
intergeneracional cuya realidad se ve cuestionada por la era del
Antropoceno– es quizá también una forma de expresar la imperecedera
esperanza de que aún puede haber un futuro que proyectar y soñar. Como
señala Caspar Hughes, activista de Just Stop Oil: “La cultura en la que
se inscribe el mundo del arte suele provocar cambios positivos en la
sociedad”[4]. En un momento en que la mayoría de
los profesionales de los museos luchan por atraer a un “público joven” e
intentan que estos espacios sean inclusivos, ¿no deberían reflexionar
sobre formas constructivas de acoger estos actos simbólicos de
apropiación pacífica que sitúan sus colecciones en el centro de un
debate público y de una concienciación urgentemente necesarios?
En la reacción frente a estas acciones es frecuente encontrar una
retórica de la instrumentalización de las obras de arte que se alimenta
de la idea de que éstas tienen vida estética propia. Según esta
perspectiva, la apropiación de las obras de arte por parte de los
activistas va en contra de su propia naturaleza, que es la de ser
contempladas en silencio. Otros discursos parecen fomentar la idea de
que únicamente los historiadores del arte o los conservadores de museos
tienen autoridad para ofrecer interpretaciones artísticas. Sin embargo,
los gobiernos suelen situar estas mismas obras en el centro de las
cuestiones políticas y diplomáticas. De hecho, las colecciones de los
museos son un instrumento clave de poder simbólico para las autoridades
políticas, las mismas a las que se dirigen estas reivindicaciones
medioambientales a través de actos de resistencia civil. Consideramos
que las acciones que hemos descrito son apropiaciones ciudadanas de
nuestro patrimonio colectivo en favor de cuestiones políticas y sociales
cuya extrema urgencia no puede subestimarse.
Estos son algunos “peros” que los propios científicos ponen al anuncio triunfalista del Laboratorio Livermore y el gobierno de EE.UU. sobre la fusión nuclear.
Instalaciones del Laboratorio Lawrence Livermore donde se ha hecho el experimento | Lawrence Livermore National Security
El Departamento de Energía de EE. UU. y la Administración Nacional de
Seguridad Nuclear han anunciado este martes oficialmente que han
conseguido por primera vez la ignición por fusiónen el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, un gran avance científico que lleva décadas en desarrollo y allanará el camino para el futuro de la energía limpia.
Según han asegurado sus responsables en rueda de prensa, el primer
experimento de fusión controlada de la historia ha conseguido producir más energía a partir de la fusión que la energía láser utilizada para impulsarla. “La
búsqueda de la ignición por fusión en el laboratorio es uno de los
desafíos científicos más importantes jamás abordados por la humanidad, y
lograrlo es un triunfo de la ciencia, la ingeniería y, sobre todo, de
las personas”, ha asegurado Kim Budil, directora del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.
Este logro histórico confirma la viabilidad del concepto y refuerza la posibilidad de lograr en un futuro una energía limpia de fusión, como la que se produce en las estrellas. Pero a pesar de los titulares triunfalistas y las afirmaciones del tipo “con una botella de agua se obtendrá la energía de un hogar durante un año”, conviene poner los matices necesarios para entender que se trata de una prueba de concepto y que aún queda un largo camino.
Estos son algunos de los matices que ponen los propios expertos para entender este logro en su justa medida:
1. La fusión comercial está muy lejos
Lo ha resaltado la propia directora del Laboratorio Livermore. “Hay obstáculos muy significativos, no solo en la ciencia, sino en la tecnología”, ha recalcado Kim Budil en la rueda de prensa del anuncio oficial.
“Esto es una sola cápsula de ignición y se ha producido una vez, y para
hacer energía de fusión comercial tienes que hacer muchas cosas, tienes
que hacer muchos eventos de fusión por minuto”. De modo, que llevará “décadas”. “No cinco décadas, como solíamos decir”, ha resaltado divertida, “pero requerirá grandes esfuerzos de inversión y unas cuantas décadas de investigación”.
"Para convertir la fusión en una fuente de energía, necesitaremos aumentar aún más la ganancia de energía”, asegura Jeremy Chittenden, profesor de Física de Plasma del Imperial College de Londres en declaraciones al Science Media Centre.
“También tendremos que encontrar una manera de reproducir el mismo
efecto con mucha más frecuencia y mucho más barato antes de que podamos
convertir esto de manera realista en una planta de energía".
“Este es un paso clave en un posible camino hacia la fusión comercial”, asegura el físico de materiales Robin Grimes.
“Sin embargo, extraer esta energía para que pueda aprovecharse y
desarrollar los materiales que puedan resistir la operación continua son
desafíos enormes”. “Es probable que este anuncio tenga más importancia
científica que práctica”, señala Mark Wenman, experto
en física de materiales, “pero como prueba de concepto debería ayudar a
que más fondos fluyan hacia la investigación de la fusión nuclear”.
“Este es un gran resultado científico, pero todavía estamos lejos de la fusión comercial”, subraya la investigadora Aneeqa Khan,
de la Universidad de Manchester. “Necesitamos una ganancia de energía
neta de ingeniería de todo el dispositivo que tenga en cuenta todas las
ineficiencias de la planta. La construcción de un plan de energía de
fusión también tiene muchos desafíos de ingeniería y materiales […]
Necesitamos capacitar a una gran cantidad de personas con las
habilidades para trabajar en el campo y espero que la tecnología se
utilice en la segunda mitad del siglo".
2. Aún falta la revisión por pares
Tal y como ha señalado Kim Budil, sus equipos han pasado una semana
contrastando los datos para asegurarse de que son correctos e incluso invitaron a "un equipo externo de expertos para hacer una revisión por pares”, ha anunciado. Eso no les exime de pasar el proceso de revisión habitual que requerirá la publicación en una revista científica de primer nivel, donde aún se pueden detectar errores, como sucedió con otros grandes anuncios anteriores.
“Me gustaría poder leer los detalles de este nuevo hito, pero supongo
que habrá que esperar varios meses hasta que el artículo esté escrito y
enviado a publicación”, asegura el físico y divulgador Francis Villatoro
a Vozpópuli. “La gran duda actual es la estimación de la energía
producida por la ignición del combustible”, añade. “La medida es
indirecta. Si han observado 3.5 MJ es una medida dudosa porque podría
estar por encima de lo que los detectores estaban capacitados para
medir. Quizás incluso alguno haya sido dañado. Así que esta estimación
habría que cogerla con alfileres”.
“En cualquier caso, para ellos es algo muy relevante, pues su
financiación peligraba”, agrega. Su hito de lograr un 72% de la energía
inyectada, en agosto de 2022, no había podido ser repetido, destaca el
investigador. Y tras muchos intentos a principios de este año se publicó
una noticia en Nature sobre posibles problemas de financiación. “Antes
de diciembre de 2022 tenían que lograr repetir y superar el logro
anterior si querían más financiación. Lo han logrado in extremis”,
asegura. “Esto también puede generar dudas en ciertos sectores. ¿Cómo es
posible que hayan hecho a principios de diciembre lo que parecía en
noviembre que no podrían lograr este año tras múltiples fracasos?”.
3. Los cálculos tienen un “punto débil”
Abundando en el argumento anterior, algunos expertos creen que el
punto débil puede estar en los datos sobre el imput de energía. “Aunque
es una noticia positiva, este resultado todavía está muy lejos de la
ganancia de energía real requerida para la producción de electricidad",
asegura Tony Roulstone, especialista en energía
nuclear de la Universidad de Cambridge al Science Media Centre. En
resumen, insiste, lo obtenido todavía es mucho menos que la energía que necesitaban para los láseres en primer lugar. "La producción de energía (principalmente energía térmica) seguía siendo solo el 0,5% de la entrada”.
En el mismo sentido se manifiesta Enrique Borja,
doctor en Física y divulgador científico. “[El anuncio] no considera la
energía que hemos de suministrar a los propios láseres para su
funcionamiento”, señala. “Es decir, hemos visto que podemos sacar
energía de la fusión, pero aún estamos muy lejos de poder hacerlo de
forma eficiente como para poder ser usada a nivel "industrial". ¿Qué
pasaran? ¿Dos años? ¿Cinco? ¿Veinte? No lo sé. Pero lo que sí sé seguro
es que lo conseguiremos”.
"Otro punto clave es que nadie sabe cómo extraer energía eléctrica útil de la fusión inercial mediante láser",
añade Villatoro. "No solo es pulsada, sino que cada pulso tiene una
duración muy corta (decenas de nanosegundos como mucho) con lo que el
método usual de extracción de electricidad, que es el calentamiento de
un material que a través de un intercambiador de calor genere vapor de
agua que mueva una turbina, es completamente inviable. Nadie sabe cómo
en el futuro se podrá extraer energía eléctrica útil de este tipo de
instalaciones", sentencia.
4. No nos salva de la crisis climática
El último 'pero' tiene que ver con las implicaciones sociales y
políticas de este anuncio, porque la sociedad puede interpretar que la
crisis climática ya tiene solución y rebajar la presión para adoptar
políticas que reduzcan el consumo de combustibles fósiles, lo que sería
un grave error.
“La fusión ya llega demasiado tarde para hacer frente a la crisis
climática, ya nos enfrentamos a la devastación del cambio climático a
escala mundial, observando las inundaciones en Pakistán, las sequías en
China y Europa solo este verano”, señala Aneeqa Khan. "A corto plazo,
debemos utilizar tecnologías bajas en carbono existentes, como la fisión
y las energías renovables, mientras invertimos en fusión a largo plazo,
para ser parte de una combinación energética diversa baja en carbono.
Tenemos que utilizar todo lo que tenemos en la crisis climática. Es
importante tener estrategias tanto a corto como a largo plazo”.
Un grupo de ocho científicos líderes en economía ecológica publican en
la prestigiosa revista "un marco político estratégico" para que los
gobiernos de los países ricos dejan atrás la era del crecimiento.
El gobierno de Barcelona, liderado por Ada Colau, citado en el artículo de Nature.
Europa Press
La Teoría del Decrecimiento, una corriente de pensamiento económico y
social que cuestiona una de las premisas básicas del capitalismo global
-el anclaje entre el crecimiento del PIB y el bienestar de los países-
empieza a tener cada vez más eco en la agenda científica y política de
Europa.
LPO adelantó
días atrás que la Unión Europea financiará por primera vez
investigaciones científicas sobre la viabilidad del decrecimiento. El
European Research Council (ERC) otorgó una subvención de 10 millones de
euros a un proyecto del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de
la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) que, básicamente,
estudiará cómo hacer para desterrar la economía del crecimiento de los
países desarrollados.
Este lunes, la prestigiosa revista científica Nature publicó un artículo
titulado "El decrecimiento puede funcionar: así es como la ciencia
puede ayudar" firmado por un grupo de ocho científicos líderes en
economía ecológica.
La publicación explica por qué las economías
más avanzadas deben reducir el uso de energía y materiales para avanzar
en la descarbonización y detener el deterioro ecológico. Ofrece,
además, un marco estratégico para que los gobiernos de los países más
desarrollados puedan plasmar políticas decrecentistas.
"La
economía global está estructurada en torno al crecimiento: la idea de
que las empresas, las industrias y las naciones deben aumentar la
producción cada año, independientemente de si es necesario. Esta
dinámica está impulsando el cambio climático y el colapso ecológico. Las
economías de altos ingresos, y las corporaciones y clases adineradas
que las dominan, son las principales responsables de este problema y
consumen energía y materiales a tasas insostenibles", introduce el
artículo.
Las "economías ricas" -agrega- deben abandonar el
crecimiento del producto interno bruto (PIB) como objetivo, "reducir las
formas de producción destructivas e innecesarias" (los aviones
privados, por ejemplo) para disminuir el uso de energía y materiales, y
centrar la actividad económica en "la satisfacción de las necesidades y
el bienestar humano".
El decrecimiento de las regiones más
desarrollas podría, a juicios de estos investigadores, "liberar energía y
materiales para los países de ingresos bajos y medianos en los que el
crecimiento aún podría ser necesario para el desarrollo".
"El decrecimiento es una estrategia
decidida para estabilizar las economías y lograr objetivos sociales y
ecológicos, a diferencia de la recesión, que es caótica y socialmente
desestabilizadora y ocurre cuando las economías dependientes del
crecimiento no logran crecer", aclara el artículo firmado por Jason
Hickel, Giorgos Kallis, Tim Jackson, Daniel W. O'Neill, Juliet B. Schor,
Julia K. Steinberger, Peter A. Victor y Diana Ürge-Vorsatz.
Las
políticas de decrecimiento, necesarias en "la lucha contra el cambio
climático y la pérdida de biodiversidad", tienen que "reducir la
producción menos necesaria" (reducir sectores destructivos como los
combustibles fósiles, la carne y los productos lácteos producidos en
masa, la moda rápida, la publicidad, los automóviles) y "el tiempo de
trabajo" (reducir la edad de jubilación, fomentar el trabajo a tiempo
parcial o adoptar una semana laboral de cuatro día, por ejemplo), entre
otras estrategias.
Sobre el "cómo", el texto remarca que "se
necesitarán nuevas formas de financiación para financiar los servicios
públicos sin crecimiento": "Los gobiernos deben detener los subsidios
para la extracción de combustibles fósiles. Deberían gravar industrias
ecológicamente dañinas como los viajes aéreos y la producción de carne.
Los impuestos sobre el patrimonio también se pueden utilizar para
aumentar los recursos públicos y reducir la desigualdad".
"Algunos
países, regiones y ciudades ya han introducido elementos de estas
políticas. Muchas naciones europeas garantizan atención médica y
educación gratuitas; Viena y Singapur son famosos por sus viviendas
públicas de alta calidad; y casi 100 ciudades en todo el mundo ofrecen
transporte público gratuito. Muchas naciones han utilizado esquemas de
garantía de empleo en el pasado, y se están realizando experimentos con
ingresos básicos y jornadas laborales más cortas en Finlandia, Suecia y
Nueva Zelanda", aclara la publicación.
"Hay
que estudiar los movimientos y gobiernos municipalistas y comunales en
ciudades progresistas como Barcelona o Zagreb, que promueven políticas
que favorecen la justicia social y los bienes comunes". También se citan
casos latinoamericanos: "Se necesita una mejor comprensión de los
obstáculos que enfrentan los gobiernos que tienen ambiciones ecológicas,
como los elegidos este año en Chile y Colombia".
Los
científicos que firman este ensayo reconocen que "el crecimiento a
menudo se trata como un árbitro del éxito político" y que "pocos líderes
se atreven a desafiar el crecimiento del PIB". Por tal motivo, "la
acción de los gobiernos es crucial".
"Este es
un desafío, porque quienes están en el poder tienen ideologías
arraigadas en la economía neoclásica convencional y tienden a tener una
exposición limitada a los investigadores que exploran la economía desde
otros ángulos. Se necesitará espacio político para debatir y comprender
las alternativas y desarrollar respuestas políticas".
Lograr
economías prósperas "sin crecimiento" requerirá de "movimientos
sociales fuertes" (las tomas de decisiones de pequeña escala y directas,
como las asambleas de ciudadanos, pueden ayudar a resaltar las
opiniones públicas sobre economías más equitativa) y de "una
movilización masiva de investigadores en todas las disciplinas,
incluidos economistas de mente abierta, científicos sociales y
políticos, modeladores y estadísticos".
"La investigación sobre el
decrecimiento y la economía ecológica necesita más financiación para
aumentar la capacidad de abordar las cuestiones necesarias. Y la agenda
necesita atención y debate en los principales foros económicos,
ambientales y climáticos, como las conferencias de las Naciones Unidas",
concluye el artículo.
Hace tres décadas lanzó al ruedo el término aporofobia (rechazo a los pobres), y durante la pandemia volvió a la carga con la gerontofobia. Dice que discriminar por motivos de edad es una barbaridad. También que la tercera edad es una mina de oro. Y que la inmortalidad es un engaño del transhumanismo para ganar dinero. Ella nos explica los misterios del tiempo
Catedrática de Ética,
en los 90 acuñó el término aporofobia como sinónimo de rechazo a los
pobres. Hoy esta palabra forma parte del diccionario de la RAEABC
A Adela Cortina
(Valencia, 1947) no le gustan las fotos, pero después de una hora de
conversación dice: «Yo soy mucho más joven que mi abuela a su edad, es
que no hay color». La edad, insiste, cambia con las épocas. Ella ha sido
catedrática de Ética y ahora preside la Fundación Etnor. En los noventa
popularizó el término aporofobia,
es decir, el rechazo a los pobres, un término que acabó entrando en el
Diccionario de la RAE. Durante la pandemia lanzó al debate público otro
neologismo, la gerontofobia, porque sentía que estábamos haciendo lo
mismo con los ancianos. No cree en la eternidad, pero sí en el sentido
de la vida.
Pregunta. La ONU defiende que la tercera edad
empieza a los 60 años, pero hay quien sostiene que el límite lo marca la
jubilación, esto es, los 65 años, por ahora. ¿Cuándo entramos en la
ancianidad?
Respuesta. Es una pregunta muy difícil de contestar,
porque cambia con la época. Hasta los setenta, por ejemplo, no se
hablaba de la tercera edad,
solo de la vejez. Y fue una muy buena noticia, porque fue una forma de
decir que las gentes podían estar oficialmente jubiladas y sin embargo
estar maravillosamente bien para desarrollar todo tipo de actividades
vitales. Al final lo importante siempre es la edad personal. Y la edad
personal se compone de la edad cronológica, de la edad biológica y de la
edad social. Hay personas que a los 60 años están perfectamente bien.
Hay personas que a los 40 años están realmente destrozadas. Hay personas
que a los 20 años se suicidan. Y hay personas que a los 80 años
empiezan a aprender a patinar, como hizo Tolstoi. Se suele afirmar que
el gran cambio se produce en la edad de jubilación, y se entiende que
ahí empieza de alguna manera la vejez. Pero yo creo que la vejez no se
puede determinar en ningún momento. Que depende de cada uno.
P. La sociedad cada vez está más envejecida,
pero a la vez los ancianos son más jóvenes que nunca, y pueden llevar
una vida activa 15 o 20 años después de la jubilación. O incluso más.
R. Es que las sociedades no envejecen. Lo que ocurre es
que cada vez se prolonga más la vida, somos más longevos. Y hay que
hacer una distinción entre longevidad y envejecimiento. Si ahora
comparamos la edad que tenía mi abuela, su aspecto cuando tenía mi edad
con el mío… no hay color. Yo soy mucho más joven que mi abuela a mi
edad. Y esto es general.
P. En 'Ética cosmopolita' defiende la ancianidad como una edad productiva y rentable para la economía.
R. Hace algún tiempo, no tantos años, una persona de 65
parecía que ya tenía que prepararse para morir y nada más. Sin embargo,
ahora… ¿De qué vive el turismo? De las gentes, que precisamente porque
no tienen otras obligaciones vitales, pueden dedicarse a viajar. ¿Y de
qué viven las industrias farmacéuticas? De las personas mayores que
tienen una buena calidad de vida pero que necesitan medicarse. Cada vez
el oído funciona peor, y nos ponemos audífonos. Cada vez la dentadura la
tenemos más estropeada, así que vamos al dentista y nos ponen
implantes. Todo esto es una industria de muchísimo dinero.
P. El transhumanismo trata la vejez como una enfermedad, y defiende que en algún momento po
dremos alcanzar la inmortalidad
R. Eso es una barbaridad, es una barbarie. Y además encima es una tontería. La vejez es un proceso lógico y normal. Hay personas que van perdiendo facultades antes, otras que las pierden después, pero eso es un proceso de deterioro que acaba con la muerte, algo biológico y normal. Las enfermedades son otra cosa, son afecciones que podrían haberse evitado porque no pertenecen a un proceso normal. Los transhumanistas están prometiendo lo que no pueden prometer, porque con eso consiguen que les paguen unas inversiones tremendas para sus investigaciones… Lograr la eterna juventud y vencer a la muerte es un mito que está en todas las culturas. Es un sueño antiguo.
P. ¿A usted le gustaría ser eterna?
R. Yo no tengo ilusión en vivir doscientos años. Una de
las cosas más dolorosas que pueden pasarle a uno es lo que decía
Unamuno: que se te van muriendo las gentes con las que has hecho la
vida. Y si la gente se te va muriendo y no los tienes a tu lado, ¿para
qué durar tantos años? Más vale tener una vida razonable y tenerla muy
llena. Vamos a ver si nos organizamos bien nuestra vida de tal manera
que le encontremos un sentido y que le saquemos todo el fruto que
podamos. Más vale pensar en eso que en prolongar la vida eternamente.
P. ¿Cómo se llena una vida larga?
R. De la misma manera que hay estudiantes debería haber
felicitantes, que es una palabra que a mí me gusta mucho, pero no está
en el Diccionario de la RAE. Hay actividades que son felicitantes y que
llenan la vida, y son las que decía Aristóteles: las que valen por sí
mismas, las que tienen que ver con la belleza, con la educación, con el
estudio, pero también con la solidaridad y con el vivir conjuntamente la
vida. Eso es para lo que nos hemos de preparar, no para durar mucho.
P. Otra palabra que no está en el diccionario,
pero que usted ha popularizado, es gerontofobia. ¿Cuándo empezó a pensar
en la fobia a los mayores?
R. Empecé a percibir el tema sobre todo a raíz del covid.
En la televisión se decía que habían muerto miles de personas, pero que
tenían más de 80 años, y el que oía respiraba aliviado. Eran personas
que contaban menos… Ese tipo de discriminación existe, ese desprecio,
ese rechazo. Y eso, evidentemente, es un atentado contra la dignidad
humana, porque todos somos iguales en dignidad. La gerontofobia se
tradujo en que se defendió que no se podía llevar a determinadas
personas a los hospitales, y esto se hizo por razón de edad, algo que
desde el punto de vista de la bioética es atroz.
P. ¿Cuál era la alternativa?
R. La edad no puede ser un criterio, hay que investigar
cada caso y ver si esa persona tiene posibilidades de sobrevivir o no.
Tiene que ser algo individual. Nunca puede ser un criterio en que toma
un colectivo y se le rechaza en su conjunto.
P. Otro tema que puso de relieve la pandemia
fue el de las residencias de ancianos, que no estuvieron a la altura de
la situación.
R. Lo que hay que hacer es plantearse en serio estos
asuntos, ir viendo punto a punto lo que necesitan las personas y qué se
les puede ofrecer. Y se está haciendo una gran cantidad de estudios en
este sentido. La gente, en primer lugar, suele preferir vivir en su
domicilio y no ir a una residencia. Por eso hay que organizar bien los
servicios de atención domiciliaria. Por otra parte, necesitamos crear
residencias, esto nos lo ha enseñado la pandemia. Residencias que no
solo sean privadas, sino también públicas, y que además no solo sean
grandes residencias, sino también pequeñas residencias de proximidad,
para facilitar las visitas de los familiares.
P. Después de la pandemia, en España aprobamos
la eutanasia, aunque no se produjo un verdadero debate profundo sobre
este asunto...
R. En España, y esto es una verdadera maldición, todos
los grandes problemas y las grandes cuestiones estén partidizadas. No
politizadas, no, partidizadas. Que las gentes, ante temas como la eutanasia,
se posicionen según los partidos políticos, de tal manera que si una
persona dice que está de acuerdo con la eutanasia o en contra ya te
parece que se está poniendo del lado de la izquierda o de la derecha.
P. ¿Y usted qué piensa?
R. Todo el mundo desea morir en paz. Todos, todos. Nadie dice que le gustaría morir entre estertores y con dolores tremendos.
Nos pasa a todos. Es ver una bicicleta
y… ufff, escalofríos recorriendo la espalda. Esa sonrisa tontorrona que
se te pone, ese querer rozar con las yemas de tus dedos, ese
embolingarse con las palabritas, ese qué ganas de quedarnos los dos
solitos.
Sí, amigos, es que la bici provoca
deseos de lo más primarios. Yo he visto de todo con el tema, desde
antiguos crápulas que abandonan para siempre el ejercicio del canalleo
«para no estar cansado mañana, tío, que hay salida con la grupeta»,
hasta parejas de mediana edad que han cesado temporalmente su
convivencia porque una de las dos partes pasaba olímpicamente de la
otra, reservando todo el fin de semana para esa amante con ruedas. Como
escuchan, lo juro.
Pero yo les voy a contar una historia
más cañera. Porque lo otro… en fin, todos tenemos algún caso cerca, y da
hasta penuca, ay, qué penuca me da. Pero esto… En pocas palabras,
hablemos de cómo la bici fue considerada, allá en la época victoriana,
un peligrosísimo corruptor de la moralidad femenina. Como lo oyen.
A ver, advertencia. Todo esto lo narra divinamente Kate Lister en su (muy recomendable) libro Una curiosa historia del sexo
(Capitán Swing, 2022). Allí, entre consoladores, sinónimos de la
palabra «vagina» a cual más chisposo o recorridos cuchufleteros sobre la
profilaxis poco eficiente encontramos todo esto de la bici y su
erotización, además de algunas fotografías victorianas que muestran a
mujeres de carnes regordetas montando máquinas bastante incómodas. A mí
no me van estas filias, pero si alguno tiene el hábito de pecar quede
advertido.
La cosa es que bicis y similares siempre han tenido papel potente en asuntos de paridad. Es casi lugar común la frase de Susan B. Anthony
sobre el velocípedo, esa de “ha hecho más por la emancipación de la
mujer que cualquier otra cosa en el mundo”. Bueno, mira, pues igual.
Sobre dos ruedas las mozucas podían dar largos paseos, establecer
vínculos sociales y, en fin, alcanzar arbustos lo suficientemente altos,
lo suficientemente apartados, como para gozar de un sano desenfreno
premarital (o postmarital, que aquí no pedimos papeles).
Ya únicamente eso… pues escándalo,
porque las mujeres deben estar en la cocina, y no enseñar más que un
leve tobillo, que ya con un tobillo vas que chutas, que un tobillo es
alfa y omega de la sensualidad. Solo que había más cosas. Sí, esa que
todos (y todas) ustedes piensan. El tema del sillín, la zona perianal,
apoyos y etcéteras. Cuando la bicicleta comienza a popularizarse a fines
del siglo XIX se desata un debate médico al respecto. Sumen al asunto
que quienes antes pudieron disfrutar del suave y sicalíptico roce
velocipédico fueron las clases más acomodadas (por aquello del coste),
lo que resultaba un más aquelárrico, pues comprensible puede ser que
arrieras y buhoneras disfruten de la vil carne, pero se nos complica el
asunto cuando hablamos de finas Ladys con apellido compuesto.
Inciso necesario: según estudios de la Universidad de California
las mujeres que practican regularmente ciclismo tienen «mejor
funcionamiento sexual» (signifique eso lo que signifique) que quienes no
hozan por sillines y manillares. Así que, si me permiten consejo…
corran a comprar coulottes.
La llegada de féminas al mundo-bici fue
bastante tardía. Causas técnicas, éticas y estéticas. O, dicho de otra
forma, entre que las primeras máquinas eran artefactos potencialmente
mortales con peligros evidentes, y que no estaban visualmente preparadas
para faldas, enaguas y corpiños pues. Sucede que en la década de 1880
se inventa algo llamado «bicicleta de seguridad». Vamos, artilugio muy
similar al que tenemos ahora entre las piernas (cuando montamos en bici,
se entiende). Dos ruedas, neumáticos, frenos, alta maniobrabilidad,
alta posibilidad de no morirte de la hostia si caes al suelo (no lo
prueben en uno de esos biciclos con rueda delantera enorme, por favor).
Así que se multiplican las ciclistas
mujeres y, con ello, el pecado. El pecado potencial, incluso el pecado
lleno de involuntareidad, si quieren, pero el pecado. Vamos, que hay
doctores (a quienes debemos imaginar con gafas muy gordas, o con
monóculo, siempre carraspeando, gesto de sorpresa y constricción al ver
cómo es una muchacha desnuda, no, qué he hecho, iré al Hades)
preocupadetes por el tema este del sillín. El roce del sillín, el efecto
de los baches sobre el sillín (había un montón de baches entonces,
incluso adoquines, que es aun peor), la fina estimulación que puede
nacer en el sillín. No solo por el tema del placer (que ya de por sí es
inicuo, porque gozar con la coyunda y similar solo es propio de bestias
salvajes, y debe ser objeto de discurso censor) sino, incluso, por el
interior de las damas. Que son los hombres seres bien dotados por Natura
para aguantar meneos (pese a apoyarse, en el acto ciclista, sobre
sendas partes muy delicadas de su anatomía), pero las mujeres pueden
acabar descoyuntadas en su interior. Y, ¿qué nos preocupa de las damas
en aquellos años sino su interior? Su interior reproductivo, se
entiende, que sentimientos y pe(n)sares son cosas de rojos, seguramente…
Ya lo dijo el periódico South Wales Echo en 1897… “la
bicicleta fue inventada por los hombres y sigue siendo un vehículo
masculino”, las mujeres “deberían tener cuidado con los peligros del
ciclismo”.
(Años más tarde, y como para insistir en la idea de que la bici es para mozos fuertes, Luis Puig le dijo a Federico Martín Bahamontes
que “si te pones los pantalones largos” tras haber abandonado un Tour
de Francia “el pecho se te habrá hinchado y tendrás leche en las
mamarias”. Leche en las mamarias, ojo. Cuidado con Luis Puig, buen
franquista y mejor escritor de novela erótica).
Pero, decíamos, ¿qué peligros? Pues
todos. Todos, porque quien pecados sueña, potencialmente pecaminoso ve
el mundo. Se decía que entre la bici y el no llevar corsé (habrase
visto, no llevar corsé) las muchachas podían sufrir sacudidas en sus
partes reproductoras hasta, en casos extremos, soltarse. En Norteamérica
se contempla con preocupación ese demonio con manillar que ataca a los
«órganos matrimoniales» de las jóvenes incautas. Observen la, poco
sutil, expresión de «órganos matrimoniales», y saquen conclusiones sobre
importancias y prioridad. El St. Louis Medical Reviewseñala,
año 1895, que esa ocupación «extremadamente poco elegante e indecorosa»
(y dicen esto sin haberme visto a mí con maillot) podía provocar
«inflamación ovárica, sangrado del riñón o el útero, desplazamiento y
aborto». El Iowa State Register va más allá,
afirmando que la bici lograba «suprimir o volver irregular y
terriblemente dolorosa la menstruación, y quizá sembrar la semilla de
futuras dolencias». Ese «quizá» es tranquilizador, al menos. Y The Cincinnati Lancet-Clinic se mostraba a favor del ciclismo, pero expresa dudas sobre el sillín, al que denomina, muy feamente, «agente friccional».
La ciencia opinaba que la bicicleta era un medio pecaminoso para las mujeres
Y es que aquí está el meollo, colegas.
Lo otro, lo de la salud… bueno, pues asumible. Llevamos medio siglo
ciscándonos las costillas de núbiles y damas, así que no vamos a ir
ahora de paladines físicos. Pero el agente friccional… ay, el agente
friccional, eso sí que no. Fricciones las justas, y siempre dentro del
matrimonio, no vaya usted, joven súcubo, a pasarse un rato agradable sin
mi consentimiento.,
Porque, en fin, todos esos problemas,
las hinchazones, los desprendimientos, las enfermedades por venir,
todos, absolutamente todos eran provocados por ansiedad sublimada en
materia erótica. Vamos, que otra vez los sillines. Que te dan
cosquillas, los sillines, y ya pierdes el oremus. Una revista canadiense, la Dominion Medical Monthly,
llega a afirmar muy ufana, allá por 1896, que «el consenso está
aumentando masivamente día a día: montar en bicicleta provoca en la
mujer un orgasmo diferente». Al menos hablan de orgasmo, oiga, pero es
que se busca lo que se busca. Y eso acarrea problemas. Problemas
gordísimos, porque, decíamos, el pecadillo de Onán tiene connotaciones maléficas, satánicas, antinatura. Ese mismo año el Canadian Medical Practioner
afirmaba que «comparadas con Canadá, o al menos con Toronto, Sodoma y
Gomorra serían puras como los refugios del ejército de Salvación. Parece
ser que el ciclismo, que tanto aporta a la salud, la belleza y el
encanto de nuestras mujeres, es en Canadá, o por lo menos en Toronto, un
medio para gratificar un deseo impío y bestial».
En fin, si ustedes no están deseando salir a dar una vueltita en bici, yo ya no sé.
Ah, que les parece poco. Poco peligro,
pocos perjuicios, poco «mira, tú verás, pero la bici es mala, malísima».
Pues, oigan, que se les queda cara de tonto. De tonta, en este caso.
Sí, sí, como lo oyen, cara de tonta. Hay algunos (y algunas) que la
traen de serie, pero es que el ciclismo te va deformando faz hasta
transformarte en candidato perfecto para realitys y similares.
Lo llamaban «cara de bicicleta», era una enfermedad que afectaba a ambos
sexos pero resultaba más enojosa en las mujeres (en fin… ¿qué otra cosa
sino un bonito cutis tienen ellas para ofrecer?) y resultaba
estremecedora. En 1897 el doctor Shadwell describía
esas caras como «rostros rígidos, ojos fijos hacia delante, una
expresión ya sea de angustia o de irascibilidad o, en el mejor de los
casos, pétrea». Vamos, lo que he visto yo muchas veces arriba de los
puertos, tampoco es para volverse locos. Nadie se tomaba muy en serio
estos rolletes (no las caras, sino que dicha expresión quedase fija para
siempre en los rasgos de quien andaba en bici), pero, por si acaso, el Harper´s Magazine
recomendaba en 1897 a las mujeres que masticasen chicle mientras
pedaleaban, porque eso «mantiene la cara en movimiento y previene esa
expresión de ansiedad que los médicos dicen que puede evolucionar hasta
ser parte esencial de las características de la dama ciclista». Ay, las
damas ciclistas, todo en su contra.
No vayan a pensarse que semejantes arrebatos de sicalipsis sobre ruedas ocurrían únicamente en las Islas Británicas
y sus antiguas colonias. No, no, qué va. En los años veinte del siglo
anterior hasta veinticinco chiflados se presentaron a la salida en una
de las primeras carreras de siempre por Colombia. Bogotá, especificamos. Uno de ellos, el italiano Carlo Pastore, mantuvo en vilo a los comisarios al extraviarse en mitad de esa carretera asesina, despiadada, que une las capitales de Cundinamarca y Boyacá.
La misma que va por bosques, la que se adentra en los más profundos
vericuetos de un océano verde y marrón y gris. ¿Qué le habrá pasado al
transalpino? No tendremos que lamentar otra muerte, ¿verdad? Ese mismo
recorrido cargaba ya con dos víctimas ciclistas en el pasado, así que
pilló fama fea. Hasta que lo hallan. Está en una cuneta, escondido,
posición horizontal. Pero sano y salvo. Y con cara de satisfacción, por
demás, desnudo junto a una bonita campesina, también desprovista de toda
ropa. Ambos sonríen, azorados. Beso de despedida, el ciclista se vuelve
a vestir, retoma su bicicleta, deja atrás al amor fugaz. Acabará
octavo, lo que, después de lo ocurrido, es a todas luces un gran puesto.
Apenas una anécdota, ya ven.
¿Existe solución para semejante
escándalo? Porque a mí, querido escritor golferas, me encanta montar en
bici, pero soy casta, pura, pía, no quiero caer en esa espiral de
impulsos y provocaciones que solamente conduce a la cárcel, el
reformatorio o los retozares sin anillo. Pues bien, querida ficticia,
está usted de suerte, porque podemos mitigar los efectos sicalípticos
que sobre su cuerpo ejerce el velocípedo. Desde sillines con agujero
para aliviar el frotis-frotis, hasta bicis que llevan rejilla externa,
hurtando así al obseso la visión de unos tobillos carnosos y
apetecibles. O lo que coño fuesen los tobillos a fines del XIX, a mí no
me miren…
Ya ven, así estaban las cosas hace un siglo. Y más historietas que podría contarles, solo que ahora no me da tiempo.
Me han entrado unas ganas loquísimas de salir a andar en bici…