Entonces nace en mí un dolor desolado, como ciertos dolores que apenas se recuerdan de los primeros años de la infancia: es el dolor en su estado puro sin templar por el sentimiento de la realidad ni por la intrusión de circunstancias extrañas, semejantes, a aquellos por los que los niños lloran; y es mejor que vuelva a salir a la superficie, pero esta vez abro los ojos deliberadamente, para tener frente a mí la garantía de estar efectivamente despierto.
"Si esto es un hombre"
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