Madrid acoge la cumbre de la OTAN en un contexto mundial de preocupante belicismo.
El Gobierno español se ha comprometido a aumentar en 12 mil millones de euros los gastos militares, lo que llevará a alcanzar el 2% el PIB en la próxima década. El presupuesto para las guerras aumenta mientras las políticas de paz -como la de cooperación, la sanidad o la educación- continúan debilitadas.
La apuesta por la diplomacia, el diálogo, la cultura de paz y la prevención de conflictos violentos debe situarse en el centro de las decisiones políticas. De no ser así, las consecuencias para la población mundial serán aún más graves de las que ya se están produciendo.
Pedir la paz es la única opción aceptable para garantizar la vida del planeta y evitar la guerra a las futuras generaciones. Los gobiernos apelan al realismo para justificar la fuerza de las armas; pero esta opción no es la solución. Nosotros los pacifistas somos los realistas, nosotras las pacifistas somos las realistas.
El encuentro de la OTAN que acoge estos días Madrid se produce en un contexto mundial muy preocupante y complejo. La agresión militar rusa a Ucrania ya ha causado la muerte de 4.432 personas civiles (a fecha 14 de junio) y ha generado una grave crisis humanitaria y de desplazamiento. Además, existen otros 30 conflictos armados activos que son un indicador más de la crisis civilizatoria, el auge del autoritarismo y el colapso ecosocial que vivimos, donde los impactos del cambio climático y el agotamiento de la energía fósil y de materiales, serán factores que alimenten futuros conflictos armados.
El último Índice de Paz Global destaca el impacto económico de la violencia en la economía mundial. El 10% del PIB mundial se destina a gasto militar, lo que supone 2.117 dólares por persona. Una cifra que va en aumento y que supone un 12,4% más que el año pasado.
En este contexto, la deriva belicista a la que estamos asistiendo impactará directamente en la vida de millones de personas; supondrá también un mazazo para el medio ambiente y el equilibrio de los ecosistemas; y alimentará la vorágine de lucha entre bloques y enfrentamientos entre “unos” y “otros”. Encuentros como el que se celebra estos días en Madrid echan más leña al fuego a una situación que ya es asfixiante.
La deriva hacia más violencia y guerra
Sin haber superado la grave crisis
social provocada por la pandemia, el incremento de los gastos militares y
la carrera armamentística se presentan como una opción inevitable fuera
de todo cuestionamiento y que se está normalizando en el discurso
público. España ya ha anunciado que aumentará el gasto en defensa hasta el 2% del PIB,
tal como establece la OTAN. Un aumento que supondría más del doble del
gasto actual es un despropósito en medio de la crisis multidimensional
que sufre la población española. También es un riesgo para la seguridad
porque alimentar una carrera de armas desembocará, inevitablemente, en
más violencias y guerras. Sin olvidar que esta decisión choca de frente
con el compromiso del Gobierno con el fomento de la paz y el desarrollo
sostenible, defendido por el presidente Pedro Sánchez de manera
reiterada. Llama la atención el presupuesto destinado a defensa frente
al que se destina a políticas de cooperación y derechos humanos, que
apenas alcanza un 0,25%.
Asistimos, además, a una militarización de las mentes, una escalada del discurso belicista muy preocupante en el que realidades complejas son explicadas como un simple enfrentamiento entre unos y otros. Tales narrativas justifican la carrera armamentística y una peligrosa instrumentalización de las personas. El análisis de las causas de los conflictos y sus múltiples consecuencias, la identificación de soluciones alternativas y la defensa de la cultura de paz son esenciales para frenar esta deriva.
Por todo ello, pedimos al Gobierno un giro radical de la política exterior y demandamos:
- El freno a los presupuestos militares. Es urgente frenar la escalada armamentística y garantizar que el dinero público se destine a políticas que garantizan los derechos humanos y seguridad colectiva, el desarrollo social y económico, la transición ecológica, la cooperación y la cultura de paz.
- La adhesión al Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, tal y como apoya el 89% de la población española.
- La priorización de la diplomacia para la solución de los conflictos. Es necesario abogar por el diálogo, la seguridad humana y el multilateralismo. El respeto por el derecho internacional y humanitario debe ser garantizado.
- El fomento de los discursos de paz. Es urgente desarmar la palabra; tanto por parte de responsables políticos como por los medios de comunicación. Los medios públicos deben fomentar el periodismo preventivo y el de paz deben ser promovidos con el fin de explicar con rigor las causas de los conflictos y sus conexiones con fenómenos globales como el agotamiento de las materias primas y la subida de precios. Es necesario también un periodismo de soluciones en el que se expliquen las alternativas pacifistas que demuestran que otros modelos son posibles.
- La promoción de los procesos de prevención, convivencia y cultura de paz. Procesos que deben ser apoyados por los Estados y las instancias internacionales y que deben contar con el protagonismo de las sociedades civiles implicadas; especialmente, las mujeres, quienes en todo el planeta y tal como reconoce la resolución 1325 de Naciones Unidas, han demostrado su enorme contribución a la paz. Es necesario apoyar a la diplomacia ciudadana con el fin de contrarrestar los discursos de odio y visibilizar las iniciativas colectivas pacifistas.
- La consolidación de las políticas de paz, cooperación y desarrollo, en coherencia con otras políticas públicas. Urge poner en el centro la sostenibilidad de la vida y fortalecer la diversidad de agendas (feministas, decoloniales, antirracistas, ecologistas, pacifistas…) para la construcción de alternativas socioeconómicas.
- El desarrollo de políticas de acogida integrales, que garanticen una protección y acompañamiento a las personas refugiadas para que puedan desarrollar sus proyectos de vida en el país de acogida.
- La modificación o eliminación de la Ley Mordaza con el fin de proteger la libertad de expresión y reunión en España, y la celebración de movilizaciones a favor de la paz.
- El fomento de la educación para la ciudadanía y la justicia global. Es esencial promover una educación que explique con rigor las causas de las violencias, las propuestas sociales alternativas y la cultura de paz.
- El cuidado del ecosistema de la paz. La guerra es el último y terrible paso de un camino de crecientes conflictos que deben ser enfrentados desde su origen. Es necesario evitar las violencias estructurales que pueden derivar en conflictos.
Pedimos también a la ciudadanía que no se deje arrastrar por este clima belicista, lo denuncie y se sume a las diversas iniciativas que se están promoviendo desde el pacifismo.
Las organizaciones de paz, derechos humanos y desarrollo trabajamos para construir relaciones, organizaciones e instituciones diferentes y para construir un mundo distinto. Pedir, nombrar, construir la paz no es naif, ni utópico, ni de hippies, ni de cobardes: es la única opción aceptable para garantizar la vida del planeta y evitar la guerra a las futuras generaciones. Los gobiernos apelan al realismo para proponer que la fuerza de las armas es la única vía para afrontar los conflictos; pero esta opción no es la solución. La militarización de las relaciones internacionales no evita las guerras sino que las promueve. Como decía Martínez Guzmán, nosotros los pacifistas somos los realistas, nosotras las pacifistas somos las realistas.
Fuente: https://coordinadoraongd.org/2022/06/ante-la-escalada-belicista-siempre-la-paz/
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