En el centro de la imagen, Tierra y Luna a través de los anillos de Saturno. Space |
Tristes armas
Tristes, tristes.
Tristes hombres
A woman reacts as she waits for a train trying to leave Kyiv, Ukraine, Thursday, Feb. 24, 2022.@EmilioMorenatti |
Mucho me hubiera gustado que estas líneas viesen la luz en alguno de
esos periódicos que, en Madrid o en Barcelona, tiempo atrás me hacían
algún hueco. No es así –entiendo yo- porque nuestro panorama mediático
se ha ido cerrando de tal manera que impide considerar determinadas
materias y defender determinadas posiciones. De resultas, y en relación
con lo que ocurre en Ucrania en estas horas, televisiones, radios y
periódicos, con la inestimable colaboración de esa plaga contemporánea
que son nuestros tertulianos, prefieren reproducir una vez más ese
cuento de hadas que nos habla del coraje de unas potencias, las
occidentales, que habrían acudido en socorro de un pequeño país para
hacer frente a la barbarie moscovita.
Termino: no me gustaría que el improbable lector, o lectora, de estas líneas concluya que me he subido al carro de quienes estiman que en la Ucrania de estas horas se manifiesta una aguda confrontación con bases ideológicas asentadas. Si fascistas los hay, sin duda, en muchos de los estamentos del poder ucraniano, también se hacen valer en la Rusia putiniana. Si, por decirlo de otra manera, a Putin no le falta razón cuando repudia el olvido, en el mejor de los casos, con que una parte de la sociedad ucraniana parece obsequiar a lo ocurrido entre 1941 y 1945, quien piense que de su lado, o del de sus aliados en Donetsk y en Lugansk, hay un proyecto antifascista haría bien en visitar al médico. Lo que ha ganado terreno en la Rusia putiniana es un revoltijo lamentable –ya lo he medio señalado- de rancio nacionalismo de Estado, valores tradicionales, ortodoxias religiosas, oligarcas inmorales, lacerantes desigualdades, militarización, represión y... sana economía de mercado. No sé qué es lo que todo lo anterior tendrá que ver con el antifascismo. Más bien me da que por detrás de todas estas miserias están los arrebatos imperiales de siempre, en Washington, en Bruselas y en Moscú. En esas guerras sucias, como en algunas de las limpias, pierden siempre los pueblos.
Carlos Taibo
Las sanciones en materia de semiconductores pueden dañar aún más el mercado global. (Pixabay) |
Una de las sanciones que EEUU pretende imponer a Rusia tras el estallido de la guerra en Ucrania es el acceso a los semiconductores. Este movimiento evidencia, una vez más, la evolución que han tenido los conflictos bélicos en este siglo, encaminándose más hacia la tecnología, ya sea con una deriva de ciberataques –como hemos visto semanas atrás- o buscando cortar suministros.
La industria de los semiconductores vive una crisis de desabastecimiento desde 2020 que ha puesto en jaque a los mismos EEUU, que están destinando miles de millones de dólares a recuperar la soberanía tecnológica, entregada décadas atrás a Asia por una cuestión de abaratamiento de costes.
Si a esos problemas en las cadenas de suministro se añaden las sanciones cortando el suministro de semiconductores, sobre el papel no sólo Moscú podría pasarlo mal desde la óptica industrial y de defensa nacional sino que, sacada del mercado Rusia, habría más semiconductores para repartir. Sin embargo, como veremos más adelante, esto no es del todo así.
Para poder llevar a término esta sanción, la Administración Biden podría presionar a las empresas estadounidenses que tienen fondos rusos o a directivos rusos en sus consejos de administración. Otra de las medidas sería amenazar con sacar de las Bolsas americanas a las empresas rusas o, directamente, prohibir exportaciones no sólo de hardware, sino también de software, como el sistema operativo Android.
¿Cuáles son las empresas con las que podrían jugar EEUU la Unión Europea para sancionar a Rusia? En el primer caso, Nvidia, Intel, AMD y GlobalFoundries, mientras que en Europa se encuentran Infineon y STMicro. Podrían unirse también TSMC (Taiwán) y Samsung (Corea del Sur), es decir, dos de los principales fabricantes del mundo y que podría terminar por desequilibrar la balanza.
¿Es realista este tipo de sanciones? Tan realista como temerario, porque algunas de las materias primas con que las empresas arriba mencionadas fabrican sus procesadores proceden de Rusia, como es el caso del paladio, del que suministra el 45% mundial y se emplea en chips, memorias y sensores, así como el escandio, una tierra rara también empleada en los procesadores. La respuesta desde el Kremlin, como es de esperar, será el ojo por ojo, diente por diente.
Se suma otra complejidad añadida deriva de esta guerra y que afecta de pleno a la industria de los semiconductores: Ucrania es uno de los principales suministradores de gases C4F6, neón, argón, criptón y xenón que se utilizan en la producción de semiconductores. Sólo de gas neón, Ucrania suministra el 70% de la capacidad mundial, por lo que si se ve afectado ese sector o, directamente, pasa a ser controlado por Rusia, buena parte de los fabricantes sufrirán desabastecimiento y tendrán que alterar sus cadenas de suministro. En el caso de EEUU, la situación es aún peor según los datos que maneja la empresa de estudios de mercado Techcet, que sostiene que el 90% del neón que utilizan las empresas estadounidenses para fabricar semiconductores procede de Ucrania y el 35% del paladio, de Rusia.
Lo que ya parece inevitable es un aumento del coste de la producción de obleas para semiconductores. De hecho, cuando en 2014 se produjeron los enfrentamientos que desembocaron en la guerra que hasta ahora se ha librado en la región este de Ucrania, el precio del neón se disparó un 600%.
Este tipo de gases se están utilizando en los procesos de producción de última generación a escala de 5 y 7 nanómetros, especialmente en los que utilizan litografía ultravioleta extrema. TSMC y Samsung son las compañías con tecnología más puntera en este ámbito, ya en producción. Otras como Intel, andan todavía peleándose para poder sacarla al mercado. Además, esta tecnología también es utilizada por fabricantes de memoria NAND Flash, sumándose a la lista de fabricantes damnificados Marvel.
Como efecto adverso de este tipo de sanciones de cara a EEUU, además, aparece una todavía mayor confraternización de Rusia con China, toda vez que Moscú habría de mirar a Pekín para suplir sus carencias tecnológicas.
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La violenta derrota del militarismo y de los fascismos en 1945 allanó el camino para una alternativa que había aparecido en el horizonte de Europa Occidental antes de 1914, pero que no se había podido estabilizar después de 1918. Era el modelo de una sociedad democrática, basada en una combinación de representación con sufragio universal, estado de bienestar, con amplias prestaciones sociales, libre mercado, progreso y consumismo. Estados Unidos había avanzado antes de 1939, con el New Deal, por ese camino, aunque con fuertes desigualdades sociales y la ausencia completa de derechos civiles para las minorías negras.
Una nueva época comenzó para esa Europa Occidental tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Surgió un nuevo sistema económico y político internacional. La democracia se consolidó tras la profunda crisis de las tres décadas anteriores. El camino por el que resucitó Europa a partir de 1945 fue de modernización conservadora —que recuperaba y restauraba modelos de vida familiar prebélicos, valores religiosos y estabilidad social—, pero al mismo tiempo los partidos de izquierda promovieron profundas reformas sociales y aceptaron un sistema político y parlamentario más estable que el que había permitido el ascenso del autoritarismo desde los años veinte.
Desde finales de los años cincuenta, Europa Occidental experimentó un largo período único de crecimiento, de oportunidades para los trabajadores, incluidas por primera vez las mujeres, en las fábricas, en la sociedad y en la educación. Los sindicatos alcanzaron su apogeo de influencia, a la vez que los conflictos de clases se difuminaban ante el avance del consumismo, los cambios de valores y la secularización. Millones de inmigrantes acudieron desde los países periféricos de Europa a los más industrializados. La descolonización ocasionó también un importante movimiento de población pobre a las antiguas metrópolis.
Las democracias que salieron de la victoria sobre el nazismo edificaron un sistema de inclusión social, de Estado de bienestar, de mayor protección e igualdad, que, tras años de sufrimiento y sacrificio, se convirtió en el modelo inequívocamente europeo. Tras la catastrófica primera mitad del siglo XX, muchos intelectuales y políticos soñaron con recuperar una benigna versión de la modernidad que otorgara abundantes beneficios en vez de causar muertes y destrucción. Se trataba también de reducir los peligros de las versiones más extremas del nacionalismo, el militarismo y el autoritarismo.
Las tendencias autoritarias y militaristas no desaparecieron del todo y permanecieron durante décadas en Portugal, España y Grecia, pero la transición desde la violencia brutal, el militarismo y los criminales de guerra a una era estable de constitucionalismo político hicieron comprender a muchos ciudadanos europeos que si los fascismos hubieran ganado, el curso posterior de la historia hubiera sido diferente. Las estructuras sociopolíticas que permitieron y estimularon la acción violenta como fenómeno central de Europa entre 1912 y 1945 desaparecieron. La distribución más justa de recursos, el acceso universal a la educación y la criminalización de la política de odio y exclusión funcionaron como antídotos de las utopías salvadoras y bloquearon la posibilidad de que los hombres de la violencia, los responsables de millones de muertes, ganaran posiciones dominantes de nuevo.
Esa política conservadora de estabilidad democrática está ahora en quiebra en algunos países de Europa y en Estados Unidos. Un sector importante de la derecha, transformada en ultraderecha, está defendiendo formas de autoritarismo que, frente a lo que ocurrió con los fascismos del pasado siglo, pueden legitimarse a través de elecciones democráticas en vez de con la violencia y el cierre de los parlamentos. Acusan a sus enemigos, la izquierda —“socialista y comunista”—, los inmigrantes y el feminismo, de ser la fuente de la que emanan todos los problemas nacionales y han convertido la mentira en el vehículo básico de su propaganda política.
Como no eliminan la democracia parlamentaria, porque se sirven de ella, una buena parte de los medios de comunicación conservadores los consideran demócratas, “normalizando” los discursos y acciones de sus líderes y de decenas de miles de seguidores. Apenas hace diez años la gente se preguntaba, aquí y fuera, por qué no había ultraderecha en España, un país que desde 1945 hasta finales del siglo XX había vivido más años de dictadura que de democracia. Entonces el paraguas conservador del Partido Popular cubría a toda la gente de orden, desde viejos franquistas a jóvenes demócratas. Hoy, tras haber alimentado el extremismo político, las mentiras y el nacionalismo patriótico, han dado crédito a la ultraderecha y al nuevo fascismo. El pasado rima, aunque muchos no quieran verlo.
Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/ideas-propias/quiebra-politica-conservadora_129_1219977.html
Tony Luciani |
Desde 2016, año de la firma del Acuerdo de París, los 25 bancos más grandes de Europa han invertido unos 353.000 millones de euros en empresas que expanden la producción de petróleo y gas.
Manifestación por el clima en Madrid.
Foto: Luis Soto / SOPA Images
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Los bancos siguen financiando la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. A pesar de compromisos como la alianza formada hace menos de un año para lograr las cero emisiones netas antes de 2050, las entidades financieras continúan dando su dinero a empresas que contribuyen a aumentar el calentamiento global.
Desde 2016, año de la firma del Acuerdo de París, los bancos más grandes de Europa han invertido unos 400.000 millones de dólares (unos 353.000 millones de euros) en empresas que expanden la producción de petróleo y gas. Solo desde abril de 2021 –cuando se formó la Net-Zero Banking Alliance (NZBA), respaldada por la ONU–, los bancos miembros analizados han aportado al menos 38.000 millones de dólares (33.000 millones de euros) en financiación a las 50 principales empresas de extracción de petróleo y gas.
Estos datos forman parte del nuevo informe de ShareAction. Recientemente, esta organización publicaba otro informe donde ponía en duda las promesas y políticas de «sostenibilidad» de los principales bancos europeos. En ese documento había tres bancos españoles que no salían bien parados: Santander, BBVA y CaixaBank. En el trabajo que se publica este lunes, 14 de febrero, vuelven a ser señalados como cómplices de la inacción climática.
Si bien por lo general se experimenta una reducción en el último año (como en el caso de los tres españoles), la cifra de dinero destinada a los combustibles fósiles sigue siendo incompatible con frenar el calentamiento del planeta y la mitigación del cambio climático.
Los bancos españoles, cómplices de la crisis climáticaLos tres bancos españoles son habituales en este tipo de estudios. A pesar de que todos ellos tienen planes medioambientales, forman parte de la NZBA, lanzan anuncios sobre reducir emisiones y aparecen en programas asegurando estar comprometidos contra la crisis climática, la realidad es bien distinta.
Banco Santander es el séptimo banco europeo que más dinero ha invertido en los últimos siete años (de 2016 a 2021) en proyectos para la expansión de gas y petróleo, con unos 23.399 millones de dólares, lo que se traduce en cerca de 20.700 millones de euros. Un 60% de ese dinero acaba en proyectos de empresas fuera de Europa. Las tres principales compañías a las que financia son Petrobras, Pemex y BP, según ShareAction.
En el puesto 15 aparece BBVA, con 10.803 millones de dólares (unos 9.500 millones de euros). La mayor parte de ese dinero (un 72%) se destina a empresas fuera del continente. Pemex, la española Repsol, y TotalEnergies son sus principales clientes. Y siete puestos más atrás (en el 22º) figura CaixaBank, con 487 millones de dólares (en euros, 430 millones) destinados a proyectos de gas y petróleo, todas de empresas europeas. Las principales multinacionales financiadas son Gazprom y TotalEnergies.
Como se observa en la gráfica siguiente, en el caso de CaixaBank aparecen dos años en blanco. Según explica Xavier Lerin, autor principal y analista bancario senior, esto se debe a que no han podido encontrar ninguna transacción en el dominio público. Aun así, esto «no significa necesariamente que no haya financiado a empresas de petróleo y gas». En general, cuenta, «estas cifras son probablemente una subestimación de los volúmenes de financiación, ya que muchas transacciones no se hacen públicas».
Para Lerin, si bien el Santander, BBVA y CaixaBank han tomado algunas medidas para limitar su exposición a las actividades de petróleo y gas no convencionales. Sin embargo, «ninguno de ellos se ha comprometido a eliminar gradualmente la financiación de estas actividades y, por tanto, siguen expuestos a estos sectores de forma indefinida». En este sentido, el especialista destaca el hecho más relevante: ninguno de los bancos españoles en el ámbito de su análisis ha adoptado medidas para reducir la financiación en relación con la expansión del petróleo y el gas, a pesar de su compromiso de alinearse con el cero neto para 2050.
Hace menos de un año, el informe Banking on Climate Chaos 2021 señalaba cómo desde que se firmó el Acuerdo de París, Banco Santander y BBVA han invertido 56.387 millones de dólares en combustibles fósiles.
Del compromiso teórico a la práctica: los bancos hacen lo que quierenEl peor banco para el clima, según el informe, es HSBC, que ha aportado 59.000 millones de dólares a las principales empresas de expansión de petróleo y gas, como Exxon Mobil, la mayor petrolera de Estados Unidos y unas de las que más presión y desinformación vierte sobre la crisis climática; y las empresas estatales Pemex (de México) y Saudi Aramco. En segundo lugar está Barclays, que ha inyectado desde 2016 unos 48.000 millones de dólares. Exxon Mobil, Shell y BP fueron las que más financiación recibieron.
El tercer lugar lo ocupa el francés BNP Paribas, el banco más grande de Europa y el sexto a nivel mundial. Aunque se habían comprometido a reducir los préstamos a las actividades de exploración y producción, también ha sido expuesto por su papel en la financiación de las empresas de expansión de petróleo y gas. Desde la firma del Acuerdo de París, ha invertido 46.000 millones de dólares. En 2021, cuando se supone que suscribieron el compromiso para reducir sus emisiones y lograr emisiones netas cero, ha aumentado la financiación en un 16% en comparación con los niveles anteriores a la pandemia. Shell, Saudi Aramco, BP son las empresas a las que más financian.
Los autores del análisis denuncian la hipocresía de muchos de los bancos. A pesar de que una mayoría se ha comprometido a no utilizar combustibles fósiles en 2021 o antes, muchos han aumentado su financiación para la expansión de los combustibles fósiles el año pasado. Entre ellos se encuentran Credit Suisse, ING, Intesa Sanpaolo, UBS, Nordea y Danske Bank.
De los 25 bancos europeos analizados, solo Commerzbank, Crédit Mutuel, Danske Bank, La Banque Postale y NatWest han comenzado a restringir la financiación de proyectos de petróleo y gas. Además, solo tres entidades –Commerzbank, Crédit Mutuel y La Banque Postale– se han comprometido a restringir la financiación de empresas con planes de expansión, señala ShareAction.
El 50% de este desarrollo procede de fuentes no convencionales, como la fracturación hidráulica, la perforación en el Ártico y las arenas bituminosas. Estos combustibles tienen un mayor impacto ambiental y climático, pero también conllevan mayores riesgos financieros y de reputación: "Si la demanda de petróleo y gas disminuye a medida que aumenta la acción climática, los precios caerán y los activos quedarán varados", avisan los autores.
Poner fin al gas y el petróleoSeguir financiando a empresas para que continúen extrayendo petróleo y gas (y, lo que es más todavía grave, carbón) va en contra de lo que claman la comunidad científica y los principales organismos expertos. En este ámbito, incluso quienes históricamente se habían aliado con los productores de combustibles fósiles han ido poco a poco cambiando de opinión por la fuerza de los datos.
Es el caso de la Agencia Internacional de Energía (AIE). En mayo del año pasado hizo un llamamiento directo y sin precedentes al señalar que la explotación de gas, carbón y petróleo, así como su producción, deberá detenerse cuanto antes, y las centrales eléctricas de carbón deberán cerrar antes de 2030. Es necesario, pedían, porque es la única forma de limitar el calentamiento global y de cumplir con el objetivo de neutralidad climática para 2050.
Según un portavoz de la secretaría de la Net-Zero Banking Alliance (NZBA), en declaraciones a The Guardian, los bancos debían establecer sus primeros objetivos para 2030 en el otoño de 2022, centrándose en los mayores contaminantes, incluidas las empresas de petróleo y gas.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/santander-bbva-caixabank-bancos-fosiles/
Marta Chirino |
Desde 2018, hay un concurso en Estados Unidos que se llama Paid Off. Es un quiz en el que el ganador no recibe nada, sino que le quitan. Concretamente, su deuda estudiantil. Es ampliamente conocido que los estadounidenses viven endeudados constantemente con sus tarjetas de crédito y sus hipotecas y préstamos para cambiar de casa o de coche. Sin embargo, esta forma de vida se ha extendido también a la educación, hasta el punto de que hoy 43 millones de personas en ese país deben 1,6 billones por sus estudios, una cantidad que se ha triplicado desde 2006. De hecho, la deuda estudiantil ya es mayor que el total de los créditos para comprar un coche. No solo eso. Es más que toda la economía de Canadá.
No es un problema que se pueda circunscribir solo a los jóvenes. Con el paso del tiempo, la deuda estudiantil se ha convertido en un fenómeno multigeneracional. Algo más de la mitad de los deudores tienen más de treinta y cinco años, y una quinta parte más de cincuenta. Mucha gente que está cerca de la jubilación todavía está pagando sus deudas estudiantiles. Algunos, a su deuda han tenido que añadir una nueva que han pedido para poder pagar los estudios de sus hijos. La mayoría de ellos tendrá que afrontar la jubilación prácticamente sin ahorros.
No es extraño que el número de jóvenes con una vivienda en propiedad haya caído al nivel más bajo en décadas. Un dato que coincide con el periodo entre 2000 y 2010 en que la deuda estudiantil se disparó. Las parejas también tienen que retrasar el matrimonio, tener hijos, crear una empresa o el ahorro. Además, los trabajos que eligen los escogen exclusivamente en función del salario, no porque les guste o se adapten mejor a su interés.
El precio de la matrícula, el alojamiento y la comida en las universidades privadas para títulos ha aumentado casi un 800 % desde 1980. Más de cinco veces la tasa de inflación. Hoy, un título de cuatro años en una universidad privada cuesta de media casi 200 000 dólares, el doble que en la pública. Los precios más elevados están en las carreras y estudios relacionados con las profesiones más lucrativas, como Medicina, Derecho o los posgrados. Las tasas se ceban con estos estudiantes, que suman el 40 % de la deuda total, porque se espera que quien acabe una formación de ese tipo luego disfrute de un salario elevado y trabajo asegurado. Por ejemplo, Odontología en la Universidad del Sur de California, matrícula y alojamiento, cuesta 152 000 dólares solo para el primer año.
En este contexto, el crédito se ha convertido en un pozo sin fondo para los estudiantes y en la gallina de los huevos de oro para las universidades. En 2019, casi un centenar de directivos universitarios ganaban más de un millón de dólares al año. ¿Pero cómo se ha llegado a esta situación? Eso es lo que Josh Mitchell, periodista de economía y educación del Wall Street Journal, ha querido explicar en su libro The dept trap. How student loans became a national catastrophe (Simon & Schuster, 2021).
La obra es el resultado de ocho años de investigación, reportajes y entrevistas con cientos de endeudados, presidentes de universidades, congresistas, asesores presidenciales, lobistas e inversores de Wall Street. Mitchell es consciente del gran fracaso que ha supuesto el programa de préstamos estudiantiles que se estableció décadas atrás. Queda patente en las historias reales y testimonios que aporta de las personas que lo están sufriendo. Hay casos extremos, como el de una madre que aún no ha pagado su deuda por los estudios, acompaña a su hija a la universidad para que firme la suya, mientras lucha en los tribunales para que se acepte su bancarrota porque le han diagnosticado un cáncer.
Todo empezó el día en que los soviéticos lanzaron el Sputnik. Los estadounidenses percibieron como una amenaza que otro país alcanzase su superioridad tecnológica. La primera respuesta pasó por la educación superior. Concluyeron que necesitaban más científicos e ingenieros. De hecho, había escasez de mano de obra para los empleos tecnológicos que exigían trabajadores con nuevas habilidades. El programa, cuenta el autor, comenzó con buenas intenciones. La idea era abrir la puerta de las universidades más prestigiosas a los estadounidenses pobres y de clase media y ofrecerles la oportunidad de, a través de la educación, alcanzar el sueño americano.
El programa luego fue cambiando con cada presidente, pero su espíritu ha seguido intacto: tratar los créditos estudiantiles de la misma forma que las hipotecas para viviendas o los coches, pero olvidándose de un detalle, que los títulos universitarios no proporcionan ninguna garantía material.
Los políticos pensaron que estaban ayudando a las familias poniendo más dinero en sus manos. El problema es que el Congreso no proporcionó medidas de seguridad para garantizar que a los prestatarios no se les cobrara de más por sus títulos. El programa se convirtió en una fuente de ganancias para las escuelas y la industria de préstamos para estudiantes, que no puso en riesgo nada de su propio dinero mientras alentaban a los estudiantes a inscribirse en deudas de decenas de miles de dólares.
Las buenas intenciones iniciales del programa se esfumaron cuando entraron en escena los lobistas. La misma historia que otras barbaridades surrealistas que vamos conociendo al detalle poco a poco en libros y documentales, como la crisis financiera de las subprime o la de los opiáceos. Las universidades tienen más lobistas que cualquier otra industria, con la excepción de las farmacéuticas y las tecnológicas. Igual que los lobistas del Big Pharma lograron que los opiáceos fueran de fácil acceso, los universitarios lograron una serie de cambios en las leyes para que los campus pudieran fijar el precio de los estudios. Hecha la ley, comenzó el abuso. Lejos de hacer la universidad más asequible, la posibilidad de endeudar a los estudiantes permitió a las universidades hacer que las matrículas aumentasen más rápido que los ingresos familiares.
Pronto hubo un círculo vicioso con los precios universitarios. Cuanto más universidades aumentaban la matrícula, más estudiantes pedían prestado; cuantos más estudiantes pedían prestado, más aumentaba el precio de las matrículas. Ahora, más de dos tercios de estudiantes universitarios tienen que acogerse a estos préstamos. Un millón de ellos deben más de 200 000 dólares al concluir sus estudios. Unos 100 000, más de un millón de dólares.
La clave de toda esta deriva está en el papel que desempeñó la empresa crediticia intermediaria Sallie Mae. Creada en los años 70 por el Gobierno, servía para facilitar préstamos de estudios. Sin embargo, entre 1997 y 2004 fue privatizada y en 2005 ya estaba contribuyendo con 250 000 dólares a la campaña de reelección de Bush Jr. Cuando se puso en marcha, en 1972, nadie daba un duro por ella. Inició su marcha con fondos del gobierno y escasas contribuciones privadas, nadie creía que pudiera gestionar un programa tan amplio. Sin embargo, un año después, el Gobierno hizo una ley para que Sallie Mae pudiera pedir prestado a un interés tan bajo como el propio Estado. De esta manera, la empresa prestaba a los estudiantes a un interés más alto a través de los bancos y si el préstamo se cancelaba, lo garantizaba el Estado al cien por cien. Es decir, pagaba dos veces.
El negocio era tan seguro que no tardaron en aparecer quienes trataron de aprovecharse. Ya en los 70, surgieron los primeros pufos. Los centros educativos se iban a los guetos a inscribir alumnos con la promesa de que conseguirían un trabajo, la formación la pagaba el Gobierno con el crédito que entregaba a través de Sallie Mae, y luego el título en realidad no servía para nada. Al no encontrar un trabajo con remuneración suficiente para pagar el préstamo, se cancelaba sin problemas porque respondía el fondo de garantía. En 1984, Sallie Mae salió a bolsa con una calificación triple A de Standard and Poor’s. La máxima posible. No era de extrañar, coger dinero por debajo del 7 % y prestarlo a un interés de entre el 9 y el 14% sin moverse era un negocio redondo.
Este sistema absurdamente complicado se implementó únicamente para mantener el programa de préstamos estudiantiles fuera del presupuesto federal. La cruel ironía: para dar el espejismo de la moderación del gasto, el Congreso había aumentado los costos para los contribuyentes. Tenía que pagar a los prestamistas decenas de millones de dólares en intereses cada año simplemente para que los prestamistas le dieran el dinero al estudiante.
Años después, el propio Congreso aumentó los márgenes de beneficio, permitió que los préstamos fuesen de treinta años, más allá de los diez habituales. La primera consecuencia fue que las universidades y los centros educativos, como se ha explicado, empezaron a subir las tarifas sin freno. Si el crédito tenía las mismas condiciones que una hipoteca para comprar una vivienda, las carreras empezaron a tener precios como los de una casa. Como en una tormenta perfecta, el alza de los precios obligó a todavía más alumnos a tener que pedir préstamos para estudiar y poder hacer frente a esas tasas.
En 1995 hubo un susto: las acciones de Sallie Mae cayeron en picado. ¿Por qué sería? Por algo tan obvio como un programa de préstamos directos que estaban promoviendo los demócratas en el Congreso. Un sistema de financiación de los estudios que no pasase por intermediarios ni por los bancos. Era más racional, pero también había motivos prosaicos. Clinton quería financiar gastos del Estado con el interés de esos créditos. No obstante, tras las elecciones de 1994, los republicanos consiguieron la mayoría en las cámaras legislativas en lo que se conoció como «Revolución Republicana», y muchas reformas quedaron abortadas. Entre ellas, también la sanitaria. En estas condiciones, Sallie Mae logró mediante descuentos recuperar el terreno que el programa de Préstamos Directos le había arrebatado. Además, los precios de los estudios habían subido tanto que el Gobierno no pudo asumirlos enteros, y los estudiantes que solicitaban préstamos directos tenían que completar la matrícula con los de Sallie Mae.
Desde entonces, ha habido intentos de reducir este gasto que crece como una bola de nieve. Obama, por ejemplo, flexibilizó las condiciones de los créditos. Fijó que el pago mensual no podía ser de más del diez por ciento de los ingresos y que, al cabo de veinte años, las deudas se condonaban. A principios de los 90 se había abierto una brecha entre los salarios de los trabajadores con formación y sin ella. Se extendió la sensación de que los títulos universitarios lo eran todo.
En ese momento, Estados Unidos presumía de ser el país con los trabajadores mejor formados del mundo, pero en el siglo XXI cambió el paradigma. Cuatro de cada diez estudiantes con titulación universitaria no ganaban más que la media de los trabajadores que solo tenían la secundaria. Sin embargo, la mentalidad sigue intacta y miles de estudiantes siguen pidiendo prestado, lo que les conduce al pozo de la deuda sin haber obtenido ninguna contrapartida. Antes, los políticos presumían de haber pedido estos préstamos para mostrar que venían de la clase obrera. Ahora, esos trabajadores endeudados para toda la vida por sus estudios que con sus trabajos no ganan más que los que tienen solo la secundaria, reflejan con nitidez en qué se ha convertido el sueño americano.
Fuente: https://www.jotdown.es/2022/02/gran-timo-educacion-estados-unidos/
A. Thomasz Key, Retrato de familia (detalle) |
¿Qué es lo que nos atrae en una representación que puede -o no- ser una pintura? Si fuera solamente lo que se ve, sería ocioso e irrelevante prestar atención a la acción mimética, a la simple copia de lo que hay. Lo importante en una representación tiene que ser, como en la idea original del icono, lo que no se ve en ella.
Enrique Lynch
El presidente de Rusia, Vladimir Putin y el de China, Xi Jinping, durante su encuentro en Pekín en febrero de 2022. Kremlin |
En los últimos días hemos asistido a un verdadero concierto diplomático de encuentros, declaraciones y medidas. Todos los occidentales han pasado por Kiev. A Moscú han viajado la ministra de Exteriores alemana, el presidente de Francia, el secretario de Estado americano y el presidente iraní. Por Washington han desfilado el canciller alemán y los europeos para hablar del desacuerdo sobre el gasoducto Nord Stream 2, al que Alemania no piensa renunciar. Los americanos han respondido públicamente (la “filtración” casi nunca es casual) al catálogo de Rusia con la fórmula “No, no y quizás”. No a las dos cuestiones centrales de Moscú: no a excluir a Ucrania y Georgia de toda perspectiva de ingreso en la OTAN, no a la retirada de ese bloque a las posiciones anteriores a su ampliación al Este. Y, quizás, posible disposición a negociar los desarmes de los que Washington se retiró unilateralmente y a eventuales inspecciones mutuas de lo que hay desplegado en Rumanía y Polonia, siempre y cuando Moscú retire las tropas que tiene apostadas cerca de la frontera ucraniana (“cuestiones secundarias”, según Moscú). A eso, la OTAN añade su propio catálogo de retiradas militares rusas de Transnistria, Osetia del Sur, Abjasia y Crimea.
Paralelamente, los anglosajones han enviado más armas y asesores militares a Ucrania, y refuerzan con soldados el entorno ruso –de momento poca cosa– mientras producen patrañas baratas, como la del gobierno títere que Moscú prepara para Kiev, divulgada en Londres, pero cocinada en Washington, o la del supuesto vídeo con actores para escenificar una falsa masacre que proporcione un casus belli, como la OTAN hizo en Bosnia y Kosovo con la masacre del mercado de Sarajevo y la matanza de Rachac, preludio de sus dos intervenciones militares allí. Todo ello de acuerdo a esa fuente de información, que llamaremos SelojuroNews (en inglés, US officials), que nuestros periodistas compran con disciplinado entusiasmo.
Parece evidente que el puñetazo en la mesa que acompañaba el documento de máximos de Moscú del 17 de diciembre ha movido las cosas. Esa es la noticia que oculta el griterío de “¡Rusia puede invadir Ucrania en cualquier momento!”, (la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki), y que el Estado mayor anglosajón, Estados Unidos, y su perrito faldero londinense han interpretado para salir al paso del gruñido del oso.
Lo más curioso no es que Rusia repita, una y otra vez, con descarado cinismo, que no piensa “invadir” y que sus medios oficiales ridiculicen la “histeria” creada (como si Moscú no hubiera contribuido), sino que las presuntas víctimas así lo confirman. Tras una reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania, el presidente Zelensky subrayó la semana pasada que “no hay motivo para el pánico” y ha discutido por ello con Joe Biden, a quien ha pedido que EE.UU baje el tono, mientras los propios militares ucranianos explican que no se dan las condiciones técnicas para una invasión de parte rusa. Ukraínskaya Pravda, medio nacionalista-liberal vinculado al anciano especulador George Soros, explica con detalle la ausencia de esas condiciones. La histeria ya ha hecho caer un 10% el valor de la moneda ucraniana y los bonos, así que el ambiente amenaza con arruinar la delicada economía nacional.
En el campo occidental, hay diversas posiciones. Estados Unidos, Inglaterra, los polacos y los bálticos mantienen el griterío. Como los dos primeros dominan el complejo mediático, su actitud da el tono a la “información”. Luego están los franceses y alemanes, que intentan moderar el gallinero y, en tercer lugar, están los pequeños europeos que gesticulan y cumplen en diferente medida el expediente de vasallos en la OTAN. Todo esto es bastante anecdótico al lado de la cuestión fundamental en este conflicto, que es la línea de Estados Unidos.
En Washington hay varias líneas de actuación, pero, poco a poco, parece que se impone una. Podríamos formularla así: contener a Rusia, sólo en la medida en que eso no impida, o complique lo principal que es contener a China. Si eso es así, el puñetazo en la mesa de los rusos, que obviamente no van a conseguir lo que se exige en el documento del 17 de diciembre, está bastante bien dirigido, y de todas las cumbres diplomáticas de los últimos días, la más destacable ha sido la del 4 de febrero, en Pekín, entre Putin y Xi Jinping.
Hace años que en Washington preocupa la profundización de la alianza entre China y Rusia, forjada a pulso por su propia estupidez estratégica. Hace más de un año, fuentes del mundo de los expertos bien conectadas con los servicios secretos advirtieron a Biden de que una alianza entre China y Rusia podría resistir mucho mejor las represalias de Estados Unidos. Es algo que ya estamos viendo en las medidas que ambos países están tomando para independizarse de los sistemas de transferencias financieras, del uso del dólar y de los monopolios digitales, recursos todos ellos que Washington utiliza políticamente a conciencia. El mismo think tank Atlantic Council ha apelado a “equilibrar las relaciones con Rusia”, con el objetivo de “separar a Rusia de China”, en uno de sus documentos programáticos, significativamente titulado “The Longer Telegram”, en un intento de solemnizar el disparatado documento de George F. Kennan de 1946.
El 4 de febrero, en Pekín, se hicieron realidad algunas de las peores pesadillas de Washington. China ha declarado su apoyo a las “garantías de seguridad a largo plazo jurídicamente vinculantes en Europa” que pide Moscú, así como su rechazo a cualquier nueva ampliación de la OTAN. Los dos países están preocupados por los planes de Washington de construir un sistema global antimisiles, por la militarización del espacio y por el despliegue de misiles nucleares de corto alcance, escenario, hay que decir, mucho más probable en Asia Oriental que en Europa. La lectura de la declaración conjunta ruso-china del 4 de febrero ha debido de producir acidez de estómago en Washington.
A la luz de todo esto se entienden las fuertes presiones que todos los occidentales (gritones, moderados y comparsas) están ejerciendo sobre el presidente ucraniano para que Ucrania cumpla los acuerdos de Minsk, que firmó el 12 de febrero de 2015 con miras a pacificar el Donbass. Esos acuerdos contemplan el alto el fuego con retirada de armas pesadas, elecciones y estatuto de autonomía para las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk, amnistía general, restablecimiento del control de la frontera nacional por Ucrania, retirada de unidades y armas extranjeras y reforma constitucional “descentralizadora” (léase federalizante).
“La crisis ucraniana solo puede solucionarse políticamente, los acuerdos de Minsk pueden pacificar la crisis”, dijo Macron el lunes 7 de febrero en el Kremlin. Putin prometió, a cambio, no realizar nuevos movimientos militares y retirar sus tropas de Bielorrusia en cuanto finalicen las actuales maniobras. Mientras tanto en Washington, el secretario de Estado, Antony Blinken, y Josep Borrell se sumaron con declaraciones parecidas: “Los acuerdos de Minsk tratan sobre un estatuto especial para el Donbass y creo que los ucranianos estarán dispuestos a avanzar”, dijo Blinken. El Gobierno ucraniano no quiere saber nada de los acuerdos de Minsk porque teme que, por esa puerta, Rusia pueda volver a tener voz en Ucrania, pero la presión de “todo Occidente” va a ser fuerte. Es complicado para el presidente Zelensky, porque si cede será acusado de traición por sus adversarios más nacionalistas, pero si no lo hace la crisis continuará y, con ella, el conflicto interno en Ucrania, aspecto que nuestros “expertos” niegan contra toda evidencia.
Una vez más hay que insistir en el hecho de que Ucrania es un Estado que contiene diferentes identidades nacionales, culturales y lingüísticas. Eso no es resultado de las “interferencias de Rusia” en sus asuntos, sino de la historia, de la azarosa y accidentada forma en que el país se creó, a partir de diferentes trozos sometidos a distintos centros de poder político, cultural y religioso. Esa diversidad no impide que Ucrania llegue a ser una nación bien cohesionada algún día, pero hoy no lo es, y convertirla en exclusivo satélite occidental contra Rusia es apartarla de toda perspectiva de estabilidad y cohesión, de la misma forma en que lo sería configurarla como un mero satélite ruso.
La actual separación de Crimea y gran parte del Donbass es consecuencia de la imposición de una Ucrania sobre otra. La aplastante mayoría de la población no quiere ser rusa sino ucraniana, pero millones de ucranianos rechazan aspectos fundamentales de esa imposición.
Tras el cambio de régimen de 2014, se aprobaron leyes lesivas para los rusoparlantes, se enterró el precepto constitucional de neutralidad, se prohibieron fuerzas políticas como el Partido Comunista de Ucrania, que hasta 1998 era el más votado, junto con dos partidos más. Los 32 diputados comunistas fueron expulsados del Parlamento por considerar lo sucedido como un “golpe de Estado”. Un año después, se impuso una ley de “descomunización” que demolió monumentos, forzó el cambió de nombre de 22 ciudades y 44 pueblos y criminalizó los símbolos, banderas e himnos en los que millones de ucranianos creyeron, murieron y vivieron con diferente fortuna, mientras otros, sobre todo en Galitzia, los sufrían y maldecían. El líder del partido Comunista, Petró Symonenko, fue excluido como candidato en las elecciones presidenciales de 2019 en aplicación de aquella infame ley, y la imagen de colaboracionistas con los nazis, como Stepan Bandera, ha llegado a los sellos de correos. En febrero del año pasado, los populares canales de televisión en lengua rusa, 112 Ukrania, ZIK y NewsOne, todos ellos adversarios de la particular línea nacionalista del Gobierno, fueron prohibidos y desconectados. Sus periodistas han sido objeto de agresiones y desde el poder se les considera “propagandistas extranjeros”, fórmula que recuerda mucho a la utilizada en Rusia. Con todo eso, y después de que tres regiones del país se independizaran de facto, todo el este y el sur de Ucrania, de mayoría ruso parlante, sigue votando (entre el 50% y el 20% del voto, según las zonas en las elecciones de 2020) por fuerzas políticas opuestas al gobierno de Kiev. Es ridículo presentar al gobierno de Kiev como una banda de filonazis, pero la simple realidad es que Ucrania nunca será un país cohesionado ni próspero sin unas estrechas relaciones con Rusia, con un estatuto de neutralidad y con un gobierno federal en el que las diferentes identidades e intereses puedan actuar y expresarse de forma democrática.
Como dice el popular comentarista ucraniano Mijaíl Chaplyga, “a los occidentales les interesa el territorio de Ucrania y sus recursos privatizados y gestionados por sus empresas, a Rusia le interesa, sobre todo, la distancia con la OTAN”. El futuro de una Ucrania estabilizada pasa por el diálogo con el Donbass, una organización federal del país, la abolición de las leyes lingüísticas discriminatorias para los rusoparlantes, la derogación de la ley de “descomunización”, la privatización de la tierra y el establecimiento de un estatuto internacional de neutralidad con el que Ucrania podría jugar a dos manos con sus vecinos del Este y del Oeste, obteniendo ventajas de ambos. A Finlandia, que también formó parte del Imperio Ruso hasta 1917, no le fue nada mal en ese mismo papel. Retomar los acuerdos de Minsk parece una perspectiva en esa dirección.
Fuente: https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38721/ucrania-acuerdos-de-minsk-donbass-rusia-rafael-poch.htm
Las purgas realizadas por el emirato eclipsan sus promesas de perdón, denuncian Naciones Unidas
Aunque las universidades han abierto con segregación por sexos, hay poca asistencia. Sobre estas líneas, Kandajar - EFE |
Los talibanes prometieron amnistía general cuando se hicieron con el control de Kabul, pero en apenas seis meses de emirato se suceden las denuncias sobre las purgas contra antiguos funcionarios del Gobierno, miembros de las Fuerzas de Seguridad y ex colaboradores de las tropas internacionales. Un reciente informe de Naciones Unidas al que tuvo acceso la agencia Reuters reveló que los islamistas han llevado a cabo más de un centenar de ejecuciones extrajudiciales.
«Unama (misión de la ONU en Afganistán) sigue recibiendo denuncias creíbles de asesinatos, desapariciones forzadas y otras violaciones» contra antiguos funcionarios y ex colaboradores de las tropas internacionales, recoge el informe. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunció en su última comparecencia ante el Consejo de Seguridad que «más de dos tercios de estas víctimas fueron ejecutadas de forma extrajudicial».
Este informe del organismo internacional llega dos meses después de la denuncia de Human Rights Watch (HRW) sobre el asesinato y desaparición de un centenar de ex miembros de las fuerzas de seguridad en cuatro provincias afganas. La investigación de HRW alertaba también del creciente riesgo para «defensores de los derechos humanos y periodistas, cada día que pasa sometidos a una mayor intimidación y arrestos arbitrarios». El trabajo de los periodistas locales es cada vez más complicado y en los últimos días las autoridades han detenido a Abdul.
Estas denuncias documentadas sobre el terreno contrastan con el discurso de los talibanes de cara al exterior. Los islamistas tuvieron la oportunidad de viajar a Oslo hace dos semanas para mantener «conversaciones humanitarias» y trataron de descongelar la llegada de los fondos destinados a la ayuda humanitaria, el problema es la enorme desconfianza por parte de los donantes. La ONU ha logrado que llegue algo de ayuda a través de sus agencias, pero es solo una mínima parte del apoyo que llegaba antes del establecimiento del mirato y que era clave para el pago de salarios en sectores públicos como la educación o la sanidad.
Junto a la amnistía, los islamistas también prometieron un gobierno inclusivo y tolerante con las minorías y las mujeres, pero el ejecutivo está compuesto exclusivamente por hombres del movimiento talibán y en su mayoría de la etnia pastún.
Las restricciones impuestas a las mujeres recuerdan cada vez más al primer emirato y preocupa la desaparición de activistas detenidas por las fuerzas islamistas y que permanecen en paradero desconocido. Mursal Ayar, miembro del grupo de derechos humanos Junbish-e-Zanan, fue la última en sumarse a la lista de detenidas en la que también figuran Tamana Paryani and Parwana Ibrahimkhil, tres de los rostros claves en las movilizaciones para reclamar los derechos de las mujeres. Cada vez que se pregunta a los talibanes sobre su situación dicen que no saben nada sobre ellas y que investigan lo sucedido.
En la última semana se han reabierto las universidades del país, pero muy pocas mujeres han regresado a las aulas y los colegios de e ducación secundaria siguen cerrados para las alumnas, pese a que los islamistas insisten en que reabrirán sus puertas «pronto». Las palabras y promesas de los actuales dirigentes no se corresponden con sus acciones.
Burning Books Books regarded as anti-German being confiscated and loaded into a car and taken away to be burned in the Opernplatz, Berlin. (Photo by Keystone/Getty Images) |
La organización PEN America está siguiendo de cerca la legislación que promueve la censura en el ámbito educativo y ha enumerado 89 proyectos de ley al respecto
Cerca de la Puerta de Brandemburgo, en Berlín, hay una plaza pública conocida como Opernplatz, donde, el 10 de mayo de 1933, ocurrió una de las quemas de libros más infames de la historia de la humanidad. Un grupo de estudiantes alemanes había organizado en todo el país una “Acción contra el espíritu antialemán”, una convocatoria en favor del nazismo que culminó con numerosas quemas de libros. La incineración de obras en la plaza Opernplatz fue la más grande y significativa. Ese día, Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda e Información de Hitler, se dirigió a una multitud de 30.000 jóvenes nazis enardecidos que se habían congregado en la plaza y los incitó a “entregar a las llamas” los libros que fomentaban la “decadencia y la corrupción moral”. Algunos años después, los nazis no solo quemarían libros sino también seres humanos.
El Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto se celebra cada 27 de enero, día en que se recuerda la liberación en 1945 de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, donde los nazis mataron a aproximadamente 1,1 millones de personas. Más de un millón de esas personas eran judías. Los nazis también asesinaron comunistas, romaníes —a los que generalmente se los denomina con el término despectivo de “gitanos”—, pacifistas cristianos, miembros de la comunidad LGBTQ+, prisioneros de guerra soviéticos, discapacitados y otras personas consideradas enemigas del Reich alemán. Este año, mientras en todo el mundo se conmemoraba con solemnidad el aniversario en memoria de las víctimas del Holocausto, en Estados Unidos comenzó a circular una noticia alarmante: la junta escolar del condado de McMinn, en el estado de Tennessee, votó en forma unánime a favor de prohibir uno de los libros autobiográficos más conocidos sobre Auschwitz, la novela gráfica “Maus”, de Art Spiegelman, ganadora de un Premio Pulitzer. La novela describe las experiencias de los padres de Spiegelman, Vladek y Anja, antes, durante y después de su reclusión en Auschwitz. La obra, en formato de cómic, presenta a los judíos como ratones y a los alemanes como gatos, y el campo de exterminio de Auschwitz se llama “Mauschwitz”.
La junta escolar de McMinn votó a favor de prohibir la obra y de retirarla del plan de estudios de octavo grado el 10 de enero pasado. Para justificar dicha decisión, las autoridades escolares alegaron que el libro está escrito en un “lenguaje vulgar y objetable” y contiene un dibujo de la madre de Spiegelman desnuda en una bañera después de morir por suicidio.
Según las actas de la reunión, Tony Allman, uno de los miembros de la junta escolar, dijo durante la reunión: “No niego que el [Holocausto] fue algo horrible, brutal y cruel. […] Pero esto es como cuando estás viendo una película en televisión y alguien dice una mala palabra o aparece una escena de desnudo, no agrega nada al contenido y la película sería lo mismo sin eso. Bueno, esto es igual, el libro sería lo mismo sin eso”. Siguiendo con su crítica de “Maus”, Allman agregó: “[La novela] muestra a personas ahorcando a otras personas y matando niños. ¿Por qué el sistema educativo promueve este tipo de cosas? No es sensato ni saludable”.
Lance McConkey, un profesor de historia que vive en el condado de McMinn y enseña en un distrito escolar vecino, dijo a Democracy Now!: “No hay una forma bonita de enseñar el Holocausto”. McConkey es miembro del cuerpo docente de la Comisión de Tennessee sobre el Holocausto y recibió el premio Belz-Lipman a la Excelencia en la Enseñanza del Holocausto , una distinción que reconoce el talento y el compromiso extraordinarios en el campo de la enseñanza sobre el Holocausto. El profesor McConkey utiliza la novela “Maus” en sus clases y dijo al respecto en Democracy Now!: “A los niños les encanta la novela. Les resulta fácil de leer”.
Por su parte, el autor de la novela, Art Spiegelman, afirma que nunca tuvo la intención de que el libro fuera una lectura destinada a las infancias, pero que a partir de su publicación y de la obtención del premio Pulitzer en 1992, ha cambiado de opinión. En conversación con Democracy Now!, Spiegelman comentó al respecto: “Me enteré de que muchísimos niños han estudiado la novela en la escuela, la han leído por su cuenta o la han recibido de sus padres. Y la han realmente comprendido y recibido con mucha sabiduría. Los cómics son para quien pueda entenderlos. Obviamente la junta escolar no ha podido hacerlo”.
El condado de McMinn no es el único que ha censurado libros. La lucha por la justicia racial que siguió a la muerte de George Floyd a manos de la policía en la ciudad de Mineápolis en mayo de 2020, revitalizó el interés por enseñar literatura sobre raza y racismo y por obras escritas por autores de comunidades marginadas o relativas a ellas. Esto ha llevado a una contracampaña para prohibir ese tipo de libros, que ha sido coordinada por grupos conservadores como Moms for Liberty (Mamás por la libertad), Parents Defending Education (Padres y madres en defensa de la educación) y No Left Turn in Education (No al giro a la izquierda en la educación), que cuentan con el apoyo financiero del multimillonario de derecha Charles Koch. Libros con temáticas relacionadas con la comunidad negra o LGBTQ+ son los principales objetivos de estos grupos.
La organización PEN America está siguiendo de cerca la legislación que promueve la censura en el ámbito educativo y ha enumerado 89 proyectos de ley al respecto que han sido presentados ante legislaturas estatales de todo Estados Unidos. Entre estas iniciativas de ley figura una del estado de Iowa que prohibiría el uso en las escuelas del Proyecto 1619 —un proyecto interactivo ganador del Premio Pulitzer que reexamina el legado de la esclavitud—, y la ley HB 1255 del estado de Nuevo Hampshire, también denominada Ley sobre la Lealtad de los Docentes (An Act Relative to Teachers’ Loyalty), que prohibiría a los docentes de escuelas públicas abordar la historia de Estados Unidos de manera negativa. Hacia fines del año pasado, la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos recibió nada menos que 330 informes de intentos de prohibir o impugnar libros.
El escritor y activista George M. Johnson, cuya galardonada autobiografía-manifiesto “No todos los chicos son azules” ha sido prohibida en al menos 15 estados del país, comentó a Democracy Now!: “Cuando prohibes algo, solo lo haces más tentador. Poner a nuestros libros en el centro de atención y tratar de prohibirlos solo hace que más personas se interesen por ellos”.
En en centro de la plaza Opernplatz de Berlín fue construido un monumento que recuerda la tristemente célebre quema de libros de 1933. Denominado “La biblioteca vacía”, el monumento consiste en un tragaluz de vidrio emplazado en el suelo que revela debajo una habitación subterránea iluminada, con sus paredes llenas de estanterías blancas vacías. Las quemas de libros de los nazis en la primavera europea de 1933 fueron un presagio de lo que estaba por venir. La epidemia de prohibiciones de libros que actualmente se extiende por Estados Unidos debe ser confrontada y detenida con urgencia.
https://www.publico.es/ciencias/trilobites-marchaban-fila-480-millones-anos.html |
La deforestación vista desde el espacio es aún más impresionante que a ras de suelo y permite comprobar en toda su crudeza la magnitud del problema, más allá de estadísticas.
Google Earth permite crear un video con la evolución del aspecto que presenta la superficie terrestre, gracias a la combinación de imágenes correspondientes a años sucesivos. Se crea así un ‘timelapse’ o secuencia que muestra unos cambios realmente sorprendentes y alarmantes. Es el caso de la deforestación, cuya velocidad de expansión se aprecia así en toda su magnitud.
Este vídeo evidencia cómo de rápida es la tala masiva que sufren los bosques de todo el planeta, no solo las selvas amazónicas. Google Earth muestra varias partes del mundo entre 1984 y 2020. A pesar de ser un periodo de tiempo relativamente corto, las transformaciones son estremecedoras.
Las pequeñas parcelas deforestadas en medio del inmenso bosque van creciendo poco a poco hasta consumir por completo la vegetación y cambiar frondosas áreas arboladas por superficies desérticas y devastadas.
Estados Unidos, Brasil, Bolivia, Madagascar, Indonesia y otras partes del planeta están siendo deforestadas masivamente para la obtención de tierras dedicadas al cultivo y al pienso para ganado.
En 2017, la superficie forestal destruida en el planeta Tierra era de 40 campos de fútbol cada minuto, según Global Forest Watch, y al ritmo actual, se prevé que el 60% de la selva amazónica desaparezca en 2050.
Zona en deforestación, Bolivia Google Earth |
Zona en deforestación, Bolivia (2) Google Earth |
Zona en deforestación, Bolivia (3) Google Earth |
De momento, se calcula que la Tierra ya ha perdido casi la mitad de sus bosques. Durante la última década, se han estado perdiendo anualmente 4,7 millones de hectáreas de bosques, con Brasil, la República Democrática del Congo, Indonesia y Bolivia entre los países más afectados.
Las consecuencias de la tala indiscriminada son enormes; estas son algunas de ellas:
- Extinción de especies: la deforestación de bosques y selvas pone en jaque la supervivencia de miles, e incluso millones, de especies animales y vegetales, muchas de ellas aún ni siquiera descubiertas. La pérdida de biodiversidad resulta significativamente peligrosa en el caso de las especies arbóreas, ya que llevan a cabo su vida en los árboles.
- Destrucción de ecosistemas: la mencionada pérdida de biodiversidad es consecuencia directa de la destrucción de ecosistemas debido a la tala masiva de árboles.
- Erosión del suelo: si hay menos árboles, la tierra se resiente. La lluvia, la luz solar y el viento son agentes que erosionan el suelo. Los bosques actúan como mecanismo de defensa de la tierra, debido a que sus raíces en el terreno, y con sus copas, impiden que la radiación solar incida de lleno.
- Alteración del ciclo hidrológico: las masas de bosque liberan vapor de agua a la atmósfera y, de esta forma, ayudan a mantener húmedo el terreno. El aire de una zona se convierte en demasiado seco cuando no hay árboles alrededor.
- Más carbono en la atmósfera: sin árboles, la humanidad perdería su mejor instrumento para reducir las emisiones de CO2. Esto haría aumentar todavía más la proporción de gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera, lo que seguiría elevando la temperatura mundial y terminaría siendo imposible revertir el cambio del clima.
- Mayor vulnerabilidad del terreno frente a incendios: las zonas deforestadas son muy vulnerables a la aparición de fuegos y sequías. Y es que la ausencia de seres vivos destruye el equilibrio ecológico, algo que altera de forma drástica el clima del lugar.
Fuente: https://www.meneame.net/m/cultura/impactante-video-deforestacion-planeta-vista-desde-espacio