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La balsa de la Medusa.Théodore Géricault |
Lo contrario del miedo no es el coraje sino la solidaridad.
Max Aub
..A los poderosos les interesa mantenernos en una situación de alerta permanente. El mejor ataque es tenernos siempre a la defensiva. Claro que el miedo no es una cuestión meramente política sino también sistémica. Independientemente de las personas, de forma autónoma, el propio sistema capitalista necesita del miedo para no colapsar. Hay utopías, hay distopías y hay cacotopías, esto es, utopías cuya realización, aparentemente deseable, resultaría catastrófica. El capitalismo global es una cacotopía, en el sentido de que su generalización utópica no solo resulta imposible sino también indeseable, pues implicaría la destrucción del planeta. Ni en el mejor de los mundos podemos imaginarnos una mínima generalización de sus beneficios. Las navidades en las que todos los niños del mundo reciban el mismo número de regalos que nuestros hijos serán nuestras últimas navidades. El planeta solo podrá seguir soportando nuestra way of life mientras una parte mayoritaria de la población mundial permanezca en la miseria. Sin contar que estamos topando ya con nuestro límite psicológico, que también es, de algún modo, un límite ecológico o natural. El follaje de nuestro sistema nervioso está siendo corroído por la lluvia ácida de la ansiedad, la soledad, la precariedad y la injusticia. Quizá sean nuestros cuerpos y nuestras psiques los que que acaben poniéndole una camisa de fuerza al capitalismo. Insisto, toda esa devastación no es solo indeseable para el planeta y la humanidad sino también para el sistema capitalista, que los necesita para existir. Es el escorpión que pica a la rana y se hunde con ella. Y como ella, no puede evitarlo, es su naturaleza. El capitalismo solo podía morir de éxito. Da miedo pensarlo, y por eso no lo pensamos.
Y también nos ayudan a no pensarlo, porque, de otro modo, el mismo sistema se vería en peligro. Una primera estrategia de distracción masiva consistiría en ocultar ese miedo grande, más o menos lejano, y muy doloroso, de asumir, con un cúmulo de miedos relativamente pequeños, apremiantes y fáciles de afrontar. La identidad amenazada, la seguridad personal, el terrorismo internacional, la crisis económica.. son cuestiones ciertamente graves. Pero pensar solo en ello ¿no es reparar las cañerías de un barco que ya se está hundiendo? Los poderosos no esperan a los bárbaros, como diría Kavafis, los contratan para que asusten a la gente. Así, mientras todos permanecemos encerrados en casa, ellos pueden ejercer la auténtica barbarie. Miedo, sí pero solo de un tipo.
Y también nos ayudan a no pensarlo, porque, de otro modo, el mismo sistema se vería en peligro. Una primera estrategia de distracción masiva consistiría en ocultar ese miedo grande, más o menos lejano, y muy doloroso, de asumir, con un cúmulo de miedos relativamente pequeños, apremiantes y fáciles de afrontar. La identidad amenazada, la seguridad personal, el terrorismo internacional, la crisis económica.. son cuestiones ciertamente graves. Pero pensar solo en ello ¿no es reparar las cañerías de un barco que ya se está hundiendo? Los poderosos no esperan a los bárbaros, como diría Kavafis, los contratan para que asusten a la gente. Así, mientras todos permanecemos encerrados en casa, ellos pueden ejercer la auténtica barbarie. Miedo, sí pero solo de un tipo.
La segunda gran estrategia consistiría en bloquear nuestra empatía hacia aquellos que quieren subirse a la balsa de la Medusa global. Aunque la Medusa son ellos, porque lo que hacemos es representárnoslos de tal manera que, al verlos, nuestro corazón se vuelva de piedra. El otro es un lobo a la caza, un invasor encubierto, un misionero fanático, un zombi que desea infectarnos. Mientras los veamos como una amenaza para nosotros, lo aceptaremos todo para que no nos afecten, y estaremos dispuestos a hacer la vista gorda si otros hacen ese trabajo sucio por nosotros.
¿Que hay peligros? Sin duda. También los había en el Paleolítico, en el Neolítico y en la Antigüedad. El problema radica en que llegamos a creernos que podríamos eliminarlos todos. ¿Que hay monstruos? Sin duda, y de un lado y otro del miedo, porque todos tenemos miedo, de seguir siendo miserables o de que los miserables nos impidan dejar de no serlo ¿Qué llenó de brujas la Europa de los siglos XVI y XVII Ni siquiera la tortura. Bastaba con la mera amenaza de ser torturado para que uno aceptara todos los cargos. El jesuita Spee dijo en 1631:"Si no hemos confesado aún todos ser brujos, es porque no hemos sido torturados" ¿Y qué peor tortura que el miedo?
No es tarea fácil salir de esa rueda. Para empezar, debemos asumir el Gran Miedo de estar viviendo en un tren sin frenos a punto de descarrilar. Y no es que me haya puesto de golpe apocalíptico, es que el mundo siempre está a punto de desaparecer.
En todo caso, todos somos el último mohicano. Quizá asumiendo el gran miedo podremos desentendernos de todos esos pequeños miedos que nos impiden hacer nada. El sentimiento apocalíptico puede resultar liberador. "Nec spe, nec metu", sin esperanza y sin miedo, era el lema de los gladiadores. "Sin trabajo, sin casa, sin futuro, sin miedo", el de los indignados.
Como decía Spinoza, no podemos luchar directamente contra las pasiones tristes, solo tratar de sustituirlas por afectos alegres. Por eso al miedo solo se lo combate con el conocimiento, la curiosidad, la empatía y la solidaridad. Solo cuando veamos rostros desaparecerá el miedo. El precio a pagar será que con el rostro aparecerá la obligación moral. Tendremos que hacernos cargo, lo cual muchos sienten como una carga. Pero es un coste que vale la pena asumir, porque nos aligerará de nosotros mismos, como cuando Ulises arrojaba al mar el botín de Troya durante la tormenta. Quizá logremos no naufragar. Quizá los mismos a los que ayudemos nos acojan después como náufragos en su isla.
Una filosofía del miedo
Bernat Castany Prado